sábado, 1 de enero de 2011

BUENOS DÍAS, SEÑORA ALCALDESA: ROMANCE DE LA CORREDERA


Se habla de La Corredera
mucho, señora, estos días,
si es verdad esa alegría
por mí que hable quien quiera.
A trombón, bombo y platillo
se prepara la función
de la reinauguración
de esta plaza tan cantada
que está siempre levantada
desde Ronquillo Briceño,
el corregidor aquel,
de gran cultura e ingenio,
que en el siglo diecisiete
-mil seiscientos ochenta y tres-,
con idea y con diseño
se empeñó como un zoquete,
y además con hidalguía,
hacer plaza porticada:
la única de Andalucía.

Allí se lancearon toros
cual al estilo primero
toreando Pepe Hillo
junto a don Pedro Romero,
cuando Carlos IV vino
y pisó nuestro terreno.
Allí los juegos de cañas
que los moros nos trajeron.
Escenario fue también
de sucesos nunca buenos,
de muchas ejecuciones
y de mucho desenfreno.
Allí se inspiró Baroja,
escritor de gran respeto,
para escribir una feria
que llamó de los “discretos”.
Allí describió el cronista
que a final del diecinueve,
por José Sánchez Muñoz
se levantó un gran mercado,
un horrible cascarón,
que se cargó la gran plaza.
Don José es que la cagó.

Menos mal que el gran Cruz Conde,
don Antonio, el gran señor,
excelente y buen alcalde,
de un golpe lo derribó
al final de los cuarenta,
y de nuevo el esplendor
de la plaza cobró vida
y recuperó el color.
Cincuenta y dos arcos tiene.
Ni uno más: cincuenta y dos.
Si usted, señora, me cree,
no los cuente, por favor,
porque yo los he contado
y de contar se ha cansado
mi pobre y triste visión.

Trescientos doce balcones
-que también los conté yo-
tiene el hermoso recinto
que soñó el corregidor
y que en cinco años, cinco,
todo él se construyó.
No es que yo tenga memoria,
de verdad que no, que no,
es que el hilo de esta historia
alguien un día me contó.
Va un balcón y otro balcón
en tres hileras corridas,
cual si fuera un corredor,
unos llenitos de mugre
y otros con maceta en flor,
como el tres o el veintiséis
o junto al cuarenta y dos.

El centro de aquesta plaza
olía, hasta ahora, a alcanfor,
a búcaros de La Rambla,
a braguitas de algodón,
a zapatos de tres suelas,
fuertes medias de nylon,
comino, canela y clavo,
a bullangueo y sudor.

¡Rastrillo de medio cuño,
sucio zoco bajo el sol,
gran almacén sin neones,
plaza libre y sin pudor
donde vende el que más chilla
sin bocina ni altavoz!

¡Plaza de la Corredera,
con sus voces, su clamor,
con el que distrae carteras,
con el que sirla un reloj,
qué larga vida la suya
desde aquel corregidor!

Y bajo sus soportales
la fonda de “Canalón”,
llamado Juan Areales;
y un bazar que es un vagón
-el de los hermanos Mancha-
donde se encuentra un bidón,
un grifo, una regadera,
la trampa para un ratón,
alcayatas y puntillas,
un Sagrado Corazón,
lo que quiera, lo que quiera,
tiene allí en La Corredera
este negocio de pro.
Mas si es usted un lector
y no tiene dinerillo
en la Librería Trujillo
pronto saldrá de su error,
pues hay libros de bolsillos
que aunque ya estén amarillos
aún derrochan su candor.

¡Ay, soportales benditos
para el sueño de un pintor,
para un poeta bohemio,
para entrenarse un ladrón!
¡Ay, hermosa alcaicería
de un mundo multicolor,
de fondas y de tabernas
bien a babor o a estribor!
¡Posada de La Paloma
con su humilde comedor;
buen vino de cuatro medios
en El Gallo peleón;
tasca de Los Azulejos
para el pobre bebedor;
baratillo de Benito…
donde si busca un reloj
allí lo encuentra, seguro,
una reja, un llamador,
discos de Juan Valderrama
de cuando casi nació,
una lámpara oxidada
que un día gozó de esplendor,
una vieja porcelana,
un quinqué, un despertador,
novelas de Estefanía
y hasta un viejo aparador!

¡Zoco que, por fin, parece
le devuelven el favor
de cuando fue plaza ilustre
gracias al corregidor!

Él se llevó cinco años
para hacerla,¡Vive Dios!,
nosotros llevamos veinte
-quince más que el creador-
para arreglar cuatro parches
y pintar cada rincón.

Ronquillo Briceño, ¡vente
de esa tu vida ulterior
y enseña al ayuntamiento
a trabajar, por favor.
Dile que un aparcamiento
falta a esta plaza mayor,
que, si tú hubieras vivido,
no un aparcamiento, dos,
porque tú eras un moderno
y nuestros ediles no.

Tú mirabas al futuro
y ellos de espaldas al sol.

¡Levántate de tu tumba!
¡Corre y ven, corregidor,
y corrige estos defectos
que al pensar, sólo veo yo,
antes que suene la banda
en la reinauguración!

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