Si por ventura yendo en romería
sentís, doña Leonora, el gusanillo
rabón y contumaz de un monaguillo
que os tienta con secretas porquerías
nada al abad diréis, porque lo haría
sin dilación capar siendo un chiquillo
que apenas si le dio gusto al gatillo,
torpe aún en tan dulce puntería.
Consentidle más bien, doña Leonora,
que escarmiente su vicio en vuestras tetas,
porque holgando con vos en una hora
sanará ese tumor de su bragueta
y haréisle tomar hábito, señora,
cuando menos de recio anacoreta.
Hizo así la indiscreta
y tanto le gustó la medicina
que olvidóse de tríduo y sabatina.
José Antonio Ramírez Lozano
Gracias , Emilio.
ResponderEliminarJA Ramírez Lozano
Gracias siempre a los poetas que nos hacéis disfrutar con estas cosas bellas en una España negra.
ResponderEliminarMi correo: emiliojd@gmail.com
Un abrazo.