lunes, 23 de agosto de 2010

EL AGUARDIENTE EN LA COPLA (4)

En el hermos pueblo jiennense de Arjona, por sus fiestas de mayo, es norma antigua declarar el amor llevando aguardiente a la novia. La copla, siempre sabia, como no nos cansamos de repetir, también se hace notario de estas manifestaciones singulares:

Quiérelo, quiérelo, niña,
que ese muchacho es valiente,
que dicen que va mañana
a llevarte el aguardiente.

Evidentemente hay amores que matan, o novias tan sacrificadas para estar despiertas a altas horas de la madrugada:

Qué bueno está el aguardiente
a las dos de la mañana
con un cigarrillo fuerte
y mi novia en la ventana.

Y se emplea también la copla por tientos para el recuerdo del lejano amor en el sentimiento de Antonio Flores:

Sólo tengo por compaña
noches de ron y aguardiente,
y en el vaso veo tu boca
que me dice: -Ven a verme.

Y se hace taranto en noches de jarana con el amor de compañía en esta conocidísima copla que aún se canta por tierras de Levante y que bronceó en su garganta gitana el desaparecido Antonio Núñez "Chocolate":

Son las dos de la mañana,
ábreme que soy El Moreno,
y dame por la ventana
dos copas de anís del bueno,
que vengo con mi serrana.

De nuevo la duplicidad, la imagen de la amada reflejándose en el cristal de la copa amable como recordatorio de una pérdida, una ausencia o un desamor que jamás puede olvidarse:

Vasito de mangüara
me estoy tomando
y tu cara estoy viendo
entre lo blanco.

¿Ojos negros, tristes, profundos, sin llama vibrante en las pupilas? Sacad vosotros vuestras propias conclusiones:

Tus ojos, morena,
me tienen a mí
como el aguardiente
que está sin anís.

Y no hay amores sin celos de por medio, celos y desengaños que, normalmente, se pagan con el exceso de bebida, como nos cuenta este fandango de Lucena:

Vivo en Aguardentería
y tiro por San Mateo,
y si con él yo te veo
lo pago con la bebía
y esa noche me mareo.

También la copla canta a la tierra, a sus mujeres y a sus hombres de valor. Manolo Escobar, aquel almeriense que se hizo paladín del machismo por no dejar a las mujeres de España ir a los toros con minifaldas, dejó para el cancionero esta composición de Ruiz Lara y el maestro Solano:

Andalucía es la tierra
del vino y del aguardiente,
de las mujeres bonitas
y de los hombres valientes.

Bueno es el aguardiente para el olvido, como así reza el estribillo de aquella hermosa canción que compusiera Manuel Pareja Obregón, e hiciera famosa la pareja matrimonial y artística Sergio y Estíbaliz:

Cantinero de Cuba, Cuba, Cuba,
sólo bebe aguardiente para olvidar.

Nuevamente, como nos canta en esta copla el poeta Ginés Jorquera, se acude al aguardiente para aliviar las penas, aunque en la mayoría de las ocasiones sucede el efecto contrario:

Yo anego en puro aguardiente
las duquelas que me asaltan,
pero más recias las siento
conforme están más borrachas.

Y otras para olvidar el trabajo duro de las galerías por las minas de La Unión, en acertadísima copla por Minera del poeta José Luis Núñez:

Antes que amanezca apuro
mi aguardiente en la cantina,
porque para aurora fina
la que despliega el carburo
cuando despierta a la mina.

En este pequeño breviario que iremos continuando día tras día, estamos intentando dejar sólo el ejemplo de unas cuantas coplas que nos hablan de amor, de desamor, celos y pesares, pero son muchas las que anidan en el corazón de los cancioneros de todas las geografías y en la memoria de sus pueblos. Coplas mínimas, sencillas, pero cuajadas de filosofía, que alcanzaron la gloria que ansiaba Eduardo Marquina:

¡Vivir quisiera una vida
que cupiera en un cantar!

No hay comentarios:

Publicar un comentario