(Este artículo se publicó, en las dos páginas centrales del diario "Nueva Andalucía", el día 19 de marzo de 1977)
En la zona norte de Triana, y alrededor de su arteria principal (calle Manuel Arellano), se abren multitud de nuevas barriadas o urbanizaciones -como se denominan ahora, con cara a una mayor comercialización-, o bien, núcleos residenciales.
En los nomenclátor antiguos de la ciudad, describían a la calle Manuel Arellano como vía que iba de Procurador al campo. El campo -en su mayoría tejares de ladrillos- tomó valor, se construyeron estas edificaciones y, en poco menos de seis o siete años, surgieron abundantes problemas.
A un lado y otro de la arteria citada, y casi por orden de localización, se encuentran los siguientes núcleos o edificaciones: el que toma el nombre de la propia calle Manuel Arellano (construido en parte de terrenos pertenecientes a la antigua fábrica de cristales), Josefa Ramos de la Orden, Numancia, Nuestra Señora de la Esperanza (construido en 1969, con salida o entrada por Manuel Arellano y San Vicente de Paul), Crucero Baleares (1970) y Santa Ana (construida en terrenos del antiguo Tejar del Moro por la misma fecha).
En torno a estos seis núcleos residenciales se eleva el común denominador de casi todas las barriadas sevillanas: la desatención absoluta por parte de los organismos competentes. Porque los problemas sevillanos, en general, nunca se solucionan desde la Plaza Nueva, proliferan en Sevilla las asociaciones de vecinos, que son, sin duda, alguna, las que están realizando, a todos los niveles, una labor social de envergadura. Burocracia y buenas palabras sin soluciones, sobran. La Asociación Familiar "Numancia y Zonas Adyacentes" va funcionando contra reloj, avanzando metros perdidos en años difíciles. Sus estatutos están en trámite de legalización. Sus primeras victorias -aunque pueden contarse con los dedos de la mano- parece que están dando fruto. El boletín que, bajo el encabezamiento de la asociación y la localización de Triana Norte, imprimen, va por el número cuatro. En él se recogen los problemas especiales de la zona, que no son pocos, y que intentaremos plasmar en su medida.
Uno de los grandes problemas con los que se encuentran estos núcleos "residenciales" es el de la contaminación. Contaminación descarada y amparada por los organismos pertinentes, ya que, durante más de cinco años, no se han evitado. La contaminación procede, por una parte, de los hornos situados en la famosa Vega de Triana, a los que, por si fuera poco, se une uno más de reciente construcción -a unos cincuenta metros de estas urbanizaciones- sin que se haya impedido la obra. Los hornos -famosos hornos de ladrillos de taco- están situados casi al pie de núcleos donde la habitabilidad se hace asfixiante los días de cochura, llenando paredes, cortinas, muebles y pulmones -que es lo principal- del humo grasiento de los mismos.
Por otra parte, pasando el muro de defensa y a la misma altura de los hornos, se queman los desperdicios -latas de pinturas en su mayoría- procedentes de Astilleros Españoles, que dejan en el ambiente de estos núcleos y de sus habitantes el fuerte e insoportable olor del material quemado. Además de estos factores importantísimos de contaminación, existen quemaderos de basura procedentes de obras y derribos. Sumando estas tres resultantes (hornos, astilleros y basuras) los núcleos adquieren el perfil de un gran incendio, en el que, a pesar de no existir víctimas reales ni bomberos, sí existe un alto grado de peligrosidad para todos los habitantes de la zona norte de Triana.
Pero éste es sólo un punto. Pasemos al segundo. La vía del ferrocarril, empleada por la empresa "Campsa" para el transporte de combustible, dista unos diez metros de la barriada más próxima: Santa Ana. Los chiquillos -hastiados de tantos polideportivos inexistentes- quieren jugar, y qué mejor que con el tren crecido de sus años infantiles. Como campo de deportes, utilizan la vía en plan experimental. Discípulos de Nerón, utilizan los raíles para quemar rastrojos, con el peligro -el día menos pensado- de que, a causa de una salida de combustible, pueda resultar una tragedia. Tragedia a la que, rápidamente, se adherirán en condolencia todas las fuerzas de la ciudad, cuando ya la cosa no tenga solución. El remedio que la Asociación de Vecinos de la zona norte de Triana plantea es la construcción de una tapia que aísle el paso a la vía férrea de la grey infantil, y un paso elevado hasta el muro de contención para que puedan pasar los vecinos y trabajadores de la Vega sin necesidad de romper las frágiles vallas antes existentes. El peligro está en pie a falta de una solución urgente, sin tantos "trámites burocráticos". Los vecinos de la zona norte no quieren aportar para su solución la vida de cualquier niño y esperan, por lo tanto, una respuesta concreta.
Y la tapia: el muro de la vergüenza de una Triana que se está muriendo de la misma enfermedad. Dividiendo la calle Manuel Arellano y el núcleo Crucero Baleares, se encuentra este muro de unos sesenta metros de largo por casi cuatro de alto, aislando a varias barriadas y convertido en encubridor de basuras, vivienda de roedores y cable funambulista para niños arriesgados. Hace pocos días -concretamente el 6- los vecinos de esta zona -después de continuos llamamientos a la Tenencia de Alcaldía para la solución del problema- derribaron, en un ambiente de hermandad y unión, dos de los gruesos y anchos paños del citado muro, para dar paso de salida al núcleo Crucero Baleares, cerrado sistemáticamente por desidia del ayuntamiento.
Ante tales problemas, la Asociación acudió a la Tenencia de Alcaldía trianera, comunicándoles su titular que había salido a subasta el derribo del muro y la limpieza de terrenos -propiedad del propio ayuntamiento-, así como el acondicionamiento de la calle Crucero Baleares, por un importe de 4.392.779 pesetas (29 de enero de 1977), pero que no había podido ser factible, y que si querían tirar el muro que lo tirasen y que presenciaría él mismo la demolición. No nos imaginamos -nos comentaban los vecinos- cómo pueden efectuarse las obras realizadas en el centro de la ciudad, para las que parece ha sobrado dinero, dejando a nuestro libre albedrío la solución de unos problemas que deben ser resueltos por ellos, ya que, como los demás ciudadanos, pagamos nuestros elevados impuestos -muchas veces por causas desconocidas- para la solución de los mismos.
Pero ahí no para el carro. Aún hay más. Además de los problemas generales de infraestructuras de las nuevas edificaciones, poco controladas y suficientemente malogradas en cuanto a sus condiciones (caso de Santa Ana con el alcantarillado, zonas ajardinadas, parque infantil, todo muy bonito en la maqueta pero inexistentes), los problemas se multiplican. En cuanto a la sanidad, es inconcebible que una población como Triana, que rebasa en mucho el censo de muchas capitales españolas, sólo tenga un ambulatorio de la Seguridad Social: Amante Laffón, con un servicio deprimente y cabreante, lleno de irregularidades, y otro especializado, pasando la otra orilla, en Marqués de Paradas. Sanidad falta, igualmente, en los mercados, tres actualmente en la zona: Mercadillo de la plaza de San Martín de Porres, Josefa Ramos de la Orden y Mercado Central de Triana, histórico por su emplazamiento pero deprimente en cuanto a conservación y limpieza, a pesar de existir (?) cierto organismo que debe cuidar el problema.
Y llegamos al principal de los problemas: los niños, los hombres del mañana que, sin duda, deben crecer en otro ambiente muy distinto al nuestro. Al problema se une la falta de escuelas, educación escolar deficiente y peligrosos problemas de tránsito camino de los poquísimos centros escolares. Comencemos por una sola nota de los colegios existentes: José María Izquierdo, colegio estatal que, además de insuficiente, tiene problemas de desdobles y está en malas condiciones; José María del Campo -conocido por Reina Victoria-, adonde tiene que trasladarse, por fuerza, parte de la población de la zona norte, aun estando el citado colegio con claros síntomas de ruina. El de la barriada de La Dársena -en periodo de éxodo- no funciona desde hace tres años. Y los restantes (Santa Cecilia, Sara María, Salesianos, Virgen de la O y Nuestra Señora del Rosario) son de carácter privado, sin haber olido los padres el tan aireado sabor de la enseñanza gratuita. A este problema escolar se une la peligrosidad de las accesos a los citados colegios, autores de más de un disgusto y provocadores de la justa y gran manifestación del pasado día 15, en la que hombres, mujeres y niños cortaron el tráfico durante más de una hora a las puertas del José María Izquierdo.
Radica el problema en la inexistencia de semáforos o pasos cebras -pocos respetados éstos en nuestra ciudad- en los accesos a los centros escolares. El cruce de Manuel Arellano con Procurador y su transversal Clara de Jesús Montero es peligrosísimo para los niños que caminan al de la Virgen de la O (barriada de la Esperanza) o Nuestra Señora del Rosario. Los vecinos de la Asociación Familiar de Numancia y Zonas Adyacentes, en protección de sus propias familias, tuvieron que lanzarse a la calle, en un gesto de petición rebelde en contra de tanta burocracia sedentaria, esperando de los organismos y del teniente de alcalde solución a estos problemas, que si no se resuelven tendrán que ser solucionados con el afán de unos cuantos hombres, de unas cuantas familias -muchas- que no quieren vivir presas de la contaminación y la basura, ni pensar -sería horrible- en la posibilidad de un accidente de sus hijos, cuando ellos, antes que nadie, aportaron unas soluciones que, creen, no será difícil de solucionar por parte de los organismos competentes, que alguna vez al menos deberán demostrar que son representativos de la sociedad.
La zona correspondiente a la calle Tejares, dados sus enormes problemas, la dejaremos para un próximo encuentro con esta Triana que, a pesar del famoso mirador, NO SE VE DESDE EL PUENTE.
(Texto y foto: Emilio Jiménez Díaz)
En la zona norte de Triana, y alrededor de su arteria principal (calle Manuel Arellano), se abren multitud de nuevas barriadas o urbanizaciones -como se denominan ahora, con cara a una mayor comercialización-, o bien, núcleos residenciales.
En los nomenclátor antiguos de la ciudad, describían a la calle Manuel Arellano como vía que iba de Procurador al campo. El campo -en su mayoría tejares de ladrillos- tomó valor, se construyeron estas edificaciones y, en poco menos de seis o siete años, surgieron abundantes problemas.
A un lado y otro de la arteria citada, y casi por orden de localización, se encuentran los siguientes núcleos o edificaciones: el que toma el nombre de la propia calle Manuel Arellano (construido en parte de terrenos pertenecientes a la antigua fábrica de cristales), Josefa Ramos de la Orden, Numancia, Nuestra Señora de la Esperanza (construido en 1969, con salida o entrada por Manuel Arellano y San Vicente de Paul), Crucero Baleares (1970) y Santa Ana (construida en terrenos del antiguo Tejar del Moro por la misma fecha).
En torno a estos seis núcleos residenciales se eleva el común denominador de casi todas las barriadas sevillanas: la desatención absoluta por parte de los organismos competentes. Porque los problemas sevillanos, en general, nunca se solucionan desde la Plaza Nueva, proliferan en Sevilla las asociaciones de vecinos, que son, sin duda, alguna, las que están realizando, a todos los niveles, una labor social de envergadura. Burocracia y buenas palabras sin soluciones, sobran. La Asociación Familiar "Numancia y Zonas Adyacentes" va funcionando contra reloj, avanzando metros perdidos en años difíciles. Sus estatutos están en trámite de legalización. Sus primeras victorias -aunque pueden contarse con los dedos de la mano- parece que están dando fruto. El boletín que, bajo el encabezamiento de la asociación y la localización de Triana Norte, imprimen, va por el número cuatro. En él se recogen los problemas especiales de la zona, que no son pocos, y que intentaremos plasmar en su medida.
Uno de los grandes problemas con los que se encuentran estos núcleos "residenciales" es el de la contaminación. Contaminación descarada y amparada por los organismos pertinentes, ya que, durante más de cinco años, no se han evitado. La contaminación procede, por una parte, de los hornos situados en la famosa Vega de Triana, a los que, por si fuera poco, se une uno más de reciente construcción -a unos cincuenta metros de estas urbanizaciones- sin que se haya impedido la obra. Los hornos -famosos hornos de ladrillos de taco- están situados casi al pie de núcleos donde la habitabilidad se hace asfixiante los días de cochura, llenando paredes, cortinas, muebles y pulmones -que es lo principal- del humo grasiento de los mismos.
Por otra parte, pasando el muro de defensa y a la misma altura de los hornos, se queman los desperdicios -latas de pinturas en su mayoría- procedentes de Astilleros Españoles, que dejan en el ambiente de estos núcleos y de sus habitantes el fuerte e insoportable olor del material quemado. Además de estos factores importantísimos de contaminación, existen quemaderos de basura procedentes de obras y derribos. Sumando estas tres resultantes (hornos, astilleros y basuras) los núcleos adquieren el perfil de un gran incendio, en el que, a pesar de no existir víctimas reales ni bomberos, sí existe un alto grado de peligrosidad para todos los habitantes de la zona norte de Triana.
Pero éste es sólo un punto. Pasemos al segundo. La vía del ferrocarril, empleada por la empresa "Campsa" para el transporte de combustible, dista unos diez metros de la barriada más próxima: Santa Ana. Los chiquillos -hastiados de tantos polideportivos inexistentes- quieren jugar, y qué mejor que con el tren crecido de sus años infantiles. Como campo de deportes, utilizan la vía en plan experimental. Discípulos de Nerón, utilizan los raíles para quemar rastrojos, con el peligro -el día menos pensado- de que, a causa de una salida de combustible, pueda resultar una tragedia. Tragedia a la que, rápidamente, se adherirán en condolencia todas las fuerzas de la ciudad, cuando ya la cosa no tenga solución. El remedio que la Asociación de Vecinos de la zona norte de Triana plantea es la construcción de una tapia que aísle el paso a la vía férrea de la grey infantil, y un paso elevado hasta el muro de contención para que puedan pasar los vecinos y trabajadores de la Vega sin necesidad de romper las frágiles vallas antes existentes. El peligro está en pie a falta de una solución urgente, sin tantos "trámites burocráticos". Los vecinos de la zona norte no quieren aportar para su solución la vida de cualquier niño y esperan, por lo tanto, una respuesta concreta.
Y la tapia: el muro de la vergüenza de una Triana que se está muriendo de la misma enfermedad. Dividiendo la calle Manuel Arellano y el núcleo Crucero Baleares, se encuentra este muro de unos sesenta metros de largo por casi cuatro de alto, aislando a varias barriadas y convertido en encubridor de basuras, vivienda de roedores y cable funambulista para niños arriesgados. Hace pocos días -concretamente el 6- los vecinos de esta zona -después de continuos llamamientos a la Tenencia de Alcaldía para la solución del problema- derribaron, en un ambiente de hermandad y unión, dos de los gruesos y anchos paños del citado muro, para dar paso de salida al núcleo Crucero Baleares, cerrado sistemáticamente por desidia del ayuntamiento.
Ante tales problemas, la Asociación acudió a la Tenencia de Alcaldía trianera, comunicándoles su titular que había salido a subasta el derribo del muro y la limpieza de terrenos -propiedad del propio ayuntamiento-, así como el acondicionamiento de la calle Crucero Baleares, por un importe de 4.392.779 pesetas (29 de enero de 1977), pero que no había podido ser factible, y que si querían tirar el muro que lo tirasen y que presenciaría él mismo la demolición. No nos imaginamos -nos comentaban los vecinos- cómo pueden efectuarse las obras realizadas en el centro de la ciudad, para las que parece ha sobrado dinero, dejando a nuestro libre albedrío la solución de unos problemas que deben ser resueltos por ellos, ya que, como los demás ciudadanos, pagamos nuestros elevados impuestos -muchas veces por causas desconocidas- para la solución de los mismos.
Pero ahí no para el carro. Aún hay más. Además de los problemas generales de infraestructuras de las nuevas edificaciones, poco controladas y suficientemente malogradas en cuanto a sus condiciones (caso de Santa Ana con el alcantarillado, zonas ajardinadas, parque infantil, todo muy bonito en la maqueta pero inexistentes), los problemas se multiplican. En cuanto a la sanidad, es inconcebible que una población como Triana, que rebasa en mucho el censo de muchas capitales españolas, sólo tenga un ambulatorio de la Seguridad Social: Amante Laffón, con un servicio deprimente y cabreante, lleno de irregularidades, y otro especializado, pasando la otra orilla, en Marqués de Paradas. Sanidad falta, igualmente, en los mercados, tres actualmente en la zona: Mercadillo de la plaza de San Martín de Porres, Josefa Ramos de la Orden y Mercado Central de Triana, histórico por su emplazamiento pero deprimente en cuanto a conservación y limpieza, a pesar de existir (?) cierto organismo que debe cuidar el problema.
Y llegamos al principal de los problemas: los niños, los hombres del mañana que, sin duda, deben crecer en otro ambiente muy distinto al nuestro. Al problema se une la falta de escuelas, educación escolar deficiente y peligrosos problemas de tránsito camino de los poquísimos centros escolares. Comencemos por una sola nota de los colegios existentes: José María Izquierdo, colegio estatal que, además de insuficiente, tiene problemas de desdobles y está en malas condiciones; José María del Campo -conocido por Reina Victoria-, adonde tiene que trasladarse, por fuerza, parte de la población de la zona norte, aun estando el citado colegio con claros síntomas de ruina. El de la barriada de La Dársena -en periodo de éxodo- no funciona desde hace tres años. Y los restantes (Santa Cecilia, Sara María, Salesianos, Virgen de la O y Nuestra Señora del Rosario) son de carácter privado, sin haber olido los padres el tan aireado sabor de la enseñanza gratuita. A este problema escolar se une la peligrosidad de las accesos a los citados colegios, autores de más de un disgusto y provocadores de la justa y gran manifestación del pasado día 15, en la que hombres, mujeres y niños cortaron el tráfico durante más de una hora a las puertas del José María Izquierdo.
Radica el problema en la inexistencia de semáforos o pasos cebras -pocos respetados éstos en nuestra ciudad- en los accesos a los centros escolares. El cruce de Manuel Arellano con Procurador y su transversal Clara de Jesús Montero es peligrosísimo para los niños que caminan al de la Virgen de la O (barriada de la Esperanza) o Nuestra Señora del Rosario. Los vecinos de la Asociación Familiar de Numancia y Zonas Adyacentes, en protección de sus propias familias, tuvieron que lanzarse a la calle, en un gesto de petición rebelde en contra de tanta burocracia sedentaria, esperando de los organismos y del teniente de alcalde solución a estos problemas, que si no se resuelven tendrán que ser solucionados con el afán de unos cuantos hombres, de unas cuantas familias -muchas- que no quieren vivir presas de la contaminación y la basura, ni pensar -sería horrible- en la posibilidad de un accidente de sus hijos, cuando ellos, antes que nadie, aportaron unas soluciones que, creen, no será difícil de solucionar por parte de los organismos competentes, que alguna vez al menos deberán demostrar que son representativos de la sociedad.
La zona correspondiente a la calle Tejares, dados sus enormes problemas, la dejaremos para un próximo encuentro con esta Triana que, a pesar del famoso mirador, NO SE VE DESDE EL PUENTE.
(Texto y foto: Emilio Jiménez Díaz)
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