martes, 23 de septiembre de 2014

DESDE MI TORRE: LA LLUVIA EN SEVILLA ES UNA MARAVILLA...


El pasado domingo estuve en mi ciudad de Sevilla para visitar a mis hijos y nietos. El AVE, siempre lo he dicho, es el mejor telegrama de comunicación para acercarse , sin los peligros de la carretera, de un lugar a otro. Y allí que me encajé desde Córdoba en 40 minutos, aunque desde mi salida califal el cielo amenazaba con alguna que otra tromba.

"La lluvia en Sevilla es una maravilla", llegó a quedarse aquel dicho, que no era así en el original de la rima inglesa, y que hicieron famoso Rex Harrison y Audrey Hepburn en la película "My Fair Lady" (1964) en los papeles del profesor Henry Higgins y de su alumna Eliza Doolittle. Menos en Semana Santa y Feria, épocas en que los capillitas  y jaraneros feriantes consultan la meteorología hispalense cada dos minutos, temblándoles las piernas y el corazón por aquello de una posible borrasca, siempre ha sido una maravilla la lluvia en nuestra ciudad, y nunca fue así cuando nuestras infraestructuras dejaban mucho que desear, se desbocaban los arroyos Tamarguillo y Tagarete, se desencajaba el Guadaira, se salía de madre el fecundo Guadalquivir, los trianeros iban en procesión visual a la cabeza del león del puente, todo se inundaba, y los más listos cogían carretera, manta y las pocas pertenencias y huían -sabios- hacia el corral de La Porra, situado más alto que los demás.

Ahora, y prácticamente desde que llegó la Expo -algo inteligente hubo de quedarse después de tanto mangoneo de presupuestos-, Sevilla duerme y vive tranquila ante la lluvia, serena ante las arriadas, aunque los dueños de los bares sigan increpando a ese cielo que se pone de puntas en la ciudad del sol y la alegría callejera.

Yo me lo pasé magnífico a pesar de esa lluvia dominguera que arreó de lo lindo. No siempre llora Sevilla de una manera natural sin tener que recurrir al célebre libro de Ramón Cué. El agua es vivificadora, regadora de vida, limpiadora de atmósferas turbias, relajante de calimas, serena en su contemplación de cortina cayendo sobre el caserío. Y jamás es la lluvia tan hermosa cuando te reagrupas con los tuyos en el entorno del hogar y da tiempo a charlar de todas las cosas que te roba el móvil, las tables y la madre que los parió. Me sentí a gusto el pasado domingo con estos chaparrones que hacía tiempo no recordaba mi memoria infantil. A gusto con todos mis familiares. A gusto conmigo mismo.

Aunque sea una reflexión personal, esta lluvia de casi el primer día de otoño me chorreó el alma y me mojó por dentro en íntimas verdades. La lluvia en Sevilla fue (pura) maravilla el pasado domingo. Nunca lo será, por muy bendita y hermosa que sea, en un Domingo de Ramos, o cuando, traje verde botella y oro, hacía el paseillo glorioso, en la muy Real Maestranza, don Francisco Romero.

4 comentarios:

  1. Siempre le tuve afecto a la lluvia; mucho de niño, que nos hacía refugiarnos en casa ante la caja de tebeos, y mucho, también, ahora, que es cuando más a gusto estamos en casa al lado de todo lo que queremos. Celebro que lo hayas pasado bien, Emilio.

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  2. Aparte de tu jocoso comentario, siempre tan agradable, te diré que no podré estar el jueves en la presentación de libro. Cada vez que voy a mi tierra, y desde que José Luis no tiene piso allí para quedarme, me sale por unos 200 euros. Y no te olvides que estoy jubilado.

    Un abrazo.

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  3. A mí me encanta la lluvia, Ángel. Me divierte, me une a los míos. La verdad es que lo pasamos muy bien. Tú sabes cómo es mi hija Myriam.

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