sábado, 11 de septiembre de 2010

ENTRE COPAS Y COPLAS (10)


Llena otra vez la copa que nos libra del yugo
de las vanas angustias y las vanas zozobras.
Mañana quizá estemos perdidos en el fondo
de ese pozo terrible y oscuro de los siglos.

Omar Kheyyam


Borrachera es sinónimo de perdición. Hasta cuarenta términos nos recoge el diccionario de Julio Casares para denominar a este tipo que, en alguna que otra ocasión, casi siempre fortuita, todos hemos sido. Unos, la verdad, más que otros, para qué engañarnos. Hay borrachos de tertulias: los eternos, esos que quieren arreglar el país, como hemos dicho, desde el filo de una copa. Hay otros, los circunstanciales, los del encuentro con un amigo en un día determinado, un bautizo, un fuerte e inaudito compromiso, una comunión, una boda y hasta un entierro. Y un gremio más: el de los desheredados del amor, aquellos que pagan los cuernos del miura conyugal con Montilla y Moriles, Jerez, Los Puertos, Sanlúcar, la Ribera del Duero, La Rioja, Cariñena, Valdepeñas, Cazalla, Montánchez, Ribeiro, Lugo, Orense y Pontevedra, Barcelona, Tarragona, Lérida y Gerona, Don Simón y San Mateo. Da igual. Los cuernos del amor perdido duelen tanto que hay que endulzarlos en vino.

El ínclito Ossorio y Bernard, aparecido ya muchas veces por estas líneas, nos da una definición de qué es la borrachera. Tomen cuidada nota de humor:

Prolongada
suma de copas de vino;
resta de un jornal mezquino,
cuya diferencia es nada.
Multiplicación de todos
cuantos objetos se ven,
y división es también

de la cabeza, si hay lodos. (77)

Por todas partes, el borracho es atacado. Claro está que a él, en su universo magnánimo, pleno de gloria etílica, le da igual, le importa dos cojones, y me entendéis perfectamente. En este caso, mujer alegre y borrachera como símil:



A tu querer lo comparo
con la luz de un montañés:
llega un borracho y la apaga

y otro la vuelve a encender.

Para los amores siempre es malo un borracho. Mi maestro Paco Toronjo siempre lo decía: "Un borracho y una mierda, son dos mierdas":

Anda, que no te quiero,
que eres del arte,
que si no bebes vino

juegas al naipe.

Farolas y borrachos parece que no se llevan bien, ya que es ejemplo muy habitual entre las coplas-copas de estos cantes:

Borrachito perdío
he ío a buscarte;
me he dao con la farola
que hay en tu calle. (78)

Pepe Blanco, alejado por fin del célebre cocido madrileño, tan indigesto en la posguerra de canciones autárquicas, también nos habla de un farolero que las cogía de cuadritos:

Hubo allá en el Sacromonte
en un tiempo un farolero
que con dos vasos de vino
era un tipo con salero.
Treinta faroles tenía
en el barrio pá ensender
y cuando iba ajumao

no ensendía más que tres. (79)

Vuelve Pepe Blanco a la carga. Ahora con el farol de un sereno:

Anoche se casó el sereno.
¡Josú, qué calamidad!
con Pepa la de Sanlúcar
que sabe beber de más.
La cola lleva arrastrando
y a medias lleva el farol
y la tajá imponente
la llevan entre los dos. (80)

Viudas hay también que quieren mantener fresco al posible hombre de sus apetencias:

Cada vez que me emborracho
en el puesto de una viuda,
no quiero darme otra copa
para curarme la cruda.

Si no hubiese tabernas no habría borrachos. Poco tramo tiene el sendero de Sevilla a Valencina, y muchos templos para coger pronto la cogorza:
Camino de Valencina
que tiene cuatro paradas:
beber en La Pañoleta,
volver a beber en Camas
y beber en Castilleja
tras beber en "La Montaña".

De seguro que no fue Cristóbal Colón, aunque sí alguno de los marineros que le acompañaron en sus viajes. Naranjito de Triana nos cuenta en una Guajira un mareo singular:

Compañero, compañero,
¿qué marinero es aquel
que lleva una borrachera
que no se puede tener?
La vuelta ar mundo le ha dao,
no hay quien la dé más ligero...
¡Por eso te has mareao,
marinero, marinero!

Los hermanos Álvarez Quintero nos avisan del peligro de cierto vino, posible causante de una borrachera de órdago:

Con er vino de la hoja,
que se bebe como agua,
o vuervo a mi casa a hombros
o vuervo a mi casa a gatas.

Una más, aunque liviana, de las borracheras amorosas:

Con gusto me emborrachara
y de borracho muriera
si en tus ojos, mi vida,
beber el vino pudiera.

La borrachera de la meditación a punto, a la que llamábamos circunstancial:

Con una copa de más,
borrachito llego a casa
y no me atrevo a llamar. (82)

Pobres y ricos, ricos y pobres. El eterno dilema. El que tiene parné, de siempre ha salido ganando en consideración y respeto. Varios ejemplos muy parecidos nos trae el cancionero en su venencia:

Cuando se emborracha un pobre
todos dicen: borrachón.
Cuando se emborracha un rico:
¡qué alegrito va el señor!


Variante:
Cuando un rico está tomando
con un pobre en compañía,
lo del pobre es borrachera
y lo del rico alegría.

Otra más:

El rico le llama al pobre
calavera y chupador.
El rico toma en la mesa,
el pobre, en el mostrador.

La definitiva:

Yo bebo porque me gusta
y lo hago sin disimulo,
y si al rico no le gusta
le vayan dando por culo.

Bebedores tercos como éste hay muchos:

De la bebía no me quito,
de la bebía no me aparto,
y los dineros que gano
en cuanto cobro los gasto.


(77) Ossorio y Bernard. Ob. cit. Pág-22.
(78) Tomasa, José el de la. Ob. cit. Pág-94. Copla-202.
(79) Montes, H. (letra) y Benito/Ulecia (música) "El farolero".
(80) Perelló (letra) y Monreal (música). "¡Sereno va!".
(81) Álvarez Quintero, Joaquín y Serafín. Obras completas. Espasa-Calpe. Madrid-1969. Tomo 7º. Pág-9.804.
(82) Murciano, Antonio. Ob. cit. Pág-54.

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