jueves, 20 de enero de 2011

BUENOS DÍAS, SEÑORA ALCALDESA: LAS MUJERES JARDINERAS


(El 29 de julio del año 2000 leí en el diario CÓRDOBA lo siguiente, y me eché las manos a la cabeza. En unas pruebas de contratación interina para cubrir diez plazas de auxiliar jardinero y quince de operarios de Parques y Jardines, todas las mujeres que se habían presentado –en una más que dudosa convocatoria- fueron eliminadas. ¡Joder, doña Rosa, con lo bien que cuidan las mujeres las macetas! Con sólo una docena de mujeres de San Basilio tendría usted una ciudad de dulce, y no llena de parterres donde sólo habitan la tierra y el olvido municipal.
Esto fue lo que dijeron las eliminadas, es decir, todas: que “los diversos responsables políticos se han mostrado ineficaces para romper el cerco funcionarial y burocrático que impide en la práctica la contratación de mujeres”.
La voz del ciudado Ramírez se hizo sentir diciendo lo que ellas opinaban en las letrillas de unas coplas con mucha guasa).

Yo quise ser jardinera
de esta histórica ciudad
para ganar un jornal
y cuidarla siempre hermosa,
sembrar claveles y rosas,
buganvillas y jazmines
y adecentar los jardines,
ponerla verde y frondosa.
Mas no me salió la cosa
por culpa de unos ruines.

Yo soñaba con llenar
de alegría cada calle
y de adornarle su talle
con aromas de mil flores,
pétalos multicolores,
de césped todo alfombrado,
bien fresquito y bien regado,
cortado con mano airosa.
Mas no me salió la cosa
por culpa de unos malvados.

Soñaba yo con tener
mi propio jardín a cargo,
y me dieron, sin embargo,
y además sin disimulo
una patada en el culo
por haberme presentado
siendo como soy: mujer,
buena jembra y hábil moza.
Mas no me salió la cosa,
porque hombre hay que nacer.

La mujer a la cocina,
a la plancha y a coser,
hacer las compras, barrer,
lavar pañales de orina,
mientras el hombre, en la esquina,
del trabajo en su intermedio,
se toma cinco o seis medios
sin pensar que tiene esposa.
No me salió a mí la cosa
por haber sido mujer.

Mil quinientos aspirantes
para veinticinco plazas
¡la cifra es que tiene guasa!
¡dicen que no hay currelantes
cuando el tema es vergonzante!
Y es aún más vergonzoso,
por no decir asqueroso
que en todo el hombre nos venza.
Nos quedamos sin las plazas
porque hay mucho sinvergüenza.

Hoy de Parques y Jardines
y mañana de albañiles
se presentarán por miles
cuando salgan las pasquines
de una nueva oposición,
mas como en esta ocasión:
¡mujeres, al paredón!
¡a sus casas las mocosas!
Y no nos saldrán las cosas
porque hay predilección.

Córdoba, señora mía,
fue la primera en tener,
con orgullo y con placer,
mujer en su policía.
Fueron nobles y atrevidas,
y hasta dos dieron la vida
en nombre de la ciudad
en una acción valerosa.
Por eso, querida Rosa,
denos oportunidad.

Arreglamos la Victoria
y República Argentina,
cumplimos con disciplina
del deber su ejecutoria,
como bestias trabajamos
cuando se nos da ocasión,
y como hombres nos portamos
porque somos hacendosas.
Si no nos salen las cosas
no es por falta de ilusión.

Al tener a una mujer
sentada en nuestra alcaldía
nos llenamos de alegría:
¡ya nos van a defender!
Pero ha pasado el ayer
y están pasando los días
y nuestra melancolía
vuelve de nuevo a crecer.
Si ahora no salen las cosas
es por usted, doña Rosa.

No tememos a la pala,
tampoco a las espiochas
o a blanquear con la brocha
o a subirnos por escalas.
Si esto sabemos hacer
qué no de jardinería
si usted tiene en San Basilio
el jardín de Andalucía.
Lograr plaza es otra cosa:
por eso estamos rabiosas.

En un estado llamado
de legítimo derecho
la mujer no gana trecho
porque hay mucho desalmado…
y mucho recomendado.
Siempre estamos en lo mismo
el que gana es el machismo
que sigue con su bizcocho.
¡Arréglelo usted, alcaldesa,
porque estamos hasta el chocho!

Pues a ver los jardineros
cómo hacen su trabajo,
si con demasiado cuajo
o con diligente esmero.
Mientras, nosotras iremos
cada día a la oficina:
es decir, a la cocina,
que es lo que nos merecemos
si usted no arregla la cosa,
alcaldesa doña Rosa.

Como el punto final viene
se nos estaba ocurriendo
para salir del remiendo
y quitarnos los desdenes
que usted friegue las sartenes,
y que barra el piso entero,
y que planche con esmero,
con alegría y destreza,
mientras vamos estudiando
cómo llegar a alcaldesa.

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