Parece que el tiempo no pasa por estas calles, que la modernidad no horada
sus pulmones de savia vieja y casi marchita; que siguen pasando por ellas
cada día, apuntando sus perfiles: Mesonero Romanos, Deleito Piñuela,
Pedro de Répide, Gómez de la Serna...;
que las vetustas buhardillas -sus costados al sol de la mañana-
Pedro de Répide, Gómez de la Serna...;
que las vetustas buhardillas -sus costados al sol de la mañana-
guardan la bohemia pobre de un pintor desconocido; que por ellas: Coloreros, de la
Luna, de la Cebada, Amaniel, Encomienda, de los Latoneros, de los
Herradores, de Esparteros, de las Hileras, del Olmo, del Mesón de Paredes,
del Tribulete o de la Ballesta, el reloj ha parado su minutero siglos atrás,
quizás para apresar aquello que, en el Madrid castizo, fue, es y seguirá siendo eterno.
Cada paseo por el Madrid llamado de los Austrias, es un gozo para el espíritu.
Al mismo tiempo que crecían por la nueva capital tahúres y militares,
falsos frailes y licenciosas busconas, tusonas de posadas y portales,
truquistas y estafadores, políticos de tres al cuarto, picapleitos y gorrones,
esquinas y plazas se llenaron de conventos: los Agustinos, Los Mínimos de la Victoria,
los Mercedarios, Carmelitas de Santa Ana..., y las calles, arrancando en la Morería,
siguiendo un camino de gloria antigua por la de Toledo y la Colegiata,
plazuela de Antón Martín, Puerta del Sol, Postigo de San Martín, Santo Domingo...
Calles y plazas gloriosas para un Madrid en sus gloriosos tiempos de la primera expansión.
Luna, de la Cebada, Amaniel, Encomienda, de los Latoneros, de los
Herradores, de Esparteros, de las Hileras, del Olmo, del Mesón de Paredes,
del Tribulete o de la Ballesta, el reloj ha parado su minutero siglos atrás,
quizás para apresar aquello que, en el Madrid castizo, fue, es y seguirá siendo eterno.
Cada paseo por el Madrid llamado de los Austrias, es un gozo para el espíritu.
Al mismo tiempo que crecían por la nueva capital tahúres y militares,
falsos frailes y licenciosas busconas, tusonas de posadas y portales,
truquistas y estafadores, políticos de tres al cuarto, picapleitos y gorrones,
esquinas y plazas se llenaron de conventos: los Agustinos, Los Mínimos de la Victoria,
los Mercedarios, Carmelitas de Santa Ana..., y las calles, arrancando en la Morería,
siguiendo un camino de gloria antigua por la de Toledo y la Colegiata,
plazuela de Antón Martín, Puerta del Sol, Postigo de San Martín, Santo Domingo...
Calles y plazas gloriosas para un Madrid en sus gloriosos tiempos de la primera expansión.
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