¡Esto es Carnaval! ¡Esto es Carnaval! Así se cantaría esta historia en el Gran Teatro Falla de Cádiz si el caso hubiese ocurrido allí. No, no es una leyenda urbana, no es un chiste, no es un sucedido de cuantos suelen contarse sin ninguna base..., es, tristemente, España, en la que algunos ven a un niño con una escopeta de corcho y ya le están metiendo seis guantazos, enviándole a un correccional y juzgando a sus padres. Es la España insólita que descubriesen muchos viajeros ingleses y franceses, con los que nos cabreamos por decir lo que decían, cuando llevaban, además, toda la razón. Que eso ocurriese a finales del XVIII y hasta finales del XIX, vale, se podría pasar la mano. Pero que pase en nuestros días, en pleno siglo XXI y en el Madrid de Ana Botella, del de su Comunidad Ignacio González, del Congreso, del Senado, de la realeza, la capital del país, la niña mimada de la Corona y del Poder, parece mentira, no deja de parecer mentira.
¿Que qué ha ocurrido para tan largo prólogo? Pues apenas nada. Pasó en primavera, pero se dio a conocer ayer a los medios. El célebre restaurante madrileño de la calle Cuchilleros, sito junto a su célebre arco, y bocamanga de la Plaza Mayor, el llamado "Las Cuevas de Luis Candelas" por aquel bandolero nacido en Lavapiés en 1804, restaurante que fue fundado en el año 1949, el mismo año en que yo nací, es decir, la tira de tacos de almanaques hasta juntar más de 64, siempre ha tenido como reclamo en su puerta a un portero vestido a la usanza de aquellos tiempos -en esta ocasión era un empleado llamado José Mato- con un trabuco en la mano que data, y al parecer así lo lleva marcado en su coracha, de 1837. Pues como la policía es tan lista que cuando ve una colilla en el suelo de una acera dice, categóricamente: -¡Aquí han fumao! los "locales" -entiéndase que la policía municipal y no los majaretas que andan por las calles-, le pidieron al empleado la licencia de armas y que les entregase aquel armatoste dispuesto para matar, hasta el punto de que volvieron al coche patrulla y se pusieron los chalecos antibalas. Ante la negación, enviaron a la Guardia Civil, que hizo un rastreo del local y de las armas, más que en desuso, que decoran sus paredes. Mucho más serio este "cuerpo", parece que los agentes se rieron por lo hondo de la metedura de pata de sus compañeros, pero, a pesar de ello, conminaron al hijo del propietario de tan afamado y conocido restaurante, don Félix Colomo, a registrar dicha arma -trabuco de 1837- en las dependencias de la benemérita entidad. Digno, queridos amigos, para una nueva serie de "Torrente", para los chistes de "Chiquito de la Calzá", o para la antología de Mérimée, Richard Ford, Davilliers o Walter Starkie, entre otros.
La pobre de Ana Botella no para de desgracia en desgracia. Entre su inglés olímpico cafetero, la cola que araña del caso Madrid-Arenas, del que se ha despegado con una habilidad de tigresa, la huelga de basuras, el descontento generalizado de una capital de España que va a menos en turismo, vuelos y querencias y, ahora, el cachondeo del "trabuco", que ya ha dado la vuelta a medio mundo, mejor es que se retire de la alcaldía, donde está por ser quien es.
De todas formas, si algunos de mis blogueros viven en Madrid, que no sean tan ingénuos como para comprar a sus hijos esas pistolitas de agua que tanto distraen a los chavales, ni tiradores de horquillas para lanzar bolas de negra pimienta, ni gomas para lanzar balines, al menos que quieran sufrir los excesos de la Policía Local y quieran pasar por la Comandancia de la Guardia Civil para registrar esos artefactos con los que tantos niños de mi generación hemos sido felices. ¡Qué país! ¡Cosas!
Ya ves en manos de quienes estamos.
ResponderEliminarUn abrazo
Perdona, Emilio, pero no me lo puedo creer, ni siquiera con esa alcaldesa a la que nadie a votado y que tan a gusto se encuentra en el cargo con lo grande que le cae el sillón...
ResponderEliminarCon Madrid está ocurriendo lo que en Valencia, que uno en la distancia no comprende cómo están alimento allí a semejantes elementos inútiles y trincones.
Todo esto es, como tu das a entender, increíble.
Parece una broma, Joaquín, pero no lo es. Ya te puedes imaginar en qué manos estamos.
ResponderEliminarQuerido Ángel: tan verídico como los chistes del inolvidable Paco Gandía, con nombres y apellidos, escuchado en directo por lso protagonistas "acusados" en el caso: el falso bandolero y el hijo del dueño de tan conocido local, en el que entrado en alguna que otra ocasión cuando he ido a Madrid. Es increíble, pero no tenemos más remedio que creerlo en esta ocasión. ¡Fíjate quién es la alcaldesa de Madrid, quién manda en España..., los de siempre, los hijos de..., los nietos de..., los bisnietos de...., las mujeres de los hijos de... ¿No te suenan los apellidos de Aznar o de Gallardón, por poner sólo un ejemplo?
ResponderEliminarDe acuerdo en casi todo, excepto que Ignacio González tenga la tendencia política que dices. Un saludo.
ResponderEliminarUn gran lapsus imperdonable ya corregido gracias a su toque de atención.
ResponderEliminarAgradecido.