El pasado fin de semana he disfrutado de tres días de inmensa alegría. En tan sólo cuarenta minutos -como digo siempre-, cual si viviese en una barriada madrileña, estoy en Sevilla desde Córdoba. Ese tren, llamado AVE es un milagro que espero no se carguen con el tema este nuevo de las privatizaciones, al igual que hicieron con Iberia. Me convocaba el almuerzo anual de Navidad de nuestro periódico "Triana Crónica", que está pasando por un bache económico, a pesar del desinterés de todos los colaboradores y del afán, el tiempo y el amor que le echan al tema Daniel -su director-, su compañera, Ana Díaz, y todo el gran equipo de periodistas, publicistas y administrativos. ¡Las cosas están como están! Aunque -como dice el refrán- no hay mal que cien años dure..., al que contestó sabiamente el pueblo que "ni cuerpo que lo resista". Prólogo aparte, la verdad es que lo pasamos del diez, como suele decirse. No se puede pasar mal entre gente -mucha de ella jubilada, entre la que me encuentro- con ilusiones, ganas de escribir de cosas de actualidad y de las ya perdidas y, lo que es más importante, con muchas ganas de vivir y con un sentido del humor genial. Nos divertimos de gordo en un almuerzo que, como el de todos los años, es inolvidable. Se pasaron nuestros anfitriones en la cantidad y la calidad del almuerzo en ese bar-restaurante de la calle Callao trianera que lleva el merecido nombre de "La Entrañable". Pues entrañable fue el encuentro y las jugosas y largas conversaciones, salpicadas de chistes y anécdotas.
La decoración de "La Entrañable" tiene guasa. La verdad es que salí del local tras las últimas copas -olvido imperdonable- sin preguntarle al dueño si se llamaba así el local por esa "entrañable Cruzcampo", compañera alegre de los sevillanos, que nos invitaba, cantarina, desde la vieja jaula. En mi tierra hay gracia profunda, convertida en ocurrencias en no pocas ocasiones. A las siete de la tarde -buena hora para ni haberte quedado corto ni haberte pasado de largo-, mi hija Myriam vino a recogerme para llevarme a su casa y disfrutar en ella de mis nietos. ¡Vaya día más hermoso entre mi paseo por el barrio, mis amigos y mi familia! Primer día de gozo.
El sábado, aunque algo frío por aquello de un leve viento, amaneció con un sol luminoso y sin una sola nube. Mi hijo Pablo, su mujer, y mis otros nietos fueron incrementando la familia, además de mi hermana. Mediodía en el parque cercano y visita al centro de la ciudad para contemplar la decoración navideña y gozar del ambiente. No se cabía en las calles. Los seises en la Catedral, bandas musicales callejeras de todos los estilos, mimos, actuaciones varias por todos los rincones, y llenos todos los puestos de la Feria del Belén, en los que el abuelo pasó por taquilla para comprarle a cada uno un recortable de un bello "portal".
Abundantes tapas por los bares de los aledaños, un rato de paseo hasta llegar al parking de la Plaza de Cuba y vuelta a casa para iniciar el concurso de recortables. Segundo día de gozo.
Se pasa el tiempo pronto cuando el alma está llena de alegría. El domingo, después de una mañana genial, vuelta por la tarde a Córdoba recordando los gratos momentos pasados. Tercer día de gozo. Y ya, desde ayer, vuelta a la rutina: poner lavadoras, tender, guisar, hacer las compras del supermercado... Menos mal que estos días que se aproximan --aunque con el pensamiento puesto en las imborrables ausencias-, de nuevo volveremos a encontrarnos para disfrutar, divertirnos y olvidarnos de la crisis. ¡Al mal tiempo, buena cara!
Celebro tus días venturosos, Emilio; de uno sé que hasta se hizo amistad con los conductores de los autobuses de línea que pasaban rozándote la mascota...
ResponderEliminarEs que con vosotros no se puede aburrir uno. Lo pasamos muy bien, aunque, como dices, en la comida creía que me arrollaba en su vuelta el autobús. Tuvo gracia aquel conductor que nos envió tranquilidad. Excelente paseo y excelente almuerzo.
ResponderEliminarYa te puedes imaginar después con mis nietos... ¡Del diez, Ángel! Gracias por todo a todos.
Tu escrito destila esa FELICIDAD encontrada en lo cotidiano, en las pequeñas cosas. Aún estando presentes las tristezas.
ResponderEliminarBien se podría decir que este escrito es como un diario o un cuaderno de campo. Las pequeñas cosas, amigo, son las que me dan vida y me mantienen en pie, aunque para mi, cuando estoy con mis nietos, estas cosas son las más grandes con las que una persona pueda soñar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estimado Emilio: Estoy preocupado por el largo silencio en este blog. ¿todo bien?
ResponderEliminarEspero que prontito te veamos con tu magnifico blog al que echo mucho de menos y desde la esperanza, así lo deseo.
EliminarJosé Abad, ya me preguntó hace unos días por tí, sabedor que soy fiel seguidora tuya. Te animo, querido amigo, somos muchos que te lo piden
¿Qué tal estáis todos? Los nietecitos, para comérselos, como mis mellizos, jeeeeee...
Un abrazón.
Mari Carmen.