En el hermos pueblo jiennense de Arjona, por sus fiestas de mayo, es norma antigua declarar el amor llevando aguardiente a la novia. La copla, siempre sabia, como no nos cansamos de repetir, también se hace notario de estas manifestaciones singulares:
Quiérelo, quiérelo, niña,
que ese muchacho es valiente,
que dicen que va mañana
a llevarte el aguardiente.
Qué bueno está el aguardiente
a las dos de la mañana
con un cigarrillo fuerte
y mi novia en la ventana.
Y se emplea también la copla por tientos para el recuerdo del lejano amor en el sentimiento de Antonio Flores:
Sólo tengo por compaña
noches de ron y aguardiente,
y en el vaso veo tu boca
que me dice: -Ven a verme.
Y se hace taranto en noches de jarana con el amor de compañía en esta conocidísima copla que aún se canta por tierras de Levante y que bronceó en su garganta gitana el desaparecido Antonio Núñez "Chocolate":
Son las dos de la mañana,
ábreme que soy El Moreno,
y dame por la ventana
dos copas de anís del bueno,
que vengo con mi serrana.
Vasito de mangüara
me estoy tomando
y tu cara estoy viendo
entre lo blanco.
Tus ojos, morena,
me tienen a mí
como el aguardiente
que está sin anís.
Vivo en Aguardentería
y tiro por San Mateo,
y si con él yo te veo
lo pago con la bebía
y esa noche me mareo.
Andalucía es la tierra
del vino y del aguardiente,
de las mujeres bonitas
y de los hombres valientes.
Cantinero de Cuba, Cuba, Cuba,
sólo bebe aguardiente para olvidar.
Yo anego en puro aguardiente
las duquelas que me asaltan,
pero más recias las siento
conforme están más borrachas.
Antes que amanezca apuro
mi aguardiente en la cantina,
porque para aurora fina
la que despliega el carburo
cuando despierta a la mina.
En este pequeño breviario que iremos continuando día tras día, estamos intentando dejar sólo el ejemplo de unas cuantas coplas que nos hablan de amor, de desamor, celos y pesares, pero son muchas las que anidan en el corazón de los cancioneros de todas las geografías y en la memoria de sus pueblos. Coplas mínimas, sencillas, pero cuajadas de filosofía, que alcanzaron la gloria que ansiaba Eduardo Marquina:
¡Vivir quisiera una vida
que cupiera en un cantar!
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