viernes, 29 de noviembre de 2013

DESDE MI TORRE: UNA FAMILIA GENIAL


Si de algo he podido vacilar siempre con legítimo orgullo, es el de tener una familia sensacional en la que todos sus miembros, mi desaparecida mujer, yo mismo, mis hijos, nietos, cuñados/as y sobrinos/as, nueras y yernos -¡que adjetivaciones más horrorosas!- tienen  un sentido del humor que aprendieron desde nacencia y que suelen poner a gala en cada ocasión en la que tenemos la oportunidad de encontrarnos. Cuando todos nos reunimos, por cualquier circunstancia, hay un peligro inmenso de por medio, un cachondeo que estalla, una chispa que le da inmensa alegría a las viejas y nuevas generaciones.

Ayer, fue una de esas ocasiones en las que la familia Jiménez-Moreno nos reímos como hacía tiempo que no lo hacíamos, es decir, hace dos semanas, cuando el séptimo cumpleaños de mi nieto Pablete. Si todos logramos convocarnos, la risa y la guasa adobada de sal gorda están garantizadas. Teníamos ayer la cita con el notario -no voy a decir su nombre-, para la repartición de la herencia de mi suegra Lola. Este acontecimiento ya llevaba preparándose hace más de un mes, porque, en principio, el notario, demasiado tiquismiquis no dejaba de pedir papeles y más papeles: que si faltan las partidas de nacimiento, los libros de familias, los originales de los DNIs, las antiguas testamentarías... Entre todos, ya llevábamos un cachondeo metido en el cuerpo. Yo me reía porque creía que no tendría que asistir al acto notarial por aquello de que la herencia de la abuela pertenecía sólo a mis hijos. Ninguno de los tres quería llamarme para decirme que sí, que tenía que estar, que no podía faltar por aquello de que mi suegro -como hicieron casi todos los antiguos- no le dio la real gana de testar y, al fin y al cabo, yo tenía una parte.

Cada día era un tropiezo porque el notario pedía papeles y más papeles, y todo para un piso en "El Tardón" que no van a pagar por él más de 60.000 euros. Cuando nos dimos cita en una calle casi tocando a la Plaza Nueva sevillana, donde radica su ayuntamiento, niños y cuñados ya fueron tirando sus perdigones: ¡Papá, ¿has traído el bonobús y el recibo de la comunidad de vecinos, por si te lo pide el notario? ! ¡Espero, cuñao, que te hayas acordado de traerte el carnet de el Betis, antes de que baje a Segunda! ¡Emilito: ¿seguro que traes la tarjeta de descuento del Carrefour?... La preparación para la lectura del acta notarial ya tenía su morbo, pero aún más lo tuvo cuando nos citaron a las 9'50 de la mañana -con lo que mi hijo Emilio y yo tuvimos que salir de noche de Córdoba, con un frío glacial, para tener tiempo de llegar y aparcar- y el notario hizo su entrada triunfal en el despacho de amplísima mesa -como todas las notariales- a las once y algo; él, casi seguro que desayunado; nosotros, sin haber tomado ni un descafeinado y media tostada. ¡Y eso que lo cobran de oro!

Bueno, digamos que es lo de menos. Lo demás es que el notario tampoco parecía que, a pesar de haber desayunado, estuviese muy activo, porque no daba una sobre los informes que tenía en la mesa, y cuando empezó a leer, con una parsimonia de ejercicios espirituales, no acertaba nada en la tómbola. De mi suegro, nacido en 1909, dijo que se había casado en el año 1988, con lo de que ninguna manera cuadraba con mi boda con su hija en 1972 y con el nacimiento de mis tres hijos y cinco nietos. ¡Comenzaron las risas sordas de esta canalla familia! No acertaba con el pueblo vallisoletano en el que nació; le puso tres apellidos a mi suegra; no dio ni una en ninguno de los nueve DNI; siguió en su tema..., y yo miraba a mis hijos, que se estaban descojonando de risas para estallar, hacía lo propio para no pegar yo una carcajada, y el colmo fue cuando ya dijo que mi mujer -tristemente desaparecida el 30 de enero de 2012- dejaba como herederos a sus tres hijos y a aquellos que pudiera tener en el futuro. No yo, como viudo, sino mi mujer. Mi hija Myriam lloraba a lágrimas vivas por contener la risa y no tuvo más remedio que salir de la sala e ir al cuarto de baño; mi hijo Pablo, al que yo no quería ni mirar, porque iba a hacer lo mismo que su hermana, sollozaba de risas a mi lado; yo me tapé con mi clásico sombrero de invierno; y a mi hijo Emilio, a mi vera, casi ni quise mirarlo porque sabía que, como buen carnavalero, podía formar el taco. Firmamos, al final, con la decencia de estos actos, pero, cuando bajamos a la calle, no tuvimos más remedio que llorar de risa, de soltar ese torrente que nos había embargado mientras que el notario -le puede pasar a cualquiera-, totalmente despistado, no daba una a derecho después de cerca de un mes pidiéndonos hasta un análisis de las cerillas del oído.

Sólo hay que conocer a esta familia, a mi familia, para entender lo que nos ha pasado a todos. Lo que hemos vivido hoy se añadirá, sin duda, a la "gracioteca" de esta familia singular que siempre sabe poner una carcajada a su vida. ¡Ayer, ganamos por K.O. al notario más pesado y olvidadizo del mundo!

4 comentarios:

  1. jajajaja todo cierto, pero te has olvidado de varios puntos importantes. El primero en el mismo momento en que se sentó con nosotros a la gran mesa que dijo "Eah, pues ya estamos aquí nosotros los herederos... Bueno, yo no soy heredero, yo soy el notario" jajajajaja ¡¡Muchas gracias por la aclaración!!!
    Otro cuando dijo, "Ahhhh claro, es que están las dos Dolores, Dolores Tirado Daza y Dolores Moreno Tirado, su hija PREMUERTA" Ahí me quería morir yo y empezó mi ataque de risa literal y a ahogarme porque ya ni respiraba. ¡La Hija Premuerta! Nombre de una película de terror española de las malas jajajaja
    Y sin olvidar el "¿Está aquí Fausto Moreno de la Insua?" Y como dice el chico, como no sea convocándolo con una ouija, porque el abuelo falleció en el 1988.
    Hemos vivido muy buenos ratos en esta familia, muchísimos y buenísimos, cada vez que estamos juntos, pero de verdad, este último será inolvidable e insuperable.

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  2. Siempre se superarán estos momentos. Hemos sabido vivir juntos los muy malos y nos lo pasamos genial cada vez que nos reunimos. Es verdad lo que dices, esos detalles fueron geniales: la "premuerta", lo de que él era también heredero, lo del abuelo... Parecía una parodia de "Martes 13".
    Repetiremos, como aquel día de la cuerda del artista de cine.

    Un abrazo fuerte:
    USUFRUCTO

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