Anoche, por la amabilidad de mi buen amigo Ramón López, director del Gran Teatro de Córdoba, tuve la suerte inmensa -ya que estaban agotadas las localidades desde el primer día que salieron a la venta- de asistir a un maravilloso concierto de José Mercé y El Pele, que los aficionados ya habían apellidado como un "mano a mano" entre el cantaor jerezano y el cordobés. Tal vez esto que se cocía en el ambiente fue un gran revulsivo para ambos artistas y el sueño de una noche grande se fue convirtiendo poco a poco en realidad desde que se alzó el telón de boca.
Yo presumía que iba a ser muy interesante ese concierto por aquello de que son dos artistas que se entregan por entero en todas y cada una de sus actuaciones y porque, además, ambos están en la plenitud de sus carreras, uniéndose a este pensamiento particular el que cada uno suena de una forma distinta. El Pele está sobrado de facultades y juega con el compás de una forma mágica, y en cada quejío va dejando un jirón ciertamente caracolero. En febrero, en la Peña "El Rincón del Cante" me dejó asombrado con un magnífico recital. Y José Mercé -al que tuve la oportunidad de verlo en marzo en el Teatro Coliseo de Palma del Río- suena al Jerez más puro por más que lleve muchos años viviendo en Madrid y sabe perfectamente dónde canta y a qué público se dirige, y él bien sabe que Córdoba chanela de estas cosas y que muy pocas aficiones pueden compararse con la de esta ciudad.
Abrió Dorantes, que venía como artista invitado, para preludiar la salida de Juan Moreno Maya "El Pele", que caracoleó a su forma junto al piano con una voz que era un manantial de pura gitanería. Un recorrido por soleá, alegrías con la firma de Isidro, el de Sanlúcar, canción, su versión particular de "Alfonsina" dejándose llevar por el teclado de David Peña, y la apoteosis por bulerías. El teatro puesto en pie, aplaudiendo como en las grandes noches en las que se dan los milagros. Difícil tenía la segunda parte José el de la Mercé. El Pele se había abrigado bien, quizás con demasiado ejército de guitarras y percusión. Con él, ocho personas en el escenario: las guitarras de Antonio Patrocinio y el Niño Seve, la percusión de Paquito González y cuatro palmeros, entre los que se encontraba su hijo.
Pero algo me decía que el jerezano no se iba a amilanar ni venía dispuesto a dar concesiones. Se lo dije a un hematólogo amigo mío, compañero de butaca: -José va a cantar por derecho y va a hacer los palos más serios para meterse en el bolsillo al público cuando le dé la gana. Y así ocurrió. Él solo y la maravillosa guitarra de Moraíto Chico bastaron para hacer un monumento a la malagueña, y a la soleá, y a la seguiriya. Trajo todo el sabor más rancio de Cádiz por alegrías de esas que ya no se escuchan. El teatro vibraba en aplausos que echaban fuego. Y ahora sí reclamó la presencia de dos palmeros y de Güito, su percusionista. Y ya fue el delirio por bulerías, de las que tanto sabe su tierra jerezana. Cantó y bailó con el más sublime arte, y el público entero se puso de pie para premiar su actuación, dejándole como regalo, con un especial regusto, esa concesión de su "Aire, aire" que coreó todo el teatro.
Portentosa noche, mágica, indescriptible. Y no soy de los que suelen regalar piropos. ¿Quién ganó? Sin duda alguna, el público, todos los que tuvimos la inmensa suerte de volver a creer en el flamenco-flamenco, hartos ya de pantomimas. No me extraña que se agotasen las localidades el primer día, y es que los aficionados parecían presentir que esa noche sería irrepetible.
Emilio, y si añadimos a Poveda ¿no estamos ante los tres reyes... magos del flamenco actual? Una curiosidad: ¿Fue la empresa del teatro la organizadora?
ResponderEliminarEn este caso es el Ayuntamiento de Córdoba y la Fundación Gran Teatro, que son los que convocan el Concurso Nacional de Arte Flamenco.
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