martes, 25 de enero de 2011

BUENOS DÍAS, SEÑORA ALCALDESA: EL CUENTO DE LA LECHERA


(En el año 1999 hubo un programa, “La vida en la ciudad”, organizado por el Área de Educación e Infancia de nuestro ayuntamiento, y que contó, con la participación de 32.540 escolares. También participaron 1.444 profesores y 1.350 personas de público en general.
Entre estas personas no pudo faltar el ciudadano Ramírez. Me apliqué un peluquín rubio con el tupé caído, me dieron unos cuantos brochazos de maquillaje, me pusieron un baby de crudillo y, afortunadamente, pasé inadvertido y pude ver con mis propios ojos la ilusión de los escolares y escuchar las agudas impertinencias que estos locos bajitos –al decir de Serrat- preguntaron, dejando en claro fuera de juego al oponente.
Imaginad, por un momento que es Ramírez niño quien hace tantas y tan puñeteras preguntas).


 
Me llevaron con mushos ninios
a calle Capitulares
a ver el ayuntamiento,
que es donde manda el alcalde.
Ahora, como es mujer,
la que manda es la alcaldesa,
asín con pelitos cortos
y una sencilla belleza.

Aquello es grande, mu grande,
tó lleno municipales
dando güertas, muchas güertas
en eses y en diagonales.
Ví vacía una ventanilla
y ar guía le pregunté,
y me contestó mu serio:
-Esa es la de un funcionario
que está tomando café.

Mu prudente me callé
al verlas todas vacías,
y es que los ventanilleros
toman musho café ar día.
Aquello tó es mu lujoso
y costó una pasta gansa,
y en las puertas los despachos
siempre hay sentao un ordenanza,
que yo no sé pá qué sirven,
será pá engordar la panza.

Nos recibió la alcaldesa,
dijo que éramos mu guapos,
no se fijaría en mi cara
que la tengo como un sapo.
Y nos dijo que de allí
salían las soluciones
para arreglar la ciudad
y sus miles de follones.
Y yo, tonto, la creí.

Tímidamente le dije,
sin arrogancia y descaro,
que a ver si arregla a mi padre
que lleva diez años en paro.
Se sonrió levemente
y me dio una palmadita
y dijo que era mi padre
más flojo que un muelle e guita.

De allí, a ver la ciudad,
conocer su infraestructura,
y por más que yo miraba
sólo veía basura.
-¡Y aquí ninios, decía el guía,
va la Ronda de Poniente,
y aquí, donde estáis ahora
se levantará un gran puente!

-¡Ya veis cómo trabajamos,
con ahínco y con talento,
que para eso tenéis
el mejor ayuntamiento!
¡Por aquí irá el Vial Norte,
aquí el parque de Levante,
cuando cumpláis los sesenta
todo será deslumbrante!

-¡Aquí, donde estáis ahora,
tan llenito de rastrojos,
cual si fuese un vertedero,
se levantará mu pronto
nuestro gran Parque Joyero!

Yo no veía ni una grúa,
ni un albañil, ni un ladrillo,
no veía hormigoneras,
pero, sin embargo, el guía
parece que los veía,
que estaban allí a su vera.

Ya no me pude callar
y le dije: -¡Señor guía,
o es usted un adivino,
o la tiene de cemento,
o nació siendo un cretino!
¿Aónde están los albañiles
que con mentira acentúa?
¿Aónde los edificios
que sobre un solar puntúa?
¿Aónde están los ladrillos
que en su palabra insinúa?
Y al final, por no cansarle,
¿aónde coño están las grúas?

El guía, que era un funcionario,
y que antes era servil,
puso la cara más seria
que la de un guardia civil.
Me cogió por el pescuezo,
que casi me desgañita,
y me dio cuatro guantazos
que ya nadie me los quita.
-¡Niño, estoy hasta los huevos
de que hagas tantas preguntas,
todo esto estará nuevo
si suelta pasta la Junta!
¡Además, las cosas serias
hay que hacerlas poco a poco,
y no como tú quisieras:
a lo loco y a lo loco!

-¿Qué edad tienes, Ramirito?
-Diez añitos, diez añitos…
-Pues cómprate una libreta
y vete haciendo las cuentas,
cuando cumplas los setenta
seguro que estará el puente,
el vial norte, los parques,
y la Ronda de Poniente,
y ya en el dos mil ochenta
estará el Parque Joyero…
y no me seas puñetero
y aprende a ser más paciente.

Total, que fue una experiencia
esta visita escolar:
me llevé cuatro guantazos
y al final no he visto ná.

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