Pocas cosas tan emocionantes como una hermosa mirada, cual la de esta guapa Carmen Montiel captada por el excelente fotógrafo Paco Sánchez. Se le podría aplicar la copla que anotó Gabriel María Vergara en su cancionero "Mil cantares populares amorosos" (1921):
Son tus ojos dos estrellas,
tus mejillas dos claveles
y tus labios dos corales.
¡Vaya una cara que tienes!
O esta otra, cuya autoría es de José Luis Rodríguez Ojeda, publicada en su libro "Mis letras para el cante" (2008):
Cuando te miro a la cara
se hace mi lengüita un lío
y no encuentro las palabras.
Los ojos, como hemos dicho en alguna ocasión por estos renglones, han sido inspiradores de poetas, bien por el color, por el tamaño, por la mirada, por la picardía, por la hermosura. Muchas son las páginas de nuestra literatura en las que los ojos de las mujeres son los auténticos protagonistas. Estamos comprobando, por medio de la copla popular, cuántas existen sobre los ojos que han dimanado de la inspiración popular, coplas que han sido cantadas por el pueblo y que se han ido transmitiendo por la tradición oral a través de varias generaciones. Llevamos doce días con este tema y son cientos las coplas que aún esperan el turno de salida. Así de generoso es nuestro cancionero. Proseguimos y vemos cuánto pueden alumbrar unos ojos en la copla anotada por Álvarez Curiel, publicada en su libro "Cancionero popular andaluz" (1991):
Para pasear tu calle
no necesito farol,
son tus ojos dos faroles
que me alumbran como el sol.
Muy parecida en sus términos a la que recoge Gabriel María Vergara en el libro ya citado:
Para hallar música y luces
no necesito ir al cielo,
que la luz está en tus ojos
y la música en tus besos.
Ojos y boca son predilecciones del enamorado. José Carlos de Luna, en su libro "De cante grande y cante chico" (1942), nos deja esta copla de seguiriya:
Liao en mi manta,
tumbao en el suelo
pensando en tus ojos y en tus piños blancos
encuentro consuelo.
Hay miradas que suelen acarrear males. Maria Vergara nanotó esta copla:
¿Cómo causa tantos males
en los corazones tiernos
la mirada de tus ojos
si tus ojos son tan buenos?
Símil hermoso el de las cortinas de esta copla anotada por Álvarez Curiel:
Entre dos cortinas negras
dos niñas me vuelven loco,
cortinas son tus pestañas
y niñas las de tus ojos.
Los ojos como ciega luminaria en la bellísima copla anotada por el mismo recopilador:
Salga el sol si ha de salir
y si no que nunca salga,
que para alumbrarme a mí
la luz de tus ojos basta.
El no ver a la enamorada suele causar una íntima tristeza. La copla la registró Fernán Caballero en 1861:
¿Por qué me diste vista,
Santa Lucía,
si no veo lo que quiero
todos los días?
Muchas formas hay de guiarse por la mar, pero ninguna como la de hacerlo por el faro de unos ojos. Fue Álvarez Curiel quien recopiló la copla siguiente en su "Cancionero popular andaluz":
Por las estrellas del cielo
se guían los marineros,
yo me guío por tus ojos
que pa mí son dos luceros.
Luz soberana de los ojos que todos lo alumbran en la copla de Alcalá Venceslada, publicada en su libro "De la solera fina" (1925):
Por la noche mi niña
vino del campo,
con la luz de sus ojos
se iba alumbrando.
Ojos que se convierten en llanto en el hermoso fandango de Huelva, anotado por Manuel Garrido Palacios en su libro "Alosno, palabra cantada" (1992):
¿Para qué quiero llorar
si no tengo quien me oiga,?
la que me tenía que oír
está viendo en la gloria
y no se acuerda de mí.
Ojos que suplican que otros se despierten pensando en el amor, en esta preciosa soleá que recoge Álvarez Curiel:
En mis cortas oraciones
le pido a San Rafael
que en lo mejor de tu sueño
te despierte mi querer.
Ojos hermosos que no van acorde con el corazón, según anota Gabriel María Vergara:
Tienes unos ojos, niña,
tan hermosos como el sol.
¡Qué hermosa parecerías
si tuvieras corazón!
Tanto significan los ojos, tanto dicen, tanto hablan de alegrías y penas, que el poeta amigo Antonio Murciano no quiere que lo miren sus hijos en la terrible hora de la muerte, y así lo dice su testamento por seguiriya:
Cuando yo me muera,
que no me vean muerto,
pa que mis niños recuerden mis ojos
alegres y abiertos.
Ojos, incluso, salvadores en el lecho de la muerte, en una hermosa soleá de Antonio Mairena que recoge el libro "La poesía flamenca lírica en andaluz" (1983), de Alberto Fernández Bañuls y José María Pérez Orozco:
Siéntate en mi cabecera,
fija tus ojos en los míos
y entonces quizás no muera.
La hermosura de la mujer, según la siguiente copla, debe tener las siguientes cualidades:
Para ser una dama
der todo hermosa,
ha de tener completas
las siete cosas:
Dergada de sintura,
larga de dedos,
la narís afilada,
los ojos negros,
la boca chiquitita,
ancha la frente,
las sejas arqueadas:
ya están las siete.
Los ojos suelen prometer cosas que no cumplen los demás elementos de la cara de una mujer. Julio Porlán se queja de eso en esta copla por soleá publicada en el libro "De la tierra al aire" (1992):
Mira qué malina eres:
lo que tus labios me niegan
tus ojos me lo prometen.
Al igual que siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras, le ocurre a la mirada. Rodríguez Marín nos lo confirma en esta copla publicada en su libro "El alma de Andalucía en sus mejores coplas amorosas" (1929):
Más bale una mirada
cuando hay ocasión
que una semana entera
de combersasión.
Mala costumbre es ésta que nos recoge el cancionero popular:
Tú eres peor que el veneno:
te voy a echar tierra en los ojos
pa que sepas lo que es bueno.
Los incrédulos, para dejar de serlo, sólo tienen que mirarse en unos ojos, probablemente azules. La autoría de la copla es de José Manrique, publicada en su libro "Coplas flamencas" (1982):
Me puse a pensar un día
si es verdad que existe el cielo,
y mirándome en tus ojos
no tuve na más que verlo.
El dinero bien se sabe que en ocasiones puede comprar la hermosura, como parece que quiere decir esta copla anotada por Antonio Machado Álvarez "Demófilo" en su "Colección de cantes flamencos" (1881):
Malhaya er dinero
que er dinero es causa
que los sacáis de quien yo camelo
no estén en mi casa.
Pueden ser los ojos un camino para la entrada de un bicho diminuto que se mete hasta el corazón. Álvarez Curiel rescata esta copla:
El amor es un bichito
que por los ojos se mete
y en llegando al garlochí
da fatiguitas de muerte.
Hay ojos que no pueden encontrarse en ninguna parte. Difícil es, y lo digo por experiencia, encontrar ojos tan bellos como los que tienen las mujeres cordobesas, aunque nunca me ha dado la intención de viajar para comprobarlo. Vuelve a ser Rodríguez Marín quien anota esta copla:
Todo er mundo traigo andado
y no he podido encontrar
ojitos como los tuyos
ni en Fransia ni en Portugá.
Las antiguas excursiones campestres a las cercanas ventas tenían como distraimiento el subirse a la bamba, al columpio que se instalaba entre dos moreras o árboles del lugar. Hasta surgió un cante con el nombre de "Bamberas" para recrear aquel ambiente familiar y festivo. Y surgieron coplas amorosas, muchas, como la que hoy nos deja José el de la Tomasa, publicada en su libro "Alma de barco" (1990):
El otro día dijiste
que tú a mí no me querías
y mirando mi columpio
los ojos se te salían.
Ginés Jorguera, mi buen amigo de las tierras levantinas, nos avisa en esta "Liviana" de su libro "Hablando pa mi solo" (2005), de los peligros de algunos sentidos:
La boca y el oído,
también los ojos,
son sentíos del cuerpo
mu peligrosos.
En esto del color de los ojos, nadie se pone de acuerdo. Virtudes Atero Burgos nos deja esta muestra en su "Cancionero gaditano" (2009):
Ojos negros son pintura,
los azules pintureros
y yo conozco unos pardos
que yo por ellos me muero.
Los ojos de las despedidas, de las ausencias, desean siempre la vuelta. Vayan aquí unos cuantos ejemplos. Los tres, con sus mínimas diferencias, están anotados por Rodríguez Marín en su libro "El alma de Andalucía en sus mejores coplas amorosas" (1929):
Ojos que te bieron ir
por aquel camino yano,
¡cuándo te berán borber
con la lisensia en la mano!
Se refiere a las despedidas de los soldados o "quintos".
Ojos que te bieron ir
por aqueyos olibares,
¡cuándo te berán borber
para alibio de mis males!
Ojos que te bieron ir
por esos mares afuera,
¡cuándo te berán borber
para alibio de mis penas!
Llama intensa, fuego intenso es lo que ofrecían los ojos de esta mujer de la copla que anota Álvarez Curiel:
Asómate a esa ventana,
cara de piñón de oro,
quiero encender un cigarro
en el fuego de tus ojos.
Hoy quizás nos hemos alargado un poco, pero es que son tantas las coplas sobre este tema tan hermoso que suelo perder la noción del tiempo. Nunca es mal año por mucho trigo. Y yo no miento, como parece decirnos esta copla última, anotada por Gabriel María Vergara:
O tus labios o tus ojos
a la fuerza han de mentir,
tus labios dicen que no,
tus ojos dicen que sí.
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