
Por Juan Cervera Sanchís
Desde los tiempos más remotos el ser humano se sintió atraído por el oro.
Se cree que el oro fue usado hace más de 4000 años antes de muestra era.
Los testimonios históricos sobre el uso del oro que tenemos proceden de Egipto.
Se piensa que fue Egipto la mayor potencia, en cuanto a riqueza en oro, de la
antigüedad. Los faraones mostraron una viva pasión por el oro. Abundó también
el oro en Etiopía. El historiador Herodoto se admiró de que los etíopes, por ser tan
abundante en su territorio no le daban la menor importancia. Los fenicios, sin
embargo, si le dieron una gran importancia al oro y lo buscaron tanto en Tracia
como en la Galia y España, donde en tiempos pasados hubo oro en abundancia.
Fue el oro el que estimuló al rey de Macedonia, Filipo, a realizar sus conquistas.
En Grecia fueron célebres las minas de oro del Monte Pangeo. Los griegos también
tuvieron pasión por el oro. Los romanos extrajeron mucho oro de Cerdeña y, particularmente, España. Recuérdese que la Bética, es decir, España, fue conquistada
por los romanos, en palabras de Catón, “debido a sus muchos recursos auríferos”.
A partir del siglo XV y XVI de nuestra era la avidez por el oro se desató. El
descubrimiento del Nuevo Mundo casi enloqueció a los amantes del aurum, como
lo llamaban los latinos. El hecho más trascendental en esta fiebre moderna por el
oro, y que tuvo, además, grandes repercusiones económicas, fue la conquista de
México en 1521, realizada por Hernán Cortés. El oro de los meshicas impresionó a
todos y las expediciones en busca de oro hacia el Nuevo Mundo se multiplicaron.
Seguiría conquista del Perú por Francisco Pizarro en 1532. Siglos después, 1782, se
descubriría la primera pepita de oro en Virginia y en 1830 se produciría la frenética
fiebre de oro californiana. Aunque ya antes, el oro de América, impulsó la navegación
y, en contraste, intensificó, con el fin explotar los yacimientos, la esclavitud. Riquezas
materiales por un lado y miserias humanas por el otro trae consigo la explotación del
metal amarillo. Vemos también incrementarse la piratería. Y es tan próspera esta
actividad que, en 1580, la reina Isabel I de Inglaterra, armaría caballero al pirata Francis
Drake.
A mitad del siglo XIX, el descubrimiento de oro en California, traería grandes acontecimientos económicos para Estados Unidos. Al nuevo país del norte llegan,
seducidos por el oro, inmigrantes de todo el mundo y, en especia, Europa. Estos ávidos
aventureros transformarían al naciente país. En menos de dos décadas llegaron a Estados
Unidos aproximadamente cuatro millones de extranjeros.
El oro y California coadyuvaron al cambio. Todo ello movido por la guerra entre Estados
Unidos y México. En 1848, el 24 de enero y a raíz de dicha guerra, James Marshall, hace
un sensacional descubrimiento aurífero en Sacramento. Esto nueve días después en que
por el tratado de Guadalupe Hidalgo, México debía ceder California a Estados Unidos.
El hallazgo se mantuvo en secreto, pero la noticia se filtró y California fue invadida por
los buscadores de oro. Cientos de personas se enriquecieron. California se convirtió en
un emporio.
La historia del oro es una historia apasionante. El oro movió y continúa moviendo al
mundo. Según cálculos de especialistas serios “el total de oro extraído de la tierra desde
hace unos siete mil años, no llega a la fecha, a las cien mil toneladas”. Y las cuatro quintas
partes de dicha cantidad son el aporte de los últimos doscientos años.
El oro ha traído no pocos problemas a la humanidad. Vemos como se produce una gran
inflación en Europa con la llegada del oro arrancado por los españoles en México y Perú.
Las minas de oro del Transvaal causaron las sangrientas guerras de los Boers e Inglaterra
y los colonos holandeses que allí vivían. Por cierto que el patrón tal como lo conocemos
fue impuesto por Inglaterra en 1821.
El oro en verdad no es más que un elemento químico, el número 79, y su símbolo es
AU. En la Edad Media fascinó a los alquimistas, quienes imaginaron que podían crear oro en base a la piedra filosofal, una fórmula que buscaron y buscaron sin encontrarla, por lo
que resultó un imposible para ellos. Imposible que se haría realidad en 1953 en que,
partiendo de un isótopo del mercurio, según la Comisión Atómica norteamericana, se
pudo obtener oro por medios artificiales cumpliéndose la quimera medieval.
En la actualidad los mayores productores de oro son África del sur y Rusia, seguidos de Canadá, Estados Unidos, Ghana y Japón.
Al igual que en pasados tiempos la generalidad de lo seres humanos continúan soñando con poder convertirse en un rey Midas, aquel rey de Frigia, hijo de Cibeles
y de Gorgio, quien instruido en los misterios de Orfeo, obtuvo de Baco, según la leyenda,
el don de que todo cuanto tocaba se convirtiera en oro, lo que con ser fabuloso y transformarlo en el hombre más rico del mundo, lo condujo a la peor de las desgracias,
dado que corría el riesgo de morirse de hambre, ya que al tocar el pan, éste, dejaba de
ser pan para ser oro y eso de ninguna manera le valía para aplacar su apetito. Y es
que no basta con ser el hombre más rico del mundo, si la riqueza nos ciega y acaba por
confundirnos y no nos permite ver las innumerables facetas de la siempre compleja
realidad.
Rara vez el hombre más rico es el más sabio, y aunque cueste creerlo, la humanidad
podría prescindir del oro y seguir viviendo, pero le sería imposible sobrevivir sin la
genésica acción del barro.
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