También para el aguardiente las coplas humorísticas han tenido su minuto de honra, gloria y señorío. Un minuto largo que aún llega a nuestros días en los cancioneros populares y en recopilaciones de letras festivas. El cancionero extremeño nos trae una muestra con el ejemplo de una vieja un tanto cochina:
Una abuela se meó
en un plato reluciente
y se lo bebió el abuelo
creyendo que era aguardiente.
Señor cura, señor cura,
su horno huele a pan reciente,
deme un mendrugo de pan
y mójelo en aguardiente.
San Silvestre de Guzmán,
san Silvestre, san Silvestre,
quá ganas tengo de verte
pa jartarme de buen pan
y copillas de aguardiente.
El gran Emilio "El Moro", al que tuve la suerte de ver cuando yo era niño en los espectáculos que traía Marifé de Triana al desaparecido Teatro San Fernando de Sevilla, dejó en un singular "popurrí" -imitando canciones de la época-, un recuerdo al singular aliento que produce el aguardiente:
Campanazos de la aldea
(clin-clón, clin-clón)
que no me deja que duerma
cuando empieza el monaguillo
a tirar de aquella cuerda.
Guarda silencio, campana,
mientras que mi suegra duerme,
que no quiero darle un beso
que le gusta el aguardiente.
Bien cierto que, para acabar con la copa de copa de la que antes poníamos algunos ejemplos, posiblemente haya que ir a Muchique, terreno del alosnero Diego Ceto, quien, al parecer, según nos cuenta Manuel Garrido Palacios, en su libro "Alosno, palabra cantada", después de vuelta en una fiesta, y un poco turbado por la bebida, se cayó al pozo. Una comparsa alosnera, "Los Aparentes", contó su historia en coplas en 1989, contando que tal caída había sido un milagro para "curarlo del vicio":
El maestro Diego Ceto,
nuestro ilustre capitán,
ha descubierto en su casa
un pozo mediciná.
El que se bañe en Muchique
se cura de la diabete,
y el que se bañe en su pozo
se cura del aguardiente.
Diego Ceto, con su tranca,
se ha tirado en calzoncillos,
lo sacaron jileando
pero curado del vicio.
Y bebiendo yo me animo
cuando me pongo a bebé,
y bebiendo yo me animo,
me acuerdo de mi mujé
y al ver que no está conmigo, ¡ay!
que tranca voy a cogé.
Y unos tragos de aguardiente,
y dos tragos de aguardiente,
y tres tragos de aguardiente...
esos tragos cuánto valen.
Al vino has de consagrar
tu vida y tu bienestar.
Al dejar el cascarón
debes trincar el tablón.
No te levantes temprano,
que es duro, molesto e insano.
Odia el agua, no la alabes,
no la bebas, no te laves.
No trabajes con exceso
que es muy peligroso eso.
Procurarás, si te casas,
que no falte vino en casa.
Tomarás todos los días
de dos a tres perpejías.
Si te mueres, no te mueras
sin tomar la gran jumera.
No gastes una perra chica
ni en médico ni en botica.
Dando a todo cumplimiento
vivirás siempre contento.
Cuando quieras vencer un desaliento
y mirar la tristeza indiferente,
destruye con un vaso de aguardiente
la inútil facultad del pensamiento.
¡La mejor y más acertada de las filosofías!
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