El Gobierno, siempre tan pendiente y preocupado por nosotros, se inventó hace algunos años aquello de la inspección técnica de vehículos (ITV) para favorecer a sus amigos y familiares en un negocio seguro, seguro por aquello de que es obligatorio y no gratis, sino paganini, una forma más de sacarnos la manteca siempre velando por nuestra seguridad. Estas licitaciones, evidentemente, no se sacaron a concurso, se dieron a dedo, trinca trincando el favorecido y el favorecedor. Como siempre. Porque en España, en este país de nuestras culpas y pecados, cuna de los más avispados pícaros y truhanes, y patria del Lazarillo de Tormes, el que no corre, vuela; y tires por donde tires te folla don Benavides, que siempre está ojo avizor y mano extendida para las buenas prebendas. Pues nada, a pasar por el aro cuando toca y a aguantar a un sieso de mecánico que parece que te está perdonando la vida mientras te destroza los amortiguadores del coche que has pagado con tantos esfuerzos. Ahora dicen que un coche que tiene más de diez años va a ser considerado como una antigualla y que debes pensar en cambiarlo so pena de un impuesto especial. Aquí lo que se lleva son los impuestos, aunque nuestra bendita Iglesia, más lista que nosotros, no pague ni uno. Pues bien, mi coche va a cumplir once años en agosto..., pero tiene sesenta mil kilómetros nada más porque casi toda mi vida la he hecho en moto. Está nuevo, flaman, como dicen los chavales: ruedas nuevas, revisiones, correas, su aceite a punto. ¿Debo cambiarlo con la devolución de Hacienda que me da Montoro? ¡País!
Sin embargo, existen otras revisiones a las que apenas le echamos cuenta: las del alma, las de la conciencia. Qué poco nos paramos cada día en pensar en nuestras vidas, en qué estamos fallando, qué hacemos bien o mal, en qué podemos mejorar como personas. Vamos con tantas prisas en estos tiempos de agobio que ni siquiera nos ofrecemos a nosotros mismos un poco de serenidad para una sincera meditación. Vivimos en el tiempo de las prisas, de la inmediatez, de las rápidas comunicaciones, y no nos queda ni un segundo para sondear nuestros adentros, para hacernos maduros con nuestros propios fracasos, para mirar la vida con el sosiego de una serenidad intimista. No estaría nada mal que al menos una vez a la semana nos sondeásemos el alma.
Otra de las ITVs importantes es la del médico, aunque a pocos se las recomiendo. Fui en enero a hacerme un chequeíllo vulgar y he acabado tomando dieciocho pastillas diarias. Menos dinero, me han encontrado de todo. Nada para morirme pero sí para asustarme. Por lo cual, habría que echarle mucha cuenta a José Hernández en las maneras y dichos del gaucho Martín Fierro:
Si sos un tipo feliz
sin temores y sin miedos
no se te ocurra jamás
dejarte hacer un chequeo,
porque te vas a enterar,
sin siquiera suponerlo,
que estás en las diez de úiltimas
aunque te cueste creerlo.
Seguro van a decirte
que te sobran triglicéridos
lo mesmo que fosfolípidos,
sin colesterol del bueno,
y que por los ateromas
que ellos te van produciendo
ya tenés la cañería
tapada de medio a medio:
que eso preanuncia un infarto,
que todo es cuestión de tiempo...
También te puede ocurrir
que te encuentren un bloqueo,
una elongación de aorta
que no augura nada güeno;
taquicardia sinusal
que habrá que parar a tiempo
o una osquemia de cuidado
en el ventrículo izquierdo.
Son enormes las variantes
del informe del chequeo,
todo es cuestión del color
del cristal de tu galeno:
inflamación en el colon,
irritación en el recto,
que el intestino delgado
no absorbe los alimentos;
exceso de fosfatasas
o carencias de anticuerpos,m
que puedas tener mareos
por culpa del oído medio,
enfisema pulmonar,
úlcera en el duodeno,
insuficiencia renal,
cálculos en el colédoco;
y hasta te pueden decir
aunque no entiendas ni medio,
que hay una falla en el ácido
desoxirribonucleico.
Y aunque te sientas fenómeno
y así le insistas al médico,
lo tenés que aceptar todo
porque lo dice el chequeo.
Lo que más te va a asombrar
-aunque en esto seas un lego-
es la gran similitud
de todos los tratamientos
excluyendo, por supuesto,
el tema medicamentos:
siempre una dieta hiposódica,
andar kilómetro y medio
y nada de carnes rojas
ni embutidos, ¡y ni quesos!;
sí pescado -bien hervido-
y pollo, pero sin cuero...
Tendrás que decirle adiós
a tus grandes compañeros:
el whisky y el cigarrillo,
y hasta al cafecito negro.
Si a vos, que antes del chequeo,
casi te creías Tarzán,
poco menos que un pendejo,
te digan que estás pal jonca
si no lo tomas en serio...
Por eso, querido amigo,
a aconsejarte me atrevo:
si sos un tipo feliz,
sin temores y sin miedos,
¡no se te ocurra jamás
dejarte hacer un chequeo!
Sin desperdicios... Contra el consejo de "los amigos" me reafirmo en mi idea que no es otra que la del "gaucho". A los médicos hay que tratarlos en el bar...
ResponderEliminarEn el bar, Ángel, y sin tener mucha confianza con ellos.
ResponderEliminar