Ayer volví a mi arrabal para llenar mi mirada, siempre niña, con una de las celebraciones más hermosas que se dan por sus calles: cuando Dios es paseado por ellas a hombros de jóvenes costaleros y se pasea majestuoso, desde la custodia de Andrés de Osorio, por las calles más rancias del barrio. Dios, convertido en pan de eucaristía visita a sus paisanos, se refleja, con el sol tibio del día recién nacido, en los rostros de sus hombres y mujeres y en las cales de sus fachadas.
Huele a pueblo mi barrio en este día, a juncia y romero. Es día de gala, y por eso se llenan las calles de hermosos altares y los balcones lucen faldones, colchas de antiguas novias y mantones de Manila. Me gusta mi barrio así, tal como es. No es la Triana multitudinaria de la Semana Santa, ni la festera de su Velá. Es la Triana íntima que lleva a Dios de su mano, la Triana anclada en su fe, hoy más necesaria que nunca, la Triana que madruga, no para dejarse ver por los demás como en los domingos de ramos, sino para dejarse ver por Dios.
Por Pelay Correa, el Pasaje de Bernal Vidal, Rodrigo de Triana, San Jacinto y Pureza, Dios se deja llevar entre músicas y rezos, cantos litúrgicos y emociones. Es otra Triana dentro de Triana. Es la Triana más pura, la más sincera, la de más candor pueblerino. Y a mí, como ayer, me gusta cuando mi barrio huele a pueblo, cuando desandando mis años me encuentro con los mismos olores de siempre, cuando creo que sigo siendo un niño y veo con emoción al lado de mi abuela, desde su balcón de la calle Larga, la silueta de Dios recortándose en los perfiles de sus casas.
Como bien dices, Emilio, esa mañana Triana regresa a su esencia; celebro que la hayas disfrutado. Las viejas tradiciones de nuestro barrio circulan mejor por las vías religiosas que por las civiles. Ejemplo: la Velá. Los cultos a Santa Ana se mantienen en estado puro desde hace siglos, mientras que el otro "culto", el de la fiesta pagana en la calle (el río es una calle más de Triana) va renqueando y poco queda ya por lo que se pueda reconocer esa esencia que decimos...
ResponderEliminarPara mí, que bien me conoces, ese es mi mi día de júbilo. Me estorban los amigos y acompañantes. Me estorbas tú y José Luis y su compañera. Me estorbáis, con tanto cuanto os necesito, todos los que no van al lado justo de mis miradas. Es mi día grande el que nunca me pierdo.
ResponderEliminarEs mi fiesta particular. Ni más ni menos.
¡Triana en carne viva de pueblo!
Está claro, Emilio...
ResponderEliminarNo he tenido juguetes. No tuve hermanos de chico. Os tengo a vosotros. Os quiero. Pero mis ratos de soledad son sagrados.
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