No supe por qué azar me trajeron al mundo
y me dieron la vida.
¿A qué entonces, quejarme
de que ésta sea breve, si aún debo agradecerla?
Que se me sirva vino, que quiero aprovecharla.
Omar Kheyyam
María, sin duda, tampoco supo nunca por qué un ángel turbó su vida cotidiana, el laboreo de sus afanes diarios. Sólo cuando escuchó el mensaje, y dijo que se hiciera en ella según la palabra de Dios, entendió que había que creer en el Destino.
Hora mágica ésta del Ángelus que nos lleva a memorizar tres poemas en silencio por entre las riberas de los labios. En cada quiebro de oración, parece como que una campana repique convocándonos a las tres primeras copas del mediodía: la de la serenidad, la de la reflexión y la de la paz con uno mismo. Son estas tres copas, sólo tres, el examen diario de conciencia. Sobran los amigos, sus conversaciones y compañía. La soledad, a las doce en punto, debe lograr primacía sobre el resto de las partidas del hombre. No se aguardará con ella los milagros dionisíacos, ni la aparición de los festines báquicos, y no cabe en materia, a esta bendita hora, buscar la mántica del desenfreno crepuscular en el fino corazón de los cristales.
A las doce, el Ángelus; y la confesión sincera e interior entre el ámbar y el hombre. No es la conversación de borrachos de las largas despedidas o la jaranera autárquica de los muchos trasiegos. Ésta, la que lleva en el vidrio aromas de ternuras, es copa mística de secretos que uno mismo se cuenta, aldabón de la conciencia herida de la vida, medicina que en silencio y soledad se toma para intentar curar los males propios y de la familia.
Además, en Andalucía se toma como prueba de fuego, como punto de partida de una jornada que habrá de ser necesariamente larga. Bien dice el refranero popular que "Hombre que a las doce no ha bebido, ni tiene vergüenza ni la ha conocido.". La primera copa es como un rito, tal el pistoletazo de salida hacia la meta de una hoja del almanaque. Tras ella, para filosofar, dos más, que es tierra ésta gustadora de trilogías: Padre, Hijo y Espíritu Santo; La Pinta, La Niña y La Santa María; Áixa, Fátima y Marién, las tres moritas de Jaén; la Toná, la Seguiriya y la Soleá; Quintero, León y Quiroga; Gitanillo, Manolete y Arruza; La Luisiana, La Carlota y La Carolina. Tres, como los tres banderilleros en el redondel poético de Manuel Benítez Carrasco; tres, como las tres campanadas de gozo para la anunciación de Gabriel a María; tres, sólo tres, para filosofar sobre tres pilares básicos: el amor, la vida y la muerte.
y me dieron la vida.
¿A qué entonces, quejarme
de que ésta sea breve, si aún debo agradecerla?
Que se me sirva vino, que quiero aprovecharla.
Omar Kheyyam
María, sin duda, tampoco supo nunca por qué un ángel turbó su vida cotidiana, el laboreo de sus afanes diarios. Sólo cuando escuchó el mensaje, y dijo que se hiciera en ella según la palabra de Dios, entendió que había que creer en el Destino.
Hora mágica ésta del Ángelus que nos lleva a memorizar tres poemas en silencio por entre las riberas de los labios. En cada quiebro de oración, parece como que una campana repique convocándonos a las tres primeras copas del mediodía: la de la serenidad, la de la reflexión y la de la paz con uno mismo. Son estas tres copas, sólo tres, el examen diario de conciencia. Sobran los amigos, sus conversaciones y compañía. La soledad, a las doce en punto, debe lograr primacía sobre el resto de las partidas del hombre. No se aguardará con ella los milagros dionisíacos, ni la aparición de los festines báquicos, y no cabe en materia, a esta bendita hora, buscar la mántica del desenfreno crepuscular en el fino corazón de los cristales.
A las doce, el Ángelus; y la confesión sincera e interior entre el ámbar y el hombre. No es la conversación de borrachos de las largas despedidas o la jaranera autárquica de los muchos trasiegos. Ésta, la que lleva en el vidrio aromas de ternuras, es copa mística de secretos que uno mismo se cuenta, aldabón de la conciencia herida de la vida, medicina que en silencio y soledad se toma para intentar curar los males propios y de la familia.
Además, en Andalucía se toma como prueba de fuego, como punto de partida de una jornada que habrá de ser necesariamente larga. Bien dice el refranero popular que "Hombre que a las doce no ha bebido, ni tiene vergüenza ni la ha conocido.". La primera copa es como un rito, tal el pistoletazo de salida hacia la meta de una hoja del almanaque. Tras ella, para filosofar, dos más, que es tierra ésta gustadora de trilogías: Padre, Hijo y Espíritu Santo; La Pinta, La Niña y La Santa María; Áixa, Fátima y Marién, las tres moritas de Jaén; la Toná, la Seguiriya y la Soleá; Quintero, León y Quiroga; Gitanillo, Manolete y Arruza; La Luisiana, La Carlota y La Carolina. Tres, como los tres banderilleros en el redondel poético de Manuel Benítez Carrasco; tres, como las tres campanadas de gozo para la anunciación de Gabriel a María; tres, sólo tres, para filosofar sobre tres pilares básicos: el amor, la vida y la muerte.
Hay caminos por las venas
por los que no cabe el vino;
y hay caminos por el vino
por los que caben las penas
y aún les sobra camino. (1)
A beber, a beber, a ahogar
el grito del dolor,
que el vino hará olvidar
las penas del amor. (2)
Amor que sigue rondando el filo del cristal con tristes vapores de arrepentimiento:
A emborracharme me fui
ayer cuando discutimo';
quise olvidarme de ti
y me traicionó luego el vino
y en busca tuya volví. (3)
Vino de amargura trae también la copa por el brocal transparente de su pozo:
A este mundo que vivimo'
nunca lo podré entende',
hay quien te pide pa' vino
y se que'a sin comé. (4)
El vino de la salud y de la vida, servido por la samaritana mano femenina:
A gloria me sabe el vino
que viene de blanca mano
y en un cristalito fino.
El vino del rencor y la muerte para un amor imposible:
Alcé mi copa de vino
para brindar por tu muerte
porque es la única forma
que pueda mi alma
dejar de quererte. (5)
Y del amor para todas las horas, para todos los días dulces y amargos de la vida:
Amor es como el vino,
guárdalo a tiempo,
y te sabrá más dulce
cuanto más viejo. (6)
Ojos hay en nuestra tierra que embriagan, en verdad, más que las tapas de cien odres:
Aunque dicen que emborracha
el vinillo malagueño,
más emborracha mirarse
en tus ojos retrecheros. (7)
Ayer noche yo bebí
para olvidarme quién era,
para olvidar dónde estaba,
pero no hubo manera.
(1) Benítez Carrasco, Manuel. Fragmento del poema "Ronda de coplillas al vino". Antología Poética. México, D.F. Pág-586
(2) Arrieta, Maestro. Fragmento de la zarzuela "Marina". 1855.
(3) Tomasa, José el de la. "Alma de barco". Fundación Machado y Producciones Culturales Andaluzas, S.A. Sevilla-1990. Pág-125. Copla-377.
(4) Tomasa, José el de la. Ob. cit. Pág-91. Copla-182.
(5) Demetrio, L. (letra y música) Rumba interpretada, entre otros, por Peret y Lola Flores.
(6) Del Palacio, Manuel. "Chispas". Glosas a la actualidad del siglo XIX. Librería General de Victoriano Suárez. Madrid-1937. Página-258.
(7) Rueda, Salvador. "Canciones y poemas". Antología concordada de su obra poética. Fundación Ramón Areces. Madrid-1986.
La foto es la Taberna El Pisto?.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
franmmartin
Así es, la célebre Taberna El Pisto de Córdoba.
ResponderEliminar