Nunca tuvo suerte con la imagen de su Cristo la Hermandad de las Cigarreras, paso que representa el momento en que es azotado en la columna. El primero, según las crónicas, era un auténtico bodrio, que fue sustituido por este de la imagen, demasiado grande y fuerte. Se cuenta, y así entre otros lo recoge Eugenio Noel en su libro "Semana Santa en Sevilla", que era demasiado hermosote. Dice así el autor madrileño: Este Paso es nuevo; es decir, el nuevo es el Cristo. El antiguo era un mamarracho, a quien dos judíos flagelaban sin piedad, y a quien, indudablemente, "daban de verdad", tal era su aspecto horroroso. El Cristo de hoy es una muestra de la poquísima fe que tenemos en los Misterios; como estatua, recuerda el "Hombre que marcha", de Rodín, y es un hombronazo de músculos prodigiosos, con un pecho en el que cabe la Fábrica de Tabacos entera.
Tan grandote era que las traviesas mujeres cigarreras lo compararon con el cuerpo del administrador de la Fábrica, hombre alto y de gran complexión física. Maquinaron entre ellas, y en una Semana Santa una de las mujeres no tuvo mayor ocurrencia que cantarle esta saeta, preñada de guasa, a la Virgen de la Victoria:
Mare mía de la Victoria,
qué penita y qué doló
que te han quitao a tu Hijo
y te han puesto ar pagaó.
¡Las cosas con ángel de la Sevilla popular! Afortunadamente, la imagen fue sustituida en 1974 por la actual, obra de Francisco Buiza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario