Desde hace muchos años, en los hogares existía lo que los sociólogos y médicos dieron en llamar el síndrome del nido vacío, soledad que hacía enfermar a los mayores cuando sus hijos abandonaban el hogar, bien por trasladarse a trabajar a otro país, o bien por dejar el hogar familiar para la creación de su propia familia o para convivir con su pareja. Cuando los hijos se iban emancipando, en el fondo los padres tenían la alegría de que lo hacían porque estaban situados y tenían una profesión lo suficientemente remunerada para hacerlo. A lo largo de los años, habían dado todo de sí para que ellos, en algún momento de la vida, dijeran adiós. Cada día, seguían contemplando sus habitaciones vacías, sus sillas vacías en la mesa, el hueco en sus roperos y, sobre todo, sus conversaciones, risas y problemas. La casa se convertía, desde ese instante, en un gigante mudo que sólo habitaba un mar de recuerdos. La soledad y la tristeza sólo se alteraban con la visita de esos hijos, cada vez más distanciada y, al cabo del tiempo, con las sonrisas leves de los nietos. Pero, al fin y al cabo, ese síndrome era una dualidad entre la amargura de la pérdida y la alegría de lo bien hecho. Ellos se habían sacrificado, pero ellos tenían un futuro por delante lleno de esperanzas. Alguna vez, también a esos hijos les llegaría ese momento profundo de contemplar el nido vacío. Es la mecánica de la vida.
Pero en estos tiempos modernos, en los que la economía de los países se ha caído de bruces por la insaciabilidad de los cuatro trust económicos que manejan el mundo, todo es absolutamente distinto. En nuestro país, donde estamos cercanos a los seis millones de parados, 5.778.100 para ser exactos, los políticos y empresarios corruptos campan a sus anchas; el 39% de las familias monoparentales está en el umbral de la pobreza; la juventud no tiene donde emplear sus manos y más de 300.000 no han tenido más remedio que irse al extranjero, y el 83%, entre los 18 y 29 años está pensando en hacer las maletas..., en nuestro país, decía, muchas de esas familias de nueva creación que en su día dejaron vacío el nido de la casa familiar, ahora vuelven a ella, vuelven a llenar ese nido acompañados de sus respectivas parejas y de sus hijos, pero, desgraciadamente, no con las manos llenas, no para acompañar a sus padres en la vejez, sino para volver a vivir de ellos, de la mísera pensión que tienen. Sus empresas los han echado a la calle de la noche a la mañana, sin explicación alguna y, en muchos casos, sin indemnización; los han desahuciados de sus viviendas por no poder pagar la hipoteca y no tienen para llevarse nada a la boca. Y los padres, ya viejos, cuando al menos deberían vivir tranquilos, se encuentran con la ingrata revancha de la vida: un nido lleno de nuevo, pero unos hijos frustrados y sin porvenir alguno, seis o más personas viviendo bajo el mismo techo y poco dinero para llenar la olla y que sobre algo para algún imprevisto. Ya está el nido lleno, pero aparte de sus hijos, con sus yernos y sus nueras y con una grey infantil. Un nido lleno siempre esperando el mañana, que cambie la cosa, que todo, o parte, vuelva a ser como fue. Pero cuando 85.000 se han sumado este mes a esa triste cifra del 25,02% en paro, se hace difícil la esperanza. Ante tanta desgracia, algún político imbécil dijo que vivimos en el estado del bienestar, y hace unos días el cínico de Montoro nos aclaró que los presupuestos que aprobaron son los más sociales de toda la historia de la Democracia. Para llorar..., o para callarle la boca con un buen guantazo... ¡No hombre, no, con un cuchillo en la boca y una sonrisa, como ha dicho don Juan Carlos!
Nunca me pude imaginar que llegaríamos a esta situación a estas alturas de la vida. Ha sido un visto y no visto. Creíamos tener superada la anterior etapa y ahora vuelve todo con mayor virulencia aún. Los mayores ya lucharon y se sacrificaron bastante, ahora se merecen descansar, pero difícilmente podrán hacerlo viendo a sus hijos con tantas dificultades, en paro, sin dinero... Y si de verdad no hubiese dinero para nadie pues mira, te aprietas o lo que haga falta, pero cuando ves el derroche de esta gentuza, a todos los niveles, las políticas que están aplicando, los recortes sociales tan tremendos y ellos cada vez más ricos y el resto cada vez más pobres. Y lo solos que estamos. Lo explicas muy bien.
ResponderEliminarYo, como bien sabes, tengo, hasta ahora, la suerte de tener a mis tres hijos bien situados. ¿Pero quién me asegura que mañana no será así? Es lo que está pasando en miles y miles de hogares, más de los que nos imaginamos y nos cuentan las crónicas. Todo esto está perfectamente estructurado para que sea así. Por eso, si el gobierno no lo soluciona es que no quiere. Que dejen de decir idioteces y que se marchen. Entraron para solucionar lo anterior y nos han arruinado la vida.
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