(Publicado en las páginas centrales del diario "Nueva Andalucía" el 29 de marzo de 1977)
A través de "La Triana que no se ve desde el puente", hemos querido plasmar no pocos de los problemas generales por los que pasan multitud de habitantes y, para que se resuelvan, hemos clamado junto a la voz de los hombres y mujeres que nos contaron sus enormes problemas. Todo es cuestión de buena voluntad por parte de un Ayuntamiento al que, junto a los diarios problemas de su gestión municipal, se le han unido muchísimos que venían arrastrando años atrás de la labor de otras corporaciones.
Por esto, nuestro deseo no es destruir, sino todo lo contrario: fortalecer, con el dedo puesto en la llaga, el ánimo de nuestros representantes, para que las leyes se cumplan por igual y con la energía precisa por la que fueron creadas. No pocos solares y derribos, con el justo cumplimiento de la ley que marca su limpieza o construcción, se verían adecentados o edificados y, por supuesto, sin el mínimo gasto por parte del Ayuntamiento. No pocas barriadas de nueva construcción se verían libres de muchos problemas si los planes de ordenación urbana se cumplieran a rajatabla, y no pocas heridas por las que clamamos se verían curadas gracias a una gestión municipal eficiente y sin desembolso de ninguna clase, transmitiendo a los ciudadanos, con su buen hacer, el deseo de colaboración y participación.
Lo que en nuestra ciudad puede parecer utópico, tal vez no lo sea. Lo que sí debe ser -y no me cansaré de repetirlo- es acabar de una vez y para siempre con tanta dormida desidia y con tanta despreocupación, porque resulta que, a escala de barrios con miles y miles de habitantes, son los propios vecinos los que están efectuando trabajos que sólo competen a las autoridades municipales: poda de árboles, limpieza de calles, derribos de muros, etc., mientras que las tenencias de alcaldía -algunas con la presencia de su representante una sola vez por semana- parece que están dormidas en las almohadas de una burocracia que en ningún tiempo funcionó.
Concretamente en Triana, tal vez por la expansión que siempre ha tenido, los problemas, de tanto no solucionarse, han adquirido tal volumen que ahora sí que es difícil una solución, aunque se necesita con toda urgencia. Hay que construir, evidentemente, pero con todas las garantías y exigiendo a las constructoras todo lo prometido antes de recepcionar las barriadas. Que las licencias de obras se mediten por el gabinete pertinente, para no dar lugar a horribles "cajones" antiestéticos. Que la sanidad en los mercados -sucios mercados de Triana- se vea, que funcione. Que las calles sean dignas de sus habitantes y que podamos conocer, al menos, al encargado o encargados de la limpieza pública en los distintos distritos. En fin, que la ley se cumpla, porque es la única forma de que todo funcione.
LA BARRIADA (?) DEL PATROCINIO
En Triana, y en proceso de desaparición a causa de las expropiaciones, se encuentra la barriada de El Patrocinio, situada al final de la calle Castilla, a unos 300 metros y que constaba de seis calles sin rotular, a las que en el año 1962 se le pusieron los nombres de Odiel, Peña de los Ángeles, Aracena, etc. Esto es lo menos importante. Lo verdaderamente importante es que es una barriada -cuatro calles en la actualidad- del extrarradio, que equivale a decir fuera de la preocupación oficial y oficiosa, al menos por lo que hemos visto y dialogado con sus habitantes. Casi todas sus calles son amplios estercoleros y espléndidos habitáculos para toda clase de reptiles y roedores. La pavimentación es desconocida en su totalidad. La iluminación no podemos decir que sea bambollera, porque escasos puntos de luz se reparten en considerables distancias, y a los encargados de la limpieza pública sólo los han visto sus habitantes cuando van de compras al centro de la ciudad.
Por lo demás, su situación es estratégica: a un lado, la carretera-avenida de El Patrocinio que une con el ramal de la de Huelva y Badajoz; a otro, la línea férrea de Huelva y la desaparecida estación de Triana. La barriada está en medio, entre dos aguas, o, mejor, entre dos puentes: el del ferrocarril y el de la carretera de paso a la otra orilla. A un lado y otro, basuras, suciedad, falta total de planificación, perros vagabundos, chabolas incomprensiblemente habitadas, y una total despreocupación.
HAZA DEL HUESERO
Pasamos el muro de contención del río. Poco más de doscientos metros nos alejan del viejo cauce, en cuyas orillas están instaladas potentes industrias hormigoneras y modestos industriales afanados en el trasiego de la arena. Nos encontramos en la denominada "Haza del Huesero", situada a la derecha del camino de Tomares y al Oeste del casco de la ciudad, con cuatro calles que no tienen nombre oficial y con una poblción antigua de unos 1.800 habitantes. Hoy, su censo extraoficial puede situarse alrededor de los 200. Sus edificaciones, aparte de dos tascas de inclasificable categoría, están medio demolidas, y las que se mantienen en pie están construidas al antojo particular de cada uno de sus habitantes. Vertederos, suciedad y especialísimo abandono no faltan. En invierno es preferible entrar con un vehículo "todo terreno" si no se quiere sucumbir en verdaderas montañas de barro. En verano, el polvo es asfixiante, al igual que sus hornos, que no solamente no merman, en beneficio de los grandes núcleos colindantes, sino que aumentan, no sabemos si amparados en la legalidad y el visto bueno del Ayuntamiento o fuera de estos requisitos legales. Caballerizas, talleres rudimentarios y hornos no menos arcaicos florecen en estas calles (?) rebosantes de lodo, de inmundicias y de total despreocupación oficial. ¿Riego asfáltico? ¿Alumbrado? ¿Limpieza pública? ¿Ordenación del suelo? Interrogantes y sólo interrogantes sin ninguna clase de respuestas es lo que encontramos, y un enorme desconcierto de sus habitantes ante sus derechos y obligaciones legales. Ellos no se oponen, en su mayoría, a la expropiación, pero sí a una expropación injusta. No quieren pisos. Quieren y necesitan posibilidad de seguir trabajando, manteniendo sus talleres, sus cuadras, sus hornos. No quieren dinero, quieren el espacio por el que lucharon durante muchos años. Si no es aquí, en otro sitio; pero en iguales circunstancias.
LA AGONÍA DE LA VEGA
Esto también es Triana. Su hermosa vega, a causa de un inmovilismo de cuatro décadas, también está a punto de morir. El responso no es ninguna solución. Hace falta someterla a una unidad de cuidados intensivos oficial que pueda y quiera curar estos problemas. Ahí están, al lado. Sólo hace falta que el típico y tópico y desconocido "quien corresponda" se acerque a ellos y de su urgente diagnóstico y órdenes para que se cumpla a rajatabla.
Aún hay más. El famoso Charco de la Pava o Camino de las Erillas también padece el crónico malestar de la despreocupación. De nuevo la reiteración: basuras a diestro y siniestro, abandono, ruinas. En una palabra: despreocupación oficial absoluta. Las barriadas del extrarradio, al parecer, sólo tienen opción al abandono y a la miseria. Mientras las aceras del centro se cambian por losetas bicolores, los abundantes problemas de estas barriadas en proceso de desaparición permanecen desconocidos para quienes deberían conocerlos a fondo y darles solución.
Mientras veinte ordenanzas -es un decir, porque quizás sean más- buscan justificarse en su labor (?) diaria dentro del Ayuntamiento, ni un solo empleado de la limpieza pública -empleado del mismo organismo- hace aparición por su calles. Mientras las lámparas amarillas lucen en unos faroles que pretenden no perder su "sevillanismo", estas barriadas apagan sus vidas al filo de la tarde.
A través de "La Triana que no se ve desde el puente", hemos querido plasmar no pocos de los problemas generales por los que pasan multitud de habitantes y, para que se resuelvan, hemos clamado junto a la voz de los hombres y mujeres que nos contaron sus enormes problemas. Todo es cuestión de buena voluntad por parte de un Ayuntamiento al que, junto a los diarios problemas de su gestión municipal, se le han unido muchísimos que venían arrastrando años atrás de la labor de otras corporaciones.
Por esto, nuestro deseo no es destruir, sino todo lo contrario: fortalecer, con el dedo puesto en la llaga, el ánimo de nuestros representantes, para que las leyes se cumplan por igual y con la energía precisa por la que fueron creadas. No pocos solares y derribos, con el justo cumplimiento de la ley que marca su limpieza o construcción, se verían adecentados o edificados y, por supuesto, sin el mínimo gasto por parte del Ayuntamiento. No pocas barriadas de nueva construcción se verían libres de muchos problemas si los planes de ordenación urbana se cumplieran a rajatabla, y no pocas heridas por las que clamamos se verían curadas gracias a una gestión municipal eficiente y sin desembolso de ninguna clase, transmitiendo a los ciudadanos, con su buen hacer, el deseo de colaboración y participación.
Lo que en nuestra ciudad puede parecer utópico, tal vez no lo sea. Lo que sí debe ser -y no me cansaré de repetirlo- es acabar de una vez y para siempre con tanta dormida desidia y con tanta despreocupación, porque resulta que, a escala de barrios con miles y miles de habitantes, son los propios vecinos los que están efectuando trabajos que sólo competen a las autoridades municipales: poda de árboles, limpieza de calles, derribos de muros, etc., mientras que las tenencias de alcaldía -algunas con la presencia de su representante una sola vez por semana- parece que están dormidas en las almohadas de una burocracia que en ningún tiempo funcionó.
Concretamente en Triana, tal vez por la expansión que siempre ha tenido, los problemas, de tanto no solucionarse, han adquirido tal volumen que ahora sí que es difícil una solución, aunque se necesita con toda urgencia. Hay que construir, evidentemente, pero con todas las garantías y exigiendo a las constructoras todo lo prometido antes de recepcionar las barriadas. Que las licencias de obras se mediten por el gabinete pertinente, para no dar lugar a horribles "cajones" antiestéticos. Que la sanidad en los mercados -sucios mercados de Triana- se vea, que funcione. Que las calles sean dignas de sus habitantes y que podamos conocer, al menos, al encargado o encargados de la limpieza pública en los distintos distritos. En fin, que la ley se cumpla, porque es la única forma de que todo funcione.
LA BARRIADA (?) DEL PATROCINIO
En Triana, y en proceso de desaparición a causa de las expropiaciones, se encuentra la barriada de El Patrocinio, situada al final de la calle Castilla, a unos 300 metros y que constaba de seis calles sin rotular, a las que en el año 1962 se le pusieron los nombres de Odiel, Peña de los Ángeles, Aracena, etc. Esto es lo menos importante. Lo verdaderamente importante es que es una barriada -cuatro calles en la actualidad- del extrarradio, que equivale a decir fuera de la preocupación oficial y oficiosa, al menos por lo que hemos visto y dialogado con sus habitantes. Casi todas sus calles son amplios estercoleros y espléndidos habitáculos para toda clase de reptiles y roedores. La pavimentación es desconocida en su totalidad. La iluminación no podemos decir que sea bambollera, porque escasos puntos de luz se reparten en considerables distancias, y a los encargados de la limpieza pública sólo los han visto sus habitantes cuando van de compras al centro de la ciudad.
Por lo demás, su situación es estratégica: a un lado, la carretera-avenida de El Patrocinio que une con el ramal de la de Huelva y Badajoz; a otro, la línea férrea de Huelva y la desaparecida estación de Triana. La barriada está en medio, entre dos aguas, o, mejor, entre dos puentes: el del ferrocarril y el de la carretera de paso a la otra orilla. A un lado y otro, basuras, suciedad, falta total de planificación, perros vagabundos, chabolas incomprensiblemente habitadas, y una total despreocupación.
HAZA DEL HUESERO
Pasamos el muro de contención del río. Poco más de doscientos metros nos alejan del viejo cauce, en cuyas orillas están instaladas potentes industrias hormigoneras y modestos industriales afanados en el trasiego de la arena. Nos encontramos en la denominada "Haza del Huesero", situada a la derecha del camino de Tomares y al Oeste del casco de la ciudad, con cuatro calles que no tienen nombre oficial y con una poblción antigua de unos 1.800 habitantes. Hoy, su censo extraoficial puede situarse alrededor de los 200. Sus edificaciones, aparte de dos tascas de inclasificable categoría, están medio demolidas, y las que se mantienen en pie están construidas al antojo particular de cada uno de sus habitantes. Vertederos, suciedad y especialísimo abandono no faltan. En invierno es preferible entrar con un vehículo "todo terreno" si no se quiere sucumbir en verdaderas montañas de barro. En verano, el polvo es asfixiante, al igual que sus hornos, que no solamente no merman, en beneficio de los grandes núcleos colindantes, sino que aumentan, no sabemos si amparados en la legalidad y el visto bueno del Ayuntamiento o fuera de estos requisitos legales. Caballerizas, talleres rudimentarios y hornos no menos arcaicos florecen en estas calles (?) rebosantes de lodo, de inmundicias y de total despreocupación oficial. ¿Riego asfáltico? ¿Alumbrado? ¿Limpieza pública? ¿Ordenación del suelo? Interrogantes y sólo interrogantes sin ninguna clase de respuestas es lo que encontramos, y un enorme desconcierto de sus habitantes ante sus derechos y obligaciones legales. Ellos no se oponen, en su mayoría, a la expropiación, pero sí a una expropación injusta. No quieren pisos. Quieren y necesitan posibilidad de seguir trabajando, manteniendo sus talleres, sus cuadras, sus hornos. No quieren dinero, quieren el espacio por el que lucharon durante muchos años. Si no es aquí, en otro sitio; pero en iguales circunstancias.
LA AGONÍA DE LA VEGA
Esto también es Triana. Su hermosa vega, a causa de un inmovilismo de cuatro décadas, también está a punto de morir. El responso no es ninguna solución. Hace falta someterla a una unidad de cuidados intensivos oficial que pueda y quiera curar estos problemas. Ahí están, al lado. Sólo hace falta que el típico y tópico y desconocido "quien corresponda" se acerque a ellos y de su urgente diagnóstico y órdenes para que se cumpla a rajatabla.
Aún hay más. El famoso Charco de la Pava o Camino de las Erillas también padece el crónico malestar de la despreocupación. De nuevo la reiteración: basuras a diestro y siniestro, abandono, ruinas. En una palabra: despreocupación oficial absoluta. Las barriadas del extrarradio, al parecer, sólo tienen opción al abandono y a la miseria. Mientras las aceras del centro se cambian por losetas bicolores, los abundantes problemas de estas barriadas en proceso de desaparición permanecen desconocidos para quienes deberían conocerlos a fondo y darles solución.
Mientras veinte ordenanzas -es un decir, porque quizás sean más- buscan justificarse en su labor (?) diaria dentro del Ayuntamiento, ni un solo empleado de la limpieza pública -empleado del mismo organismo- hace aparición por su calles. Mientras las lámparas amarillas lucen en unos faroles que pretenden no perder su "sevillanismo", estas barriadas apagan sus vidas al filo de la tarde.
¡Que sí, que estamos muy de acuerdo con la tinta derramada en la "burrada" pretendida de la calle San Fernando! Pero también creemos que las barriadas de El Patrocinio, Haza del Huesero y la Vega pertenecen al municipio y son Sevilla.
(Texto y foto: Emilio Jiménez Díaz)
(Texto y foto: Emilio Jiménez Díaz)
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