Conocí a Manuel Bohórquez Casado hace muchos años, muchos. La verdad es que no recuerdo la fecha exacta, pero tuvo que ser a finales de los 70. Sin embargo, sí me acuerdo perfectamente del sitio: fue en la Peña Guitarrística "Niño Ricardo", en la Cuesta del Rosario, donde daba yo una conferencia titulada "El Flamenco en la literatura". Al llegar la hora de las preguntas, se levantó un chaval muy joven y muy alto que más que preguntarme me dijo que a él le encantaba el flamenco y que le gustaría conocerlo en profundidad como yo, que cómo podría acercarse con esa intensidad. Le contesté. Pero cuando terminó toda mi intervención , nos tomamos allí una cerveza y le dí mis señas y mi teléfono, asegurándole que le iba a ayudar. Y así fue, porque soy de los hombres que jamás ha faltado a una palabra dada, y más si lo prometido estaba en mis manos y podía cumplirlo.
En las ocasiones que pude, lo llevé e inicié en los festivales flamencos veraniegos, le presté libros sobre el tema, le presenté a gente muy puesta en la materia y, en la primera ocasión que se presentó, que fue en 1979, porque Lola estaba bastante avanzada en el embarazo de mi hijo Emilio, lo invité a que se viniese conmigo al IX Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, donde nos hospedó la organización en un hotel frente por frente a la zona norte de la Mezquita, el Adarve, que acababan de inaugurar hacía pocos días. Él me ayudó mucho a recopilar datos del Concurso, y en la habitación, todas las mañanas, poníamos al día, comentándolas, las actuaciones e incidencias del día anterior, que verían la luz en un suelto especial que hicimos en la revista "Sevilla Flamenca", que por aquel entonces codirigíamos Manuel Herrera y yo.
En las ocasiones que pude, lo llevé e inicié en los festivales flamencos veraniegos, le presté libros sobre el tema, le presenté a gente muy puesta en la materia y, en la primera ocasión que se presentó, que fue en 1979, porque Lola estaba bastante avanzada en el embarazo de mi hijo Emilio, lo invité a que se viniese conmigo al IX Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, donde nos hospedó la organización en un hotel frente por frente a la zona norte de la Mezquita, el Adarve, que acababan de inaugurar hacía pocos días. Él me ayudó mucho a recopilar datos del Concurso, y en la habitación, todas las mañanas, poníamos al día, comentándolas, las actuaciones e incidencias del día anterior, que verían la luz en un suelto especial que hicimos en la revista "Sevilla Flamenca", que por aquel entonces codirigíamos Manuel Herrera y yo.
Todo empezó ahí. Cuando el querido cura Javierre me llamó para que me hiciese cargo de 8 páginas semanales dedicadas al flamenco en El Correo de Andalucía, con el nombre de "Correo Flamenco", no dudé en meter como colaborador a Manolo Bohórquez, en cuyo equipo estaban Luis Caballero, Manuel Martín -al que también le abrí esa puerta-, Vallecillo, Joaquín Herrera... Manolo cada día escribía mejor, y más sincero, y mejor. Para mí fue una ayuda maravillosa. Preparar, aparte de mi trabajo diario, y de la revista, y de las conferencias, etc., ocho páginas semanales, era ciertamente muy difícil. La amistad se fue acrecentando con el roce y hasta llegamos a ser compadres.
Con el tiempo, y cuando Bohórquez quiso unirse en matrimonio, nos pidió a Lola y a mí que fuésemos sus padrinos. Y así lo hicimos. La unión se celebró en la Capilla de los Marineros, ante la Esperanza de Triana, y el convite en la Peña "La Fragüa" de Bellavista, que lo querían ya como a un hijo y que corrió con todos los gastos. Fue un almuerzo maravilloso del que conservo muchas fotos cuajadas de artistas amigos. Nuestro regalo fue pagarle durante un semana el viaje de la luna de miel (no había fondos para mandarlos al Caribe, como ahora se lleva) a Granada, al modesto, pero precioso hotel Maciás, en la Plaza de la Audiencia, frente por frente a la Cuesta de Gómerez, la más hermosa visión que se puede tener de la Alhambra y de su Torre de la Vela.
Cuando por mi trabajo ya no podía llevar tantas cosas y tenía que optar por decisión de mi empresa de "ella o el flamenco", con una hipoteca y tres hijos estudiando, no tuve más remedio que elegir lo primero. Entonces hablé con el entonces director de "El Correo" para que, entre tantos novios que tenía esas páginas, se quedara con ella Manolo Bohórquez, hable con él y estaba de acuerdo y seguro, que era lo importante. Y hasta ahora.
Cuando por mi trabajo ya no podía llevar tantas cosas y tenía que optar por decisión de mi empresa de "ella o el flamenco", con una hipoteca y tres hijos estudiando, no tuve más remedio que elegir lo primero. Entonces hablé con el entonces director de "El Correo" para que, entre tantos novios que tenía esas páginas, se quedara con ella Manolo Bohórquez, hable con él y estaba de acuerdo y seguro, que era lo importante. Y hasta ahora.
Cuando mi destino a Córdoba nos perdimos la pista, volviéndonos a reencontrar el pasado año. Mi compadre ha hecho del Flamenco su vida. La mía es un puzzle compuesto de muchas piezas que no siempre encajan, pero con las que me siento muy feliz intentándolo. Él se ha hecho su camino, se lo ha labrado y ganado a pulso. Es valiente, y eso es ciertamente hermoso para contar las verdades del barquero. Su blog, "La Gazapera", es un modelo de creación personal y una fuente de sabiduría para los amantes del flamenco sin medias tintas. Hace unos días -lo felicité desde Cazorla- ha recibido, por fin, el Premio Nacional de la Cátedra de Flamencología..., que bien deberían habérselo concedido varios años antes. Mi compadre ya es un periodista de raza, con las ideas muy claras y, en materia de flamenco, pocos pueden llegarle a las suelas de los zapatos. ¡Me siento orgulloso de aquel chaval tan alto y vivaracho que un buen día me preguntó en la Peña "Niño Ricardo"!
Manuel Bohórquez también ha sido de esas personas que Dios, tan sabio, hizo posible que se cruzase en los caminos de mi vida. Yo cumplí mi compromiso, y sé que algún día el cumplirá el de hacerme esa visita prometida a mi destierro.
Manuel Bohórquez también ha sido de esas personas que Dios, tan sabio, hizo posible que se cruzase en los caminos de mi vida. Yo cumplí mi compromiso, y sé que algún día el cumplirá el de hacerme esa visita prometida a mi destierro.
Digno discípulo de tal maestro... Efectivamente, creo que los premios tienen que llegar a en su justo momento. Repito -porque se lo dije al propio Bohórquez- que el refrán que menos me gusta es ese que dice lo de "nunca es tarde si la dicha es buena"; no me acaba de convencer. Lo mismo opino respecto al premio otorgado por la misma entidad jerezana al maestro Manolo Marín. Sólo cabe felicitar a los dos por esta justicia... tardía.
ResponderEliminarSe ha merecido el premio de la Cátedra. A mí me dio mucha alegría cuando recibí el primero en el año 1979 y el segundo por "Sevilla Flamenca" unos años más tarde, me parece que en el 83. Pocas veces me acuerdo de los premios porque jamás he pensado en ellos.
ResponderEliminarPero mi compadre Manolo se lo merece. Son muchos años dedicados a este difícil mundo del flamenco, como decía mi maestro Manuel Barrios.
Querido compadre, perdón por no haber podido leer antes este estupendo artículo sobre mí en tu blog, que leo con asiduidad.Anoche mismo entré y supe que se reunía el jurado del Compás del Cante. Y acabo de saber que se lo habéis dado a Pansequito, decisión acertada y más que merecida, porque Panseco es uno de los grandes. Me alegro mucho por él porque, además de admirarlo mucho, somos buenos amigos.
ResponderEliminarEn cuanto a lo que dices de mí tengo que darte las gracias, porque sólo dices cosas buenas. Haces bien porque, a pesar de que no voy a verte y de que estamos un poco desconectados, sabes que te quiero y que siempre te estaré agradecido por haber ayudado a hacer realidad el sueño de aquel chaval al que, en efecto, conociste a finales de los 70 en la Peña Niño Ricardo.
Entré en El Correo por ti y cuando te fuiste me dejaste el puesto. Aquello cambió mi vida, y hoy soy lo que quería ser: crítico de flamenco, periodista y escritor, aunque humilde.
Fuiste generoso y creo que la mejor manera de pagarte el gesto es ser como soy, apasionado, trabajador y honrado. He luchado lo indecible por ser digno de considerarme tu discípulo, de que nunca te tuvieras que avergonzar por haberme enseñado lo que me enseñaste, y por haberme elegido para ocupar tu puesto en el periódico. Creo que es el mejor homenaje que puedo darte, compadre. Si te sientes orgulloso de mí, a pesar de que todavía no he ido a pasar contigo un día en Córdoba -el trabajo me tiene atrapado-, es motivo más que suficiente para seguir trabajando y presumiendo de haber tenido un maestro con un corazón tan grande como Triana.
Un abrazo, Emilio.
Tú eres el que has luchado para estar en el primer pueto de la crítica flamenca. ¡Ánimo y adelante! ¡Ah, pero la visita me la debes!
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