viernes, 27 de agosto de 2010

EL AGUARDIENTE EN LA COPLA (8)

Si malo es escuchar cantos de sirenas -según Ulises-, peor es hacer caso, por el excesivo culto báquico, a ranas encantadas y cantarinas si, además, el trabajo es el único sustento que se tiene:

Escuché cantá a una rana
en lo más alto del puente,
y en su cante me decía:
-¡Aguardiente hasta mañana!,
otra peoná perdía.

Claro está que esa frase del "agua de la vida", que es una denominación antiquísima que inventó un tal Raimundo Lulio, a la que añadió adjetivaciones como "espíritu etéreo", "fuente peremne", la "estrella de Diana" o la "quintaesencia celeste", entre otras, y que cada cual interpreta a su manera, puede dar lugar a una familia, además de beoda, genéticamente predispuesta a los males que acarrea el abuso de tan singular bebida, que podría ser medicina -según el doctor Piga- si reduciéramos a acto lo que otros nos pintan en potencia. La letrilla nos lo cuenta:

Hábito tuvo mi padre,
y con él murió mi abuela.
Y también lo tengo yo
de nunca hacer cosa buena.

No existe medida en el gusto cuando uno quiere llegar a la ebriedad suma, al emborrachamiento, a tomar la curda, la merluza, la melopea, la pítima, la moscorra dormilona, la tranca, el tablón, la papalina, la tajada o tajá, la cogorza, la jumera, la turca, la pea, el colicoledro, la chucha, la cambayá, o lo que ustedes quieran. No existe sibaritismo para el que desea estar ebrio, bebido o borracho de solemnidad, azumbrado, ajumado o achispado..., pero, eso sí, con ruego a la Divina Providencia:

Le ruego al Poder Divino
me lleno la panza e vino,
y si esto no es suficiente
me la llene de aguardiente.

La superabundancia en el trago de ambrosía hace irrespetuoso al más reverente. Esta copla testimoniadora nos lo cuenta, aunque menos mal que se salva el Pontífice:

Ninguna copla a mi guitarra escapa,
y en noches de jolgorio y aguardiente
sólo respeto lo que diga el Papa.

Pero algunos son también los que no salen escarmentados de una vida entregada totalmente a la dipsomanía:

Para cuando yo me muera
le ruego a toda mi gente
que metan mi calavera
en un tanque de aguardiente,
y que escarmiente el que quiera
y el que no, que no escarmiente.

Hasta tal punto puede llegar la inclinación y afectuosidad por esta bebienda, ciertamente sabrosa, que ni la familia se anticipa a la bienquerencia del zumo del alambique, tal como cita el refranero:

Primero el aguardiente que mis parientes.

En bodas, bautizos, comuniones, y hasta en los velatorios antiguos, debió crecer esta copla en labios de la señora de la casa:

Si el vino y el aguardiente
ya se han bebío,
la vergüenza de los hombres
ya se ha perdío.

Como aquel de la rana cantarina, la copla se encarga de relatarnos otro ejemplo de abuso de confianza con las copas:

Yo me jinqué una puchera
al tiempo de trabajar,
y a los cinco o diez minutos
yo me tuve que acostar,
casi me muero del susto.

Incluso del desapego a los amigos, por culpa de la bebida, nos habla la copla, en esta ocasión un fandango alosnero de Manolillo "El Acalmao":

Yo ya no voy an ca Marcos
que Rafael tiene copas,
la Natividad planchando,
la Pastora medio loca
y el tío Marcos rallando.

Claro que también hay madres que suelen curar las desviaciones vinícolas de sus hijos:

Mi madre me dio una soba
por una torta caliente,
por una copa de tinto
y otra copa de aguardiente.

A pesar de eso, cuántos desoyeron los consejos y les importaron un comino los cates educativos de sus madres:

Aguardiente y vino puro,
dicen las antiguas leyes,
y el agua para los bueyes
que tienen los cuernos duros.

Otros, que quieren dar larga a las penas, siempre comienzan igual: queriéndolas ahogar en aguardiente para olvidarlas. La copla por seguiriyas es del poeta amigo Ginés Jorquera:

Tregua pa mis ducas
busqué en el Cazalla.
Cómo yo sentía que, en vez de templarse,
se me encabritaban.

Los más, adquieren una valentía ficticia por el efecto nocivo de tanta ingesta de alcohol:

Si el torito fuera de oro
y los cuernos de aguardiente
y yo fuera el toreador
¡qué torero más valiente!

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