viernes, 1 de julio de 2011

DESDE MI TORRE: CADA DÍA MÁS HERMOSA


Será que me estoy haciendo viejo, que es cuando acuden a la epidermis y al corazón todos los sentimientos lejanos. Pero cada vez que voy a mi barrio y andurreo sus calles, casi siempre a pocas horas de haber nacido la aurora, me dejo llevar como un chiquillo y mis pasos siempre van al norte de Santa Ana. Miro su torre y veo mi alma espejeada en sus azulejos cobalto, torre unida a mi nacencia, a mi agua bautismal, al responso de mi abuelo, a mi anillo de boda, al bautizo de mis nietos... Torre a la que dirigí mi primera mirada, hace ya muchos años, cuando su sombra alargada se reflejaba en mi corral. Torre a la que aún se me va la vista con la veneración que requiere la liturgia del amor más imposible de explicar. Mi torre.

El domingo estaba emperifollada, acicalada como una mujer en días de grandes fiestas. Sus banderolas al aire semejaban rizos de aleluyas y alegrías. Quería estar guapa para el Corpus. Pero ella lo está siempre: vigía atenta del caserío, veleta de nuestra fe más profunda, oteadora del arrabal y de sus moradores, señorona del barrio. ¡Qué difícil es explicar los sentimientos! ¿Cómo puedo deciros el por qué me emociona cada vez que la veo tan cerca de mí? Parece que sobre sus piedras está grabada mi vida segundo a segundo, que ella espera mi regreso, que se emociona también cuando ve mis zancadas por Pelay Correa o por Pureza, que los dos nos abrazamos con una mirada que nadie puede contemplar y que respiramos el gozo más profundo al mismo tiempo. La vida me alejó de ella, y por eso, cada vez que vuelvo, bajo su sombra le tomo el pulso al arrabal. La busco por penúltima vez cuando me marcho, anclada casi en la linde más cercana del río.

Por dentro, cuando la pierdo de vista, se me atenaza el corazón. Por fuera, dos perlas recién nacidas brotan de mis ojos y corren como afluentes por las comisuras de mi rostro. Pero me voy más lleno, inundado de alegría y de paz al mismo tiempo. Mi torre cada día está más hermosa, o es que el domingo no se preparó para el Corpus, sino sólo para mí, para recibirme, para sentir una vez más el amor que le profeso.

Decía Chaves Nogales: "Para salvar estas indeterminaciones, haced desfilar los siglos sobre ella; evocad las razas que en esa llanura quisieron perpetuarse con sus piedras, con las mismas piedras que fueron propicias a todos los mitos; pensad en los soles que habrán saludado a sus murallas; imaginad que esta arcilla ha sido muchas veces alfarero, y demanda piedad, porque como la arcilla de Omar-al-Kayyan, ha tenido alma. Evocad, evocad. En el fondo de las arquitecturas supervivientes, ved las ansias imprecisas de otras arquitecturas acabadas y cuando llegue a vosotros el alma de la ciudad, gozadla toda entera. En lo que de ella sabéis y en lo que ignoráis".

Siglos me pasan por los ojos cuando la contemplo: rabiosamente fuerte, eternamente viva.


2 comentarios:

  1. Hermoso canto.
    No puedo evitar acordarme de don Manuel, el párroco que por enorme fortuna enviaron a Santa Ana. Gracias a su esfuerzo, su celo, su sentido de lo que significa la casa de la Abuela para Triana, nuestra "catedral", la Real Parroquia, la iglesia más antigua de Sevilla desde sus cimientos, luce como Dios manda.
    Si en el Ayuntamiento tuvieran el mismo acierto con los representantes que mandan a esta orilla, otro gallo nos cantaría.
    Ni con una estatua en la plazuela pagaríamos a don Manuel Azcárate lo que le debemos.

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  2. A don Manuel, como tú dices, habría que hacerle un monumento. El giro que está dando la iglesia de de cinto chenta grados.
    ¿Sabes por qué los pingorotes están tapados con una malla plástica?

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