Señor José Bretón: No sé si alcanzará usted en entender el calvario a que está sometiendo a su familia, que está totalmente destrozada, y por extensión a toda una sociedad que está viviendo, día a día que pasa, la desaparición de sus dos hermosos hijos, Ruth y José. Usted sabe dónde están y quién o quiénes los guardan. Lo ha dicho a los medios de comunicación y a la propia policía: -Los niños están bien. ¿Cómo puede decir entonces que se los secuestraron del llamado Parque Cruz Conde?
Hoy, precisamente, se cumplen tres meses de esta rocambolesca historia a la que sólo usted puede poner fin. ¿Ha pensado en las navidades que han podido pasar sus hijos fuera del cariño de sus padres? ¿Ha pensado en la tristeza de esa noche de reyes que ya jamás olvidarán? No sé qué se le ha podido atravesar por la cabeza para hacer lo que ha hecho, y por qué insiste en seguir embrollando este misterio que anidó en su imaginación. Sólo bastaría que usted dijese la verdad, dónde se encuentran, para que todo tuviese un final feliz, para que esa madre, descarnada por las circunstancias, volviera a sonreír, para que todos los que estamos sintiendo en nuestras almas este inconcebible aldabonazo respiremos tranquilos.
Las calles, bares y comercios de Córdoba están llenos de carteles con las fotografías de sus dos hijos desde el pasado 8 de octubre, y no dejamos de pasar un día sin mirar sus caritas inocentes, de pensar en ellos cuando vemos a los críos corretear por los parques y plazas, de dolernos profundamente porque ni siquiera la policía y la justicia pueden hacerle cantar. Usted está preso, pero ¿cree usted que ellos no lo están por muy bien cuidados que estén en casa de un lejano familiar o de un amigo? Sus hijos, por su culpa, llevan tres meses sin ver a su madre, a sus abuelos, tíos y primos; tres meses sin saber de sus amigos y compañeros de colegio; tres meses posiblemente llorando porque usted, un hombre hecho y derecho, no ha sabido afrontar con la madurez necesaria una propuesta de separación. La venganza más ruín ha sido la de esconder a sus hijos, después de varias semanas engañando a la policía, que ha movido cielo y tierra para encontrarlos, de secuestrarlos, que no es otra la palabra.
Sea valiente por una vez en su vida y diga dónde están. Aunque todo ya no será como fue, su esposa y la sociedad conseguirán que vuelvan a sus labios las sonrisas. Y usted, sea un hombre y apechugue con lo que dicte la Justicia. Todos sabemos que los niños están vivos, aunque muertos de tristeza porque usted le ha roto con su mente enfermiza, con su cobardía y con su estúpida venganza todo un mundo de ilusiones.
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