Algunas veces, me encanta repasar los viejos libros de mi biblioteca, parándome a observar sus hermosas ilustraciones a plumilla, sintiendo por entre sus páginas el olor que dejan sus hojas rancias, los relatos por los que se nota el paso del tiempo y el amable cuidado de sus ediciones. Dedícándome ayer un rato a esta agradable manía, que ejerzo al menos una vez al trimestre, me encontré con un antiguo ejemplar de la biblioteca paterna -que me encargué en su día de reencuadernar para su conservación-, del poeta satírico leridano del siglo XIX Manuel del Palacio y Simó, tal vez el mejor y más valiente poeta burlón de sus días, hasta el punto de que a causa de sus sátiras políticas, de matices liberales, fue desterrado sin piedad a Puerto Rico en 1867.
Si no fuese porque cambian los nombres, en sus "Cien sonetos políticos" (1870) puede contemplarse la actualidad española de nuestros días casi calcada. Con ese estilo quevedesco y punzante, el escritor no deja títere con cabeza y ya advertía a los gobernantes de sus tejemanejes y sus desafueros, insistiendo en sus sonetos -por otra parte, de una calidad lírica excelente- de que con esa forma de gobernar sólo conseguirían llevar a España a la ruina. ¿Nos suena de algo?
El libro que tengo en mis manos, que pertenece a la segunda edición de 1937, editado por la Librería General de Victoriano Suárez de Madrid, se llama "Chispas" (Glosas a la actualidad del fin de siglo XIX), y puedo asegurarles que no tiene desperdicio. Hoy, que por las circunstancias tanto y tanto hablamos de política, cuando hasta anteayer todo el cerebro lo teníamos a disposición del fútbol, conviene recordar la definición que de ella hacía este combativo poeta en unos tiempos que, como los de hoy, también eran muy difíciles:
Política: arte ramplón
que se aprende mal y pronto,
y en la española nación
es constante ocupación
de algún sabio y mucho tonto.
Tuvo por madre la intriga,
llamóla el favor amiga,
hiere una vez y otra halaga,
y según desune o liga
lo mismo pega que paga.
Esperemos que estos nuevos políticos que a partir de ahora van a gobernarnos, en principio durante cuatro años, sean sabios, no intriguen y hablen claro, y no utilicen puestos y prebendas para pagar los favores. Ni peguen, faltaría más.
¿No quedamos en que la clase política española se había degradado alarmentemente? ¿Pero a partir de cuándo? Curiosa y oportuna entrada ésta, Emilio.
ResponderEliminarCreo que esto nos viene de cuna. Los bandoleros me parece que ya aprendieron de los políticos y no al contrario.
ResponderEliminarY que le echen a la cosa una pequeña parte de la imaginación que tenía Manuel del Palacio, falta les va a hacer. Saludos, Emilio. José Luis Tirado Fernández.
ResponderEliminarNinguno serviría ni siquiera para dar lustre a los zapatos de este genial poeta satírico.
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