Todavía no se había dado ese paso del cuplé a la canción generalista, canción española, o canción andaluza como algunos tratadistas la llamaron por el exceso de coplas basadas en la Andalucía tópica, cuando en 1924, el pasodoble "Valencia" del coro de marineros de la zarzuela "La bien amada", con letra de J. de la Prada y música del maestro Padilla, se convierte no sólo en el himno extraoficial de la ciudad mediterránea, sino en una de las más populares de cuantas canciones han llegado a nuestros días. La cantaba Mercedes Serós en nuestro país, y en París la hizo famosa la célebre "Mistinguett":
Valencia, es la tierra de las flores/ de la luz y del amor./ Valencia, tus mujeres todas tienen/ de las rosas el color./ Valencia, al sentir cómo perfuma/ en tus huertas el azahar,/ quisiera, en la huerta valenciana,/ mis amores encontrar./ La blanca barraca, la flor del naranjo,/ las huertas floridas, almendros en flor,/ el Turia de plata, el cielo turquesa,/ el sol valenciano que van diciendo amor./ Amores, en Valencia son floridos como ramos de azahar./ Quereres, en Valencia sus mujeres con el alma suelen dar./ Pasiones, en la huerta valenciana sí te dan el corazón./ Sus hembras, ponen alma y ponen vida en un beso de pasión.
Ya se van viendo flecos de un cambio con nuevos autores que traen otros aires. Entre chotis, cuplés y charlestón se cuelan en los escenarios, unas veces con ningún éxito y otras con mucho, canciones ya típicamente andaluzas como esta "Ay, Maricruz" con letra de Valverde y Rafael de León y música del maestro Quiroga que, aunque interpreta Conchita Martínez el año 1930, la hacen popular las versiones de Estrellita Castro e Imperio Argentina. Es esta canción otro de esos claros ejemplos de que cuando el pueblo acepta algo lo hace para toda la vida, ya que "Ay, Maricruz" continua recordándose como si ayer hubiese nacido.
Es Maricruz la mocita,/ la más bonita/ del barrio de Santa Cruz./ El viejo barrio judío,/ rosal florío,/ le ha dado rosas de luz./ Y desde la Macarena/ la vienen a contemplar,/ pues su carita morena/ hace a los hombres soñar./ Y una noche de luna/ el silencio rompió/ la guitarra moruna/ y una voz que cantó:// ¡Ay, Maricruz, Maricruz,/ maravilla de mujer,/ del barrio de Santa Cruz/ eres un rojo clavel./ Mi vida sólo eres tú/ y por jurarte yo eso/ me vi de cariño preso/ por tus ojos, Maricruz!/ ¡Ay, Maricruz, ay Maricruz!// Fue como una pluma en el viento/ el juramento, y a su querer traicionó,/ y sin dejar una huella/ detrás de ella la niña Sevilla dejó./ La gente mira sin pena,/ su reja sin un rosal,/ pues de aquella flor morena/ ninguno supo llamar./ Solamente hubo un hombre/ que en sus hierros lloró/ recordando su nombre/ y esta copla cantó:// (Refrán)
Pero la canción que ya sí divide de una forma totalmente diferencial todo el repertorio anterior con el que venía es, sin duda alguna, la creación del unionense Ramón Perelló con música del sevillano Juan Mostazo, titulada "Mi jaca", que Estrellita Castro estrenó en el Teatro Coliseum de Madrid el 24 de septiembre de 1933, aunque algunos tratadistas, equivocadamente, señalan la misma fecha pero del año 1931. A partir de aquí sí se puede hablar, sin recelo alguno, del nacimiento de la canción o copla andaluza. Así nos definía a la artista sevillana el estudioso Ángel Zúñiga en "Una historia del cuplé": "Lo andaluz se defiende con Estrellita Castro, cupletista de muchas facultades y con más simpatía que arte, en lo que no pasa de ser una medianía con juventud y ganas de trabajar." Al parecer, por este y otros comentarios que iremos viendo, "lo andaluz" ha arrancado, pero sin demasiados seguidores ni adeptos del género:
Er tronío,/ la guapeza, la solera,/ el embrujo de la noche sevillana/ no lo cambio por al gracia cortijera/ ni el trapío de mi jaca jerezana./ A su grupa voy lo mismo que una reina/ con espuelas de diamantes en los pies/ y luciendo por corona y como peina/ la majeza del sombrero cordobés.// Mi jaca galopa y corta el viento/ cuando pasa por El Puerto/ caminito de Jerez.// A la grupa de mi jaca jerezana/ voy meciéndome altanera y orgullosa/ como mece el aire por mi ventana/ los geranios, los claveles y las rosas./ Cuando trota por el polvo del sendero/ a su paso para mí forma un altar/ que ilumina el resplandor de los luceros/ y que alfombra la emoción de mi cantar.// (Refrán)// La quiero, lo mismito que al gitano/ que me está dando tormento/ por culpita del querer.// (Refrán).
Son estos años iniciales de la década de los treinta un poco revueltos en el mundo de la canción. Por una parte, se está perdiendo poco a poco la canción tradicional de las varietés. Por otra, revistas como"Que se mueran los feos", que repone Blanquita Suárez; "Las Castigadoras", reposición de Celia Gámez; "Las guapas", de la misma vedette; o "Me acuesto a las ocho", de Perlita Greco, se mezclan en los escenarios con los espéctaculos de variedades: Estrellita Castro, Concha Piquer, Imperio Argentina..., y por medio irrumpe con muchísima fuerza el cine con géneros musicales: "La copla andaluza", con Mari Luz Callejo; "El profesor de mi mujer", "Lo mejor es reír", "Melodía de arrabal" o "Morena Clara" con Imperio Argentina; "Violetas imperiales" con Raquel Meller... Ya pasaron los años de Antonia "La Cachavera", de Julita Fons, de Paquita Escribano, de Amalia de Isaura, Adelita Lulú, La Bella Chelito, La Bella Dorita", La Fornarina, La Goya...
El estudioso Máximo Díaz de Quijano, en su interesante libro "Tonadilleras y cupletistas", publicado en Madrid en 1960, se refiere a este cambio y decadencia del género con cierta dureza:
"Esto ocurría hacia el año 32 ó 33. El espectáculo que formó "La Argentinita" era una cosa mixta, equidistante de las variedades y del "ballet". Un reflejo de lo que ella había sido siempre: muy diversa y entretenida. Como la nueva modalidad tuvo éxito, no podían tardar en surgir las imitaciones, y de ahí vino esa plaga de folklore que nos privó de la diversidad de proveedores, y que al constituirse el espectáculo como de "gran derecho", los autores casi exclusivos de él fueron Rafael de León y el maestro Quiroga, ya acreditados como creadores de cuplés de mucho éxito, pero que unidos a Antonio Quintero empezaron a cargar las estampas de letra y de caricatura, y a servirnos con reiteración abusiva una Andalucía de astrakán, con una receta siempre repetida: el "cantaor" que le cantaba a la "bailaora", un caricato y una característica, indispensables en el nuevo estilo, no se sabía por qué, y todo servido por los mismos letristas y el músico, en producción en serie, y que, aunque hubieran sido inspirados por el mismísimo Orfeo, nos habían privado de aquello que en las varietés se nos daba sin pretensiones y con prodigalidad: la diversidad, "sirena del mundo".
En otro punto, Máximo Díaz de Quijano, después de hablarnos de una Andalucía de cartón piedra, nos da la "receta" para esos espectáculos tan malísimos para él: "Tómese una cancionista que baile, o una bailarina que cante; búsquese un cantaor que recite; hágase que ella se desmelene cuando él la canta, y este es el número cumbre que se llama "zambra"; rodéese a esta pareja de una característica, de un caricato que haga intermedios insoportables, de cuatro bailaores, cuatro, que no sepan más que bulerías, y ya tenemos el "elenco". Si, por ejemplo, se decía que Fulana o Mengana estaba formando compañía, sin conocer lo que le estaban escribiendo los autores, se preguntaba: "¿Y a quién lleva de característica?" o "¿Qué recitador va?" Esto era la prueba más palpable de la insoportable monotonía a que se llegó."
No todo lo que dice Máximo Díaz fue a partir de ahí así. Sí es cierto que esa fue la transición del mundo de la canción en general al llamado flamenquismo-andaluz y del que tantas páginas se han escrito. Fue una auténtica pena el hundimiento de tres décadas anteriores llenas de glamour y de bellísimas canciones, amén de excelentes intérpretes que hacían llenar todos los muchos teatros que había y los que se crearon para la propicia ocasión. Tendría que pasar algún tiempo para que la canción, llamada ya española, triunfara con todas las galas.
Vamos a cerrar hoy nuestra página con dos ejemplos de Imperio Argentina, incluidos en su película "Morena Clara", estrenada en 1935. El primero de ellos es una canción por bulerías, "Échale guindas al pavo", con letra de Perelló, Antonio Quintero y Pascual Guillén, y música de Juan Mostazo:
Huyendo de los civiles,/ un gitano del Perchel,/ sin cálculo y sin combina,/ ¡que dónde vino a caer!/ En un corral de gallinas,/ ¿y qué es lo que allí encontró?,/ pues una pavita fina/ que a un pavo le hacía el amor./ Saltó la tapia el gitano/ con muchísimo talento/ y cuando se vino a dar cuenta/ con un saco estaban dentro./ A los dos los cogió,/ con los dos se najó,/ y el gitano a la gitana/ de esta manera le habló:// Échale guindas al pavo/ que yo le echaré a la pava/ azúcar, canela y clavo.// Estaba ya el pavo asao,/ la pava en el asador,/ y llamaron a la puerta,/ verá usted lo que pasó:/ Entró un civil con bigote,/ ¡Osú qué miedo, chavó!/ se echó el fusil a la cara/ y de esta manera habló:/ A ver dónde está ese pavo,/ a ver dónde está esa pava,/ porque tiene mucha guasa/ que yo no pruebe ni un ala./ Con los dos se sentó,/ con los dos trajeló,/ y el gitano a la gitana/ de esta manera le habló:// (Refrán).
La segunda, es una especie de zambra con letra de Quintero y Guillén, y música también de Juan Mostazo:
El día que nací yo,/ qué planeta reinaría./ Por donde quiera que voy,/ qué mala estrella me guía./ Estrella de plata, la que más reluce,/ por qué me llevas por este calvario/ llenito de cruces./ Tú vas a caballo/ por el firmamento,/ yo cieguecita sobre las tinieblas/ a pasito lento./ El barco de vela/ de tu poderío/ me trajo a este puerto/ donde se me ahogan/ los cinco sentíos.// El día que nací yo,/ qué planeta reinaría/ por donde quiera que voy/ qué mala estrella me guía.// Estrella de nácar,/ déjame ser buena,/ dí que me ponga en este barrote/ mi reloj de arena./ Yo haré lo que mandes/ rey de los luceros/ y cuando él diga que lo llevan preso/ le diré: ¡Te quiero!// (Refrán).
La última visión que nos deja Máximo Díaz de Quijano sobre el tema es éste: "El folklore asesinó a las varietés, pero duró menos que ellas, muerto de un ataque de hipertrofia." Yo creo que este aumento excesivo del patrón folklórico, quizás fuese malo al principio, pero sólo al principio. Cuando la canción española se sedimentó, fueron muchísimas, y bellísimas, las canciones que se desparramaron por todos los escenarios y en todas las voces. Prueba de lo que digo lo tendremos de manifiesto cuando en estas "Canciones por nuestras vidas" nos asomemos al balcón de las coplas desde 1936 a 1950.
Valencia, es la tierra de las flores/ de la luz y del amor./ Valencia, tus mujeres todas tienen/ de las rosas el color./ Valencia, al sentir cómo perfuma/ en tus huertas el azahar,/ quisiera, en la huerta valenciana,/ mis amores encontrar./ La blanca barraca, la flor del naranjo,/ las huertas floridas, almendros en flor,/ el Turia de plata, el cielo turquesa,/ el sol valenciano que van diciendo amor./ Amores, en Valencia son floridos como ramos de azahar./ Quereres, en Valencia sus mujeres con el alma suelen dar./ Pasiones, en la huerta valenciana sí te dan el corazón./ Sus hembras, ponen alma y ponen vida en un beso de pasión.
Ya se van viendo flecos de un cambio con nuevos autores que traen otros aires. Entre chotis, cuplés y charlestón se cuelan en los escenarios, unas veces con ningún éxito y otras con mucho, canciones ya típicamente andaluzas como esta "Ay, Maricruz" con letra de Valverde y Rafael de León y música del maestro Quiroga que, aunque interpreta Conchita Martínez el año 1930, la hacen popular las versiones de Estrellita Castro e Imperio Argentina. Es esta canción otro de esos claros ejemplos de que cuando el pueblo acepta algo lo hace para toda la vida, ya que "Ay, Maricruz" continua recordándose como si ayer hubiese nacido.
Es Maricruz la mocita,/ la más bonita/ del barrio de Santa Cruz./ El viejo barrio judío,/ rosal florío,/ le ha dado rosas de luz./ Y desde la Macarena/ la vienen a contemplar,/ pues su carita morena/ hace a los hombres soñar./ Y una noche de luna/ el silencio rompió/ la guitarra moruna/ y una voz que cantó:// ¡Ay, Maricruz, Maricruz,/ maravilla de mujer,/ del barrio de Santa Cruz/ eres un rojo clavel./ Mi vida sólo eres tú/ y por jurarte yo eso/ me vi de cariño preso/ por tus ojos, Maricruz!/ ¡Ay, Maricruz, ay Maricruz!// Fue como una pluma en el viento/ el juramento, y a su querer traicionó,/ y sin dejar una huella/ detrás de ella la niña Sevilla dejó./ La gente mira sin pena,/ su reja sin un rosal,/ pues de aquella flor morena/ ninguno supo llamar./ Solamente hubo un hombre/ que en sus hierros lloró/ recordando su nombre/ y esta copla cantó:// (Refrán)
Pero la canción que ya sí divide de una forma totalmente diferencial todo el repertorio anterior con el que venía es, sin duda alguna, la creación del unionense Ramón Perelló con música del sevillano Juan Mostazo, titulada "Mi jaca", que Estrellita Castro estrenó en el Teatro Coliseum de Madrid el 24 de septiembre de 1933, aunque algunos tratadistas, equivocadamente, señalan la misma fecha pero del año 1931. A partir de aquí sí se puede hablar, sin recelo alguno, del nacimiento de la canción o copla andaluza. Así nos definía a la artista sevillana el estudioso Ángel Zúñiga en "Una historia del cuplé": "Lo andaluz se defiende con Estrellita Castro, cupletista de muchas facultades y con más simpatía que arte, en lo que no pasa de ser una medianía con juventud y ganas de trabajar." Al parecer, por este y otros comentarios que iremos viendo, "lo andaluz" ha arrancado, pero sin demasiados seguidores ni adeptos del género:
Er tronío,/ la guapeza, la solera,/ el embrujo de la noche sevillana/ no lo cambio por al gracia cortijera/ ni el trapío de mi jaca jerezana./ A su grupa voy lo mismo que una reina/ con espuelas de diamantes en los pies/ y luciendo por corona y como peina/ la majeza del sombrero cordobés.// Mi jaca galopa y corta el viento/ cuando pasa por El Puerto/ caminito de Jerez.// A la grupa de mi jaca jerezana/ voy meciéndome altanera y orgullosa/ como mece el aire por mi ventana/ los geranios, los claveles y las rosas./ Cuando trota por el polvo del sendero/ a su paso para mí forma un altar/ que ilumina el resplandor de los luceros/ y que alfombra la emoción de mi cantar.// (Refrán)// La quiero, lo mismito que al gitano/ que me está dando tormento/ por culpita del querer.// (Refrán).
Son estos años iniciales de la década de los treinta un poco revueltos en el mundo de la canción. Por una parte, se está perdiendo poco a poco la canción tradicional de las varietés. Por otra, revistas como"Que se mueran los feos", que repone Blanquita Suárez; "Las Castigadoras", reposición de Celia Gámez; "Las guapas", de la misma vedette; o "Me acuesto a las ocho", de Perlita Greco, se mezclan en los escenarios con los espéctaculos de variedades: Estrellita Castro, Concha Piquer, Imperio Argentina..., y por medio irrumpe con muchísima fuerza el cine con géneros musicales: "La copla andaluza", con Mari Luz Callejo; "El profesor de mi mujer", "Lo mejor es reír", "Melodía de arrabal" o "Morena Clara" con Imperio Argentina; "Violetas imperiales" con Raquel Meller... Ya pasaron los años de Antonia "La Cachavera", de Julita Fons, de Paquita Escribano, de Amalia de Isaura, Adelita Lulú, La Bella Chelito, La Bella Dorita", La Fornarina, La Goya...
El estudioso Máximo Díaz de Quijano, en su interesante libro "Tonadilleras y cupletistas", publicado en Madrid en 1960, se refiere a este cambio y decadencia del género con cierta dureza:
"Esto ocurría hacia el año 32 ó 33. El espectáculo que formó "La Argentinita" era una cosa mixta, equidistante de las variedades y del "ballet". Un reflejo de lo que ella había sido siempre: muy diversa y entretenida. Como la nueva modalidad tuvo éxito, no podían tardar en surgir las imitaciones, y de ahí vino esa plaga de folklore que nos privó de la diversidad de proveedores, y que al constituirse el espectáculo como de "gran derecho", los autores casi exclusivos de él fueron Rafael de León y el maestro Quiroga, ya acreditados como creadores de cuplés de mucho éxito, pero que unidos a Antonio Quintero empezaron a cargar las estampas de letra y de caricatura, y a servirnos con reiteración abusiva una Andalucía de astrakán, con una receta siempre repetida: el "cantaor" que le cantaba a la "bailaora", un caricato y una característica, indispensables en el nuevo estilo, no se sabía por qué, y todo servido por los mismos letristas y el músico, en producción en serie, y que, aunque hubieran sido inspirados por el mismísimo Orfeo, nos habían privado de aquello que en las varietés se nos daba sin pretensiones y con prodigalidad: la diversidad, "sirena del mundo".
En otro punto, Máximo Díaz de Quijano, después de hablarnos de una Andalucía de cartón piedra, nos da la "receta" para esos espectáculos tan malísimos para él: "Tómese una cancionista que baile, o una bailarina que cante; búsquese un cantaor que recite; hágase que ella se desmelene cuando él la canta, y este es el número cumbre que se llama "zambra"; rodéese a esta pareja de una característica, de un caricato que haga intermedios insoportables, de cuatro bailaores, cuatro, que no sepan más que bulerías, y ya tenemos el "elenco". Si, por ejemplo, se decía que Fulana o Mengana estaba formando compañía, sin conocer lo que le estaban escribiendo los autores, se preguntaba: "¿Y a quién lleva de característica?" o "¿Qué recitador va?" Esto era la prueba más palpable de la insoportable monotonía a que se llegó."
No todo lo que dice Máximo Díaz fue a partir de ahí así. Sí es cierto que esa fue la transición del mundo de la canción en general al llamado flamenquismo-andaluz y del que tantas páginas se han escrito. Fue una auténtica pena el hundimiento de tres décadas anteriores llenas de glamour y de bellísimas canciones, amén de excelentes intérpretes que hacían llenar todos los muchos teatros que había y los que se crearon para la propicia ocasión. Tendría que pasar algún tiempo para que la canción, llamada ya española, triunfara con todas las galas.
Vamos a cerrar hoy nuestra página con dos ejemplos de Imperio Argentina, incluidos en su película "Morena Clara", estrenada en 1935. El primero de ellos es una canción por bulerías, "Échale guindas al pavo", con letra de Perelló, Antonio Quintero y Pascual Guillén, y música de Juan Mostazo:
Huyendo de los civiles,/ un gitano del Perchel,/ sin cálculo y sin combina,/ ¡que dónde vino a caer!/ En un corral de gallinas,/ ¿y qué es lo que allí encontró?,/ pues una pavita fina/ que a un pavo le hacía el amor./ Saltó la tapia el gitano/ con muchísimo talento/ y cuando se vino a dar cuenta/ con un saco estaban dentro./ A los dos los cogió,/ con los dos se najó,/ y el gitano a la gitana/ de esta manera le habló:// Échale guindas al pavo/ que yo le echaré a la pava/ azúcar, canela y clavo.// Estaba ya el pavo asao,/ la pava en el asador,/ y llamaron a la puerta,/ verá usted lo que pasó:/ Entró un civil con bigote,/ ¡Osú qué miedo, chavó!/ se echó el fusil a la cara/ y de esta manera habló:/ A ver dónde está ese pavo,/ a ver dónde está esa pava,/ porque tiene mucha guasa/ que yo no pruebe ni un ala./ Con los dos se sentó,/ con los dos trajeló,/ y el gitano a la gitana/ de esta manera le habló:// (Refrán).
La segunda, es una especie de zambra con letra de Quintero y Guillén, y música también de Juan Mostazo:
El día que nací yo,/ qué planeta reinaría./ Por donde quiera que voy,/ qué mala estrella me guía./ Estrella de plata, la que más reluce,/ por qué me llevas por este calvario/ llenito de cruces./ Tú vas a caballo/ por el firmamento,/ yo cieguecita sobre las tinieblas/ a pasito lento./ El barco de vela/ de tu poderío/ me trajo a este puerto/ donde se me ahogan/ los cinco sentíos.// El día que nací yo,/ qué planeta reinaría/ por donde quiera que voy/ qué mala estrella me guía.// Estrella de nácar,/ déjame ser buena,/ dí que me ponga en este barrote/ mi reloj de arena./ Yo haré lo que mandes/ rey de los luceros/ y cuando él diga que lo llevan preso/ le diré: ¡Te quiero!// (Refrán).
La última visión que nos deja Máximo Díaz de Quijano sobre el tema es éste: "El folklore asesinó a las varietés, pero duró menos que ellas, muerto de un ataque de hipertrofia." Yo creo que este aumento excesivo del patrón folklórico, quizás fuese malo al principio, pero sólo al principio. Cuando la canción española se sedimentó, fueron muchísimas, y bellísimas, las canciones que se desparramaron por todos los escenarios y en todas las voces. Prueba de lo que digo lo tendremos de manifiesto cuando en estas "Canciones por nuestras vidas" nos asomemos al balcón de las coplas desde 1936 a 1950.
Cada vez me gusta más esta serie, Emilio. Tengo que confesarte que al principio me costó, pero ya tengo como costumbre desayunar, mientras voy leyéndote. Siempre que puedo intento escuchar algunas de las canciones que citas (gracias a youtube)para sumergirme en esa vida de principios de siglo que esconden tus palabras.
ResponderEliminarRespecto a ese rechazo a lo andaluz, debemos verlo como algo lógico. Con Franco en el poder se tenía que construir una cultura española que no existía y para ello se exportaron canciones y otros rasgos andaluces, como símbolos nacionales, en detrimento de la cultura local. Se potenció lo andaluz como lo español y se dejaron de lado una gran cantidad de manifestaciones culturales de otras regiones. Pero, creo que ya pasó ese tiempo y es hora de que a la copla anadaluza se le eche una nueva mirada, porque no saben lo que se pierden.
Ahora iremos analizando un periodo difícil pero muy interesante para la copla: la época de 1936 a 1939, donde aparte de las coplas iremos insertando coplas de los dos bandos, así como himnos. Lo de Franco era de película. Fíjate que le encantaba "El emigrante", de Juanito Valderrama, cuando ésta era un denuncia social, y sin embargo Franco le pedía que se la cantara porque exaltba los valores españoles. ¡País, como diría el Forges!
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