Sevilla. Calle Sierpes, a la altura del antiguo Teatro-cine Imperial, en el que las imágenes del celuloide dejaron paso a la huella cultural de la Librería Beta. No, no se ha desmayado ningún transeúnte despertando la curiosidad de los demás viandantes de tan ocupada vía. Los expertos trileros están embaucando a un montón de ciudadanos, jóvenes, maduros y ancianos, a plena luz del día, sin que ni un solo agente de la policía local asome su cabeza e imponga su autoridad. Con pasmosa habilidad, la bolita pasa de un cubilete a otro, y con sorprendente estulticia el personal lo ve tan fácil que se deja engañar tras haber ganado el gancho varias veces. Independientemente de que en estas aglomeraciones los carteristas hacen su agosto, parece mentira que a estas alturas de la vida haya tantos incautos que se dejan timar, haciendo caso omiso a las cientos de recomendaciones sobre el particular que, de vez en cuando, lanza la autoridad competente para prevenirnos. Pues nada, el ansia del dinero fácil hace caer en la red a más de cuatro, no sólo con el juego del triler, sino con el del tocomocho, el de la estampita, el nazareno o el billete marcado, que aún son los más célebres y rancios dentro del imperio del timo.
Claro, que para timos ensolerados y mayoritarios los que nos dan los políticos cuando llegan los meses previos a las elecciones. Con tal de alzarse con el Poder, mueven las bolitas del triler de la palabrería y nos prometen el oro y el moro que no tienen: trabajo estable para todos, viviendas subvencionadas, colegios gratis, pensiones equiparadas con los países más fuertes de Europa, conexiones del AVE a todos los puntos de la península, autovías, menos impuestos... ¡Jauja! Una vez que consiguen auparse en la poltrona, todas las promesas desaparecen, como la célebre bolita, y todos nos sentimos engañados sin tener a nadie a quien protestar. Los trileros políticos, como los de esta calle Sierpes, siempre ganan. Son genios del timo de masas. Los que ha retratado la cámara, siempre oportuna, de Holgado, son hermanitas de la Caridad a la vera de aquellos que nos roban impunemente el único tesoro que tenemos: la esperanza.
Fotografía: José Manuel Holgado Brenes
Texto: Emilio Jiménez Díaz
... y eso que el cartel de la película es para salir corriendo. La gente ya no ve por donde anda; el olor del dinero es prueba del sentido que impera en este nuevo siglo. Y sólo los fotógrafos (José Manuel) y los poetas (Emilio) ven más allá.
ResponderEliminarSí. El cartel de la película es de un abrazo de Pepe a Messi.
ResponderEliminarLo de los trileros es vieja historia. Hoy, Rubalcaba, o cualquier otro político -digo lo de Rubalcaba porque es más embustero que Pinocho-, superan a ese hombre del "Políngano" que intenta hacer su "agosto" particular. La imagen es de 1981, pero nada ha cambiado hasta las fechas.
... pues yo creo que es Rajoy, con un new-look moderno, el que trinca por el cuello a dos votantes que se le resisten y a los que está tratando de "convecer". Es el único trilero que veo; los demás se suponen. Falta la secuencia fotográfica que sigue..., pero cualquiera metía la cámara dentro del follón, ¿No, José Manuel?
ResponderEliminar... y ese Pepe que mencionas nunca llegará a ser "don José". Hay que ver qué modales... y qué cara; si sólo con ponerla por delante serviría para ahuyentar a los delanteros. ¡Sálvese quien pueda!
ResponderEliminarOtro "chapó" para Emilio.
ResponderEliminarY sí, Ángel, entonces 1981, era muy difícil meter la cámara en medio para "cazar" al trilero no político, se oiría el clik del obturador. Pero si fuera ahora, con mi digital totalmente silenciosa lo lograría sin problema, lo que pasa es que ahora no se ponen en la calle Sierpes... ahora están en los Parlamentos, los despachos, los ministerios etc. Hoy son plagas peores que las de Egipto.
¡Cuánto valéis amigos míos!