jueves, 28 de noviembre de 2013

DESDE MI TORRE: EL PLACER DE LA AMISTAD


Lástima que, en contra de lo que hago siempre, el martes se me olvidó la cámara de fotos compañera y no pude fijar uno de los momentos más inolvidables en un almuerzo que disfrutamos Luis Adame -nuestro anfitrión-, con  el cantaor Antonio Fernández "Fosforito", con los guitarristas Víctor Monge "Serranito" y Manolo Franco, y con el último artista ganador de la Distinción Compás del Cante", Manuel Moreno Maya "El Pele", los cuatro artistas miembros del Jurado del Concurso Nacional de Arte Flamenco que se está celebrando en la ciudad califal, en la que habito desde finales de 1995.

La amistad de años se pone de manifiesto cuando uno goza de estas oportunidades. Entre platos excelentes de una cocina tradicional, en un lugar céntrico que no conocía, llamado "El Mesón de los Lobos", en la misma plaza de San Hipólito y muy cercano al Gran Teatro, hablamos de lo humano y lo divino del cante, del baile y de la guitarra, del ayer, del hoy y del futuro, con algunas ilustraciones sonoras por parte de "Fosforito" y de "El Pele", que nos descubrió su vena lírica cuando nos cantó la célebre "Granada" de Agustín Lara en su clasicismo más puro de tema de altos vuelos y por bulerías, no extrañándonos a ninguno de los comensales lo que un día le dijese Monserrat Caballé en Barcelona cuando la sorprendió igual que a nosotros: -Mire, mientras usted canta maravillosamente por mis registros, yo sería totalmente incapaz de cantar como usted lo hace. Es un auténtico genio.

Y el gitano cordobés, con esa sonrisa humilde y pegadiza que lleva como bandera, se puso más ancho que alto con el piropo de esta diva internacional que también goza de la simpatía del cantaor. ¡Qué almuerzo más feliz comentando tiempos pasados y el porvenir del Arte Flamenco! Entre anécdotas, chistes del momento, recuerdos ilustrados por soleá y seguiriyas de mi barrio de Triana alabando al inolvidable Tomás Pavón, se nos pasaron las horas con la rapidez del agua por los arroyos. No queríamos levantarnos de la mesa de tan a gusto que estábamos, pero ellos tenían que volver a las sesiones del concurso. Por mi, sólo con algunas prisas de un viaje ineludible, me hubiese quedado allí hasta que la vida nos echase. Compartir con estos maestros un buen rato de la vida, es un gozo impagable que jamás se puede borrar de la memoria.

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