Ni lo tragaban en su partido ni lo tragaban la mayoría de los españoles. Este joven fiscal nacido en 1958, y que aparentaba la parte más liberal de su partido: el PP, nos hizo un fiasco con su regresión al más absoluto pasado. Aspiraba el Poder. Y lo tuvo, con mucho esfuerzo, iniciándose como concejal de la ciudad del oso y el madroño (1983); como miembro de la ejecutiva de Alianza Popular (1986); como diputado de la Asamblea de Madrid (1987)... y otras aspiraciones políticas gloriosas. Quería subir y subir, y tanto subió que llegó a ser Presidente de la Comunidad de Madrid en 1995, revalidando su cargo en 1999, cuando toda España, por los fallos tremendos del PSOE, se hizo de la derecha de toda la vida. Pero jamás llegó a conseguir su sueño más preciado: ser Presidente de todos los españoles.
Llegó a ser alcalde de Madrid. ¡Toma ya! Y endeudó a la capital de España con un macro proyecto del que aún se deben miles de millones de euros. Tres mandatos de don Alberto sufrió la ciudad. Ningún pueblo puede aguantar tanto a un masoquista, aunque bien se sabe que Madrid es muy de derechas. Ignoro si porque allí vivió y murió Franco, porque es donde habitan los jefes del Gobierno y los reyes, o por la emoción que debe sentirse al nombrar la Mocloa, la Zarzuela, El Pardo o Palacio Real. ¡Tela marinera del telón!
Para rellenar más su currículum y coronar su propio ego, Gallardón logró por fin parte de lo que quiso: llegar a ser ministro. Y con menos convencimiento que un tonto en un congreso de intelectuales, el muy listo de Mariano Rajoy, le da el premio de convertirlo en Ministro de Justicia (?) en diciembre de 2011, en fecha muy cercana a los polvorones de la Navidad, concretamente el día 21. ¡Ea, pues ahí está el hombre, la fotocopia de su padre, el heredero de la España que, desgraciadamente, siempre se repite! Otro Ruiz Gallardón en la política, otro Aznar... ¿No hay nadie nuevo?
Para darse bombo como ministro - que ha sonado más fuerte que el de Manolo en los encuentros de la selección española-, el hombre quiere modificar la Ley del Aborto, tan bien marcada, señalada y consensuada en el antiguo proyecto del PSOE y se encara con más de media España. Ha sido el peor Ministro de Justicia que España ha tenido. Incluso en este proyecto se desmarcaron muchos personajes relevantes de su propio partido. Pero la nueva Ley del Aborto que defendía Gallardón, la defendió también Rajoy, hasta que se vio cogido en las redes de las próximas elecciones y de cómo el pueblo pensaba de otra manera. Rajoy, hace unos días, desautorizó al ministro que él mismo nombró, retirando, por falta de consenso (?), este anteproyecto que ha dado miles de páginas y de espacios en los medios informativos. ¿Pero cuándo ha creído Rajoy en los consensos?
Gallardón es, sencillamente, un Rouco Valera de la política tercermundista, un ministro que quiere mandar, por decreto ley, en la libertad de las mujeres. Si a él no le gusta que las mujeres aborten, menos les satisface a las mujeres, que se sienten totalmente libres para tomar la elección que quieran. Gallardón no era nadie para decidir sobre este asunto que lo ha llevado a la tumba política. Tampoco Rouco.
Ya está bien de mandar en las braguetas y chochetes de las hembras. El aborto es un tema muy personal y para nada tienen que intervenir los políticos. Absolutamente para nada. ¿Prohibiría el señor ministro abortar a su señora sabiendo que el hijo que van a traer viene marcado con el síndrome de Down?
Sus amigos (?) del PP han huido y han dejado solo a su compañero de partido en una solidaridad que sonroja a cualquiera. Se metió de lleno en esa cabezonada de cambiar la ley del aborto, mientras que es un ministro que no ha hecho nada por la modernidad de la Justicia. No le interesó nunca. Ahí están los juzgados obsoletos, los juicios a más de diez años vista, los ratones comiéndose los legajos en todas las administraciones. En Hacienda, -los nuevos bandoleros de Sierra Morena- todo está impecable. Se comunican las redes a nivel nacional e internacional. Si debes un solo euro, no veas la que te cae. Y en la Justicia -que podía haber modernizado el señor Gallardón, antes de dictar normas en la decisión de las mujeres-todo es deprimente.
Yo no he pedido su dimisión porque lo sabía dimitido desde siempre. Estaba cantado hasta por su propia legión. Al final, con aborto o sin aborto, se ha quedado más solo que la una. Rajoy quiso nadar y guardar la ropa, hasta que los sondeos sólo le ponían fichas negras sobre la mesa. El único mérito que se le debe es su dimisión. Ya era hora.
¿No hay políticos en España con más inteligencia que los que tenemos?
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