XI
Yo también te pedía
que pasara este cáliz,
esta obsesión en llamas.
Pero no fue posible.
La verdadera angustia
venía de camino,
un ídolo flamante
adoraba mi cuerpo
y cada noche era
gozosa esclavitud.
Entonces pretendía
no apurar aquel rayo
de luna en tu mirada,
comprender la belleza
que retaba al silencio,
partir sin amargura
secándome el rocío.
Pero no fue posible.
El verdadero cáliz
estaba por llegar,
como si no existiese
la tierra prometida.
María Sanz
"Los pulsos cardinales"
2010
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