jueves, 4 de julio de 2013

DESDE MI TORRE: TIEMPO DE CALORES



Cuando el calor, la calor, o las calores aprietan, a mí se me aflojan las carnes y me vengo abajo y me derrito como un "pochicle" que va chupando un niño por cualquier pueblo o ciudad de Andalucía. Porque es que aquí las altas temperaturas -a las que no acabamos de acostumbrarnos por más que digamos que tenemos el valor de soportarlas- son de descabello inmediato y fulminante, de muerte instantánea, de agobio presentido desde que se pone el pie en la calle a las nueve de la mañana. El abundante parque automovilístico de las ciudades, la proliferación total de aires acondicionados y el "glorioso" triunfo de los nuevos urbanistas, arquitectos y diseñadores de espacios, que se cargaron las fuentes para llenarnos de hormigón, han sumado varios grados a esta época anual que te deja sin aliento.

Pero, si aparte de estas circunstancias los políticos están todo el tiempo dale que dale y añadiendo más leña al fuego canicular cotidiano, los termómetros suben y suben... Normalmente, lo que pasa en España no es para que uno se acalore, sino para dejarnos helados. Los bárcenas, urdangarines, blesas, las álvarez, los alcaldes de cualquier pueblo, los "eres", los "gurtel"..., deberían dejarnos congelados. Pero el sistema climático ha cambiado para que tanta desvergüenza se nos convierta en sonrojo y en auténtico bochorno, con lo cual no hay indicador que marque, fiablemente, a qué temperatura nos encontramos, ya sean las tres de la madrugada o las cuatro de la tarde.

El gran Antonio Machado nos dijo que una de las dos "Españas" habría de helarnos el corazón. Hoy, salvando a sus habitantes de a pie, a esas clases trabajadoras que se han ido cargando a golpe de esa charanga de la llamada globalización, la única España que existe, se protege y mantiene, es la de los corruptos, a los que nadie puede ponerles las manos encima gracias a las triquiñuelas legales de los muchos poderes fácticos que existen. Cuando la injusticia sube, cuando la ira se levanta, cuando la sangre se estira como un látigo que intenta levantarse contra los que siguen pisoteándonos alegremente, el calor, la calor, las calores suben y suben y suben hasta que el termómetro revienta en el momento más insospechado.

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