No me tomen en cuenta el título de la página, porque sólo pueden defraudar a Hacienda, presuntamente, sin cometer delito, aquellos que, como el señor Iñaki Urdangarín, hayan pegado un braguetazo tal que muy conocidos medios de comunicación, de todos conocidos, miran para el lado opuesto silbando, y algunos fiscales, entre ellos el general del Estado, tratan de quitar importancia al caso. Parece que haya una operación con el lema de "Salvar a la infanta" y, ya que se va a por atún, por qué no al duque. Así que ni se les ocurra, porque ni ustedes han metido un braguetazo real, ni han sido duque de Palma -ya quisieran haberlo sido de la barriada de Palmete o de La Palma del Condado-, ni conocen a un amigo fiscal, ya que al único fiscal al que conocen, pero con capirote, es al de su hermandad del barrio, que no vale para estos casos, a pesar del poder fáctico de las hermandades.
Ni usted, ni yo, ni nadie de los mortales que nos hemos llevado toda la vida para conseguir una pepla de pensión, gozamos del suficiente dinero para defraudar al organismo más negro y omnívoro de España: la temible Agencia Tributaria, la bruja del escobazo que es Hacienda, aún más temida que la Brigada Político-Social de la era franquista. Usted se equivoca en diez euros y, por aquello de la paralela, ya tiene embargada la nómina, le llaman al orden y también le llaman estafador, le recuerdan que Hacienda somos todos, y que usted no sabe vivir en una sociedad civilizada al querer escaquear al fisco esa cantidad de dinero que debe revertir en ella, en la propia sociedad, por los servicios que el Estado le presta. Y a usted no le llega la camisa al cuerpo y se acojona, argumentando, casi sin palabras, que sólo ha sido una equivocación, un traspapeleo que no volverá a ocurrir.
Pero si usted se llama como se llama este señor, que fue un excelente genio con las manos en el balón, y ahora -también presuntamente- lo es con el balón del dinero ajeno en la mano, y defrauda a Hacienda 281.000 euros -que se sepa- en cuatro años, como la media no llega a 120.000 anuales ese distraimiento, ese traspapeleo que a usted lo tuvo sin sangre por la equivocación de diez euros, es un excelente ciudadano al que no se le puede acusar de delito fiscal. Claro está que eso es mentira, porque si usted se llama Pepe López, o Emilio Jiménez, a usted, a mí, y a mis muchos amigos, esa Hacienda, tan benevolente con algunos, nos arruina la vida. Así que ni se les ocurra a ninguno de mis lectores infringir las normas de la desigualdad.
Ya lo escribí hace mucho tiempo desde esta "torre" de mi nacencia: que el duque deportista se nos iría de rositas..., y se va, claro que se va. Y su santa esposa, ya se ha ido, ya se han puesto todas las trabas, no ha cometido delito fiscal ni personalmente ni por medio de la sociedad de ambos. Ya no es suya la sociedad de "Aizoon". La infanta -así lo dice la Audiencia de Palma- no conocía las supuestamente actividades irregulares de su marido con el Instituo Nóos. Y me pregunto, hago rápido examen de conciencia a manera de ejemplo: yo me presento con un "Mercedes" último modelo en casa, tiro fajos de billetes de 500 por el salón, me compro diez trajes de Hugo Boss, cambio mi vida de repente, compro un palacio, vivo del cuento, y Lola, mi difunta esposa, antes de meterme dos guantazos de plano lo primero que hubiese hecho es decir que de dónde, que si me ha tocado la lotería, que si trafico con cocaína, que qué he hecho para tener tanto dinero de pronto. En este caso -faltaría más-, la infanta no sabía nada, lo que me da en pensar que o no se hablaban, o ella había tenido una repentina ceguera tras recibir los rayos azules de los ojos de su esposo...
¿A quién quieren engañar estas instituciones que dicen trabajar por la libertad y la democracia? ¿Sólo ellos, por el lugar que ocupan, son los listos y los demás unos analfabetos? Nos tragamos los sapos, porque no tenemos más remedio hasta que el núcleo estalle, pero lo que jamás conseguirán por muchas páginas de prensa a favor del delito de este señor -porque no es otra cosa-, y por muchos espacios y tertulias radiofónicas penosas, por muchas defensas que hagan fiscales, abogados y magistrados, es que el señor Iñaki Urdangarín no debe eludir la cárcel, porque por menos, por mucho menos, han entrado en la trena miles de inocentes que no supieron acertar con dedicarse a la política, ni pegar un braguetazo de lujo.
Como dice mi maestro Burgos cuando contempla una injusticia: ¡Aquí no passssa nada!
Querido Ángel: sin querer le he dado a la tecla "eliminar" y no de deja recuperar tu correo. ¿Puedes enviármelo de nuevo? Estoy totalmente de acuerdo contigo. Es difícil fiarse de nadie. Ya lo dijo aquel loco bendito: "Nuestro Señor Jesucristo / nació en un pesebre; / donde menos se espera / salta la liebre.
ResponderEliminarMándalo de nuevo, por favor.
Pero que vamos a esperar de un país donde se mantienen los privilegios de un rey ¿Qué aporta Juan Carlos de Borbón, un individuo que junto a Franco firmó sentencias de muerte, a España? ¿Quién puede creer en una constitución manteniendo como institución democrática a una familia real como la española?
ResponderEliminarEste muchacho,pese a cometer múltiples delitos, no creo que duerma ni un solo día en la cárcel. Pues eso: ¡Viva España!...y Jerez.
Pues te hablaba de Torres-Dulce, el liberador del "malo" cuando éste estaba ya mirando a los calabozos de Dog City. Recordaba su pasión por el cine y sus colaboraciones con Garci en programas inolvidables, y que yo le había cogido afecto... Y que, bueno, que en esta "película" parece que hace de director que se ciñe, fielmente, a lo que le ha escrito el guionistas. Algo así, Emilio, nada importante, sólo una reflexión sobre un hombre que por su cinefilia me caía bien.
ResponderEliminarYa ves cómo ha acabado el cinéfilo: intentando echar una manta zamorana a todo un caso de corrupción más claro que el agua. España entera sabía que esto no pasaría de donde ha pasado: un poco de mareo a la perdiz, un paseo por aquí, otro por allá, unas fotitos en la prensa para guardar las formas, y... a volar Iñaki, que aquí no pasa nada. Nos manejan como les da la gana. Lo peor es que nosotros no nos acostumbramos a manejarlos a ellos en las urnas.
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