jueves, 10 de mayo de 2018

DESDE MI TORRE: LOS BENDITOS PATIOS DE CÓRDOBA


Córdoba, ciudad en la que vivo desde diciembre de 1995, es muy intimista, muy triste en algunas ocasiones -como la Alemania del Sur me la definió un día, almorzando por estos lares, la artista y periodista Estela Zatania-, pero que revive de su falso senequismo cuando Mayo aprieta en los costados de san Basilio, santa Marina, san Agustín, la Axerquía, la Judería, El Realejo, san Lorenzo, Santiago, el Palacio de Viana y balcones y patios de la periferia. Toda la Córdoba profunda se convierte, por mor de la Primavera, en un milagro de eclosión floral con geranios y gitanillas de todos los colores, buganvillas, trepadoras, celindas y begonias, rosales, cintas, azaleas, claveles, hortensias, alpidistras, enamoradas del muro, naranjos y limoneros. Todo este milagro anual en el espacio mínimo de antiguos corrales que conservan el ambiente habitacional de los siglos pasados.

Un auténtico milagro para la vista es lo que esta Córdoba descubre en cada eclosión primaveral. La intimidad manda sobre la belleza de arriates cuajados y macetas que conforman un caleidoscopio mágico de viva intensidad. 

Hay que venir a Córdoba siempre, pero más por estas fechas en las que el sol va duplicando los colores de las plantas sobre la cal viva de una intimidad añeja.

Córdoba ama a las plantas que dan esas flores maravillosas. Córdoba en Mayo es un misterio que no se puede explicar al que no visita sus espacios. Actos populares como la cabalgata de la Batalla de las Flores, las romerías de santo Domingo y de Linares son los aperitivos para adentrarnos en esa Córdoba mágica y silenciosa que nos convoca al éxtasis en esta estación gloriosa del año.


No hay comentarios:

Publicar un comentario