José Manuel Holgado no nos escatima nunca la verdad diaria que se encuentra por las calles. Y hace bien, aunque algunas nos duelan como esta que hoy contemplamos. La pinta de este sudamericano, que pide ante las puertas del Parlamento andaluz, es todo un poema, pero trágico. Un poema de desolación y de dolor. Ni siquiera nos atrevemos a describir su vestimenta estrafalaria, la bolsa de plástico con el logotipo más conocido del país, y esa especie de palo, utilizado de muleta, en el que apoya su brazo derecho. La vista se me ha ido, rápidamente, al abultado vientre, que delata, sin duda, el proceso agudo de una cirrosis irreversible, y a sus moradas piernas con las secuelas manifiestas de heridas que ya no cerrarán, cual un odre picado al que el vino se le saliese por todos sus poros.
Una muchacha, tal vez su compañera o su mujer, avanza hacia él con cierta cara de desconfianza portando en su mano algo que, ampliando al máximo la fotografía, me ha parecido dibujar como una especie de tetrabrik. Mucho me temo que sea de vino blanco, aunque prefiero no ser malpensado e imaginar que es un envase con leche que palíe en algo lo irremediable.
Fotografía: José Manuel Holgado
Texto: Emilio Jiménez Díaz
¡Pobre hombre!
ResponderEliminarTremenda la imagen a la que no sé cómo Emilio ha podido sacar palabras.
Algunas veces, José Manuel me hace casi desertar, pero no quiero dejar mudas sus imágenes, tan excelentes como tristemente reales.
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