No se sabe bien si la señora de la fotografía ha salido corriendo para no perder el horrible tranvía -llamado metrocentro por los cursis-, o es que huye de él, de ese espantoso bodrio que afea la parte más monumental de las calles sevillanas. Huye de él como Manuel Marchena huyó de la reedición de mi libro sobre el tema, cuando en la revisión le daba caña a ese proyecto que ideó su íntimo amigo Monteseirín. Ellos esperaban mi total entrega y halago a los nuevos modernizadores de Sevilla, y se encontraron con la mano crítica que no sucumbió a sus intereses. En el camino de ida, que jamás de vuelta, me perdieron el original así como multitud de fotografías, la mayoría de ellas inéditas, que aun siendo reclamadas por todos los medios han sido imposible recuperar. Bien que me decía mi madre que jamás tuviera amistad con ladrones. La inocencia me mata, y la confianza. De nada sirvieron las mil y una llamadas a su secretario, de infausto recuerdo, ni las repetidas quejas para su recuperación.
Esta mujer, de seguro huye de algo. Si ustedes me ven algún día de esta guisa, es que estoy huyendo de algún político: central o autonómico, del ayuntamiento o de la diputación, de izquierda o de derecha. Al final, todos te dejan el terror en el rostro.
Fotografía: José Manuel Holgado Brenes
Texto: Emilio Jiménez Díaz
“El progreso rodado”, Emilio, que lo llamó Don Cecilio en el poema que transcribes en tu magnífico libro (te agradezco el envío) y que bien puede adaptarse al contexto actual:
ResponderEliminarLimpios y bien presentados
hay unos tranvías nuevos,
un poco más alargados
que los otros, y pintados
también con yemas de huevo.
El público, complacido,
los elogia y los admira,
porque gran mejora ha sido
su menguado recorrido,
y el político impulsor
a este gran descubrimiento
llama, con gesto de honor
y muy serio “Metrocentro”.
Fenomenal. Cuando llegue de Barcelona te explicaré más detalles.
ResponderEliminarGracias, y un abrazo.
Nunca he sentido "míos" estos vehículos ultramodernos que no conozco por dentro, tanta es la carrera que dí cuando se inauguraron... Se me puede tachar de retrógrado, añejo y similares, pero lo cierto es que cuando salgo a pasear para ver Sevilla cada vez me llevo tapándome los ojos más tiempo... Y la torrecita de la Cartuja sube, sube, sube...
ResponderEliminarLo del libro de Emilio es una prueba del interés cultural, amor y respeto a la ciudad practicado por los señores salientes. Pero nunca admitirán sus errores que han pagado, bien pagado, en las urnas.
Y ahora esperamos no tener que decir lo mismo de los nuevos mandantes. Ya está bien de desastres.
... y hay que ver lo que dan de si las fotos de José Manuel y las palabras de Emilio.
Ahora, con los medios modernos, querido Emilio, no perderías tus originales, ni de texto ni de imágenes, porque entregarías un CD, ¿verdad? Y tal como lo cuentas, me da en la naríz que hubo alguna mano negra detrás de esa pérdida y quien sabe, si, además, textos tuyos están en otros libros y firmados por otros.
ResponderEliminarLa oronda que corre en contra de la marcha de ese tranvía en la Avenida, creo más bien que perseguía a uno que le había "perdido" el bolso de un tirón, cosa que tristemente pasa de vez en cuando en estas vías frecuentadas por forasteros confiados en que están en un país "civilizado, decente, educado y honrado", dada la formación que nos están dando los dirigentes, como modelos sociales.
El secretario de este nefando y (ro)bando señor Marchena, era Pascual Segarra. Me daba más pases ante mis llamadas que Jesulín a una pobre vaquilla. El caso es que perdí todo el material, que seguro han utilizado y están utilizando, como también me hizo Nicolás Salas, que sacó un libro sobre los tranvías que bien hubiera podido firmar ya, porque páginas y páginas son de mi cosecha. Los derechos de autor en este país están tan pisoteados como los humanos. Si yo hubiese sido Salas -aparte de que me debería haber regalado su (mío) libro- me hubiese dado vergüenza actuar de esta forma. Escribo cada día mirando a Sierra Morena, cuyas preciosas vistas se ven desde mi estudio. Pero sus bandoleros ya habitan en Sevilla, y a los hechos me remito.
ResponderEliminarEste tal señor Marchena, y su secretario, se creían que yo era uno más de los mindundis que por Sevilla habitan esperando las prebendas del Poder. Chocaron en hueso, no pudieron conmigo, con las pedidas alabanzas a esa mierda de tranvía. Pero una cosa es eso, y otra que me hayan robado por la cara los originales, que no me han devuelto después de dos años de reclamaciones insistentes.
ResponderEliminar¡Qué panda de sinvergüenzas!