Mi paisana trianera Susana Díaz, que se va a salir del sillón de tanto atracón de títulos, agasajos y homenajes, a menos que acuda pronto a "Nature House", ha entrado tan de lleno en la política andaluza, y hasta nacional, que ya está asfixiando con su cuerpo y metiendo el miedo en el cuerpo no sólo a los habitantes del antiguo Hospital Central de Sevilla, sede oficial del Parlamento Andaluz -con el yuyu que habita entre sus paredes, según algunas leyendas sevillanas-, sino hasta los que, como Rubalcaba, tienen un sillón -inarrancable- en el Congreso de los Diputados, pegado al culo con "Imedio" y "Lostite".
Ha empezado fuerte esta chica que en su barrio pasó tan desapercibida como para que no la recordemos como delegada del Distrito del arrabal más famoso del mundo. Y escalando, escalando, como Pérez de Tudela, y llorando como la virgen de la calle Pureza, ahora tiene la sartén por el mango -no la de la cocina, para que no me tilden de machista, sino la del Poder más absoluto de ese socialismo que está más despistado que un bizco en un cruce-.
Se quiere quitar de en medio a sus moscas cojoneras, como al onubense Mario Jiménez, al que no sé por qué le tenía yo, como ella, cierta manía. Quiere clarear el mapa de nubes y borrascas. Ha dicho -no lo he dicho yo, como siempre pronuncia Peñafiel- que no va a soportar ni permitir ningún manejo de corrupción, aunque una cosa es predicar -el clásico bla, bla, bla de los políticos- y otra es ajustarse a lo prometido. Ya saben ustedes el lío de los sindicatos y de algunos políticos andaluces que se han metido una vida de jeques con el dinero público: ayudas a Venezuela, a países del Caribe, a la Cuba de Castro, a repúblicas rusas, y a mesas con mantel de cinco estrellas, fiestas, mariscadas de hambrientos, cocaína de nuevos ricos, mujeres de buen ver en los guetos clasistas de las grandes urbes, políticos y sindicalistas en el punto de mira de la juez Alaya, políticos y sindicalistas que han engordado a sus amigos y han cebado al señor Pastrana -que también se ha quitado de en medio, como hacen todos, en el momento oportuno-, políticos de bares, sin apenas ética, y sindicalistas no tal como soñaba Pablo Iglesias, no de la defensa en verdad de los obreros, sólo paniaguados sindicalistas mediocres, pero muy listos para jugar con el dinero ajeno.
Y aún estando el caso de las barbaridades cometidas por UGT en los juzgados, a pesar de la nefasta imagen que ha dado tan simbólica institución, manejada siempre desde el PSOE -su fundadora-, su secretario general, todavía más pegado al sillón que Rubalcaba, el extremeño Cándido Méndez, más famoso en su tierra que sus grandes paisanos Francisco Pizarro o Hernán Cortés, consigue de Susanita, de la gran Susana, de la Excma. e Ilma. Sra. doña Susana Díaz Pacheco, seis millones y medio de euros, una limosna, amigos, calderilla común con la que se premia a lo mal realizado, al robo sistemático, al crecimiento personal de estos nuevos señores de la fauna ibérica, tan dada a ganar batallas en comandita como a generar escándalos.
Toda esta derrama la justifican por los cursos y asesoramiento que dicho sindicato ofrece (?) a los parados, a aquellos que por su manifiesta gestión se encuentran en el paro y, muchos miles de ellos, en el umbral de la pobreza, lo que choca en una comunidad riquísima en recursos naturales y de hombres y mujeres capacitados para alzarla desde su lamentable situación, una comunidad infravalorada por culpa de todos los políticos que hollaron su solar. Y se entregan, sin más razón que la del paisanaje político, seis millones y medio de euros, más de mil ochenta millones de pesetas, a quienes salen casi a diario en las portadas de la prensa por corrupción, ocupan los principales foros radiofónicos en su contra, y son apertura de los grandes noticieros televisivos.
Si un sindicato quiere existir, que se alimente tan sólo de la cuota de sus socios sindicados, pero sin un solo euro del erario público. No se puede estar subiendo los impuestos de manera desorbitada, cuando está bajando la calidad de la enseñanza, cuando se están eliminando paulatinamente las ayudas sociales a los más necesitados, cuando apenas si existe la, hasta hace poco feliz, ley de dependencia, cuando baja a ritmo acelerado nuestra atención sanitaria...
La Excma. e Ilma. Sra. doña Susana Díaz Pacheco, ya está subida a la cumbre del Poder. Ahora sólo hace falta que baje de la nube, que empiece a trabajar en serio, que se quite de en medio, urgentemente, a tanta morralla como la rodea, y que ejemplifique su cháchara de estos días en la conformación de una Andalucía poderosa y fuerte en el Estado español, una Andalucía en la que no haya parados y en la que avance, como debe ser, la prosperidad de las familias, una Andalucía que no sólo sea el coto privado del PSOE ni una almáciga de votos, sino un ejemplo claro de prosperidad, siendo nuestra Comunidad, tal como pedía Blas Infante, una muestra ejemplar para sí, para España y la Humanidad.
Claro está que, para eso, hay que quitarse la corona de reina por un día, olvidar los aplausos de los muchos paniaguados, ponerse el chándal de trabajo y correr hacia adelante con el valor necesario para salvar a un pueblo que va camino de la desesperación.
Con estos 6,5 millones de euros queda claro que este "desgobierno" de la Sra.Díaz no es más que la continuidad de los de Chaves y Griñan. El mangazo continúa y los andaluces seguiremos siendo los "farolillos rojos" en cuanto a los parámetros económicos, sociales, culturales, etc, etc, no ya sólo de España sino de Europa. Los "Treinta años de nada" van camino de convertirse en cincuenta. Triste, muy triste, Emilio.
ResponderEliminarEsto, José Luis, es más deprimente que el anuncio de este año de la Lotería de Navidad, que te entran ganas de llorar. Claro que es la continuidad de los mangazos progresivos de Chaves y Grñán. ¿Le ha pasado algo a Chavez? Nada. ¿Le ha pasado algo a Grñán? Nada. ¿Le va a pasar algo a Carlos Fabra? Nada. Los políticos son los políticos: dioses de nuestro tiempo, caraduras ilesos de estos tiempos que nos ha tocado vivir.
ResponderEliminarNo es triste, es para llorar profundamente, como con el anuncio de marras.