EL MERCADO QUE SOBREVIVIÓ A LA DESIDIA
En Sevilla, tan eterna, hay edificios que se resisten
a morir a pesar del mal trato y el desprecio
al que de siempre los han sometido y vejado los munícipes encargados de
su conservación. Uno de ellos, que pasó por todas las adversidades desde la
decisión del Ayuntamiento de construir una lonja moderna para el recibimiento y
venta del pescado, cosa que ocurrió allá por 1861, fue este Mercado del
Barranco que, como Ave Fénix, va a resucitar de nuevo para establecer entre sus
cuatro bóvedas de hierro una novedad que está triunfando en Barcelona y Madrid,
llamados mercados gourmet o de delicatessen varias, que no sé cómo funcionará
tal como está el patio, aunque hay mucho rico y sibarita por ahí.
A pesar de estar en orilla sevillana, El Barranco
siempre ha pertenecido en espíritu a Triana, tal vez porque fue aduana, hasta
1970, desde la margen izquierda, de trasiegos y duermevelas en sus muchos años
de actividad.
Parece que el diseño se le encargó a Gustave Eiffel
(que aparece y desaparece en los papeles), aunque sí es seguro que el proyecto
se encarga a Portilla White y Cía, sociedad formada por Isaías White y los
hermanos Portilla, empresa sevillana que tenía sus fundiciones cercanas a la
misma estación de Plaza de Armas, en la calle Arjona, número 4.
Como desde entonces no ha cambiado Sevilla en esto de
las esperas para ver un sueño terminado, desde la decisión en 1861 se tardan
quince años en encargar el proyecto y siete años más tuvo que esperarse para
ver la obra terminada en 1883, llevando la dirección de las obras el arquitecto
José Sáenz López. Más o menos como ahora. Le tengo fe a esta planta
cuadrangular del Mercado por haber estado siempre en mi mirada. Nació 66 años
antes de que yo naciera, y aún sigue viviendo, como nuestra antigua Semana
Santa. Hoy, que tantos cambios quieren hacerse en Triana, deberíamos acordarnos
de esta imagen de hierro galvanizado y cristal que lleva conviviendo con
nosotros, con su misma estructura, desde hace 129 años.
Yo nací y sigo viviendo con la estructura de El
Barranco en mis pupilas. Yo crecí cuando mi padre iba a que sus amigos le
llenaran el maletín de cuero duro de pescados del día que venían de Sanlúcar o
Cádiz. A mí me da cierto placer el contemplar que a nadie se le haya ocurrido
cargárselo, como quisieron hacer con el propio Puente de Triana, al que
quisieron desbancarlo por uno nuevo. Pocas voces y muy pocos gritos de
protestas. Sólo la seguiriya del cantaor Antonio Suárez, que publiqué en el
vespertino “Nueva Andalucía” dio cuenta del milagro de su salvación: Al puente de Triana / no han poío
errumbarlo/ porque allí vive la Virgen del Carmen/ que jace milagros…
Milagroso es, sin duda, que el Mercado del Barranco, desde su
inauguración en 1883 siga en pie, y es también un milagro el que el Puente de
Triana siga vivo desde su nueva reinauguración el 22 de Marzo de 1976, cuyas
obras dirigió el ingeniero Juan Batanero, siendo alcalde Fernando Parias Merry.
El Barranco, a pesar del olvido de décadas, rescatado
como oficina de información turística en 1992, albergue de indigentes, sala de
exposiciones varias y hasta lugar donde el alcalde Monteseirín –tan visionario
él- quiso montar un “Centro de interpretación de la Semana Santa”, aún sigue en
pie y sobrevive a la desidia.
¡Qué gran ocasión perdió Triana para haberlo pedido
como auditorio del viejo arrabal y museo virtual de sus encantos!
(Triana Crónica. Nº 20. Octubre de 2012)
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