Sólo dos películas hizo Marifé de Triana a lo largo de su vida y de las dos se arrepintió. No era lo suyo. La primera fue la folletinesca "Un canto para ti" (1958), dirigida por Sebastián Almeida, con la compañía masculina de Alfredo Mayo, y de la que sólo llegaron a salvarse sus canciones: "La ventolera", "Locura de mi querer", "Rejón de muerte", "Señora vecina" y en "El quicio de mi puerta". Y la segunda, dirigida por Arturo Ruiz Castillo, "Bajo el cielo andaluz" (1959), todavía con peor resultado, con la inclusión de las canciones "Calandria, calandria", "La salinera", "Mario Calvario" y "Juan León", entre otras. Ni se vio apta para el cine ni cantó jamás flamenco, al que le tenía un respeto máximo cuando podía haber sido una de sus grandes representantes.
Tuvo la gran oportunidad en estos años de contínuos éxitos de pegar el salto a varios países de Estados Unidos, América Latina y de Europa, logrando un gran refrendo internacional. Y entre viajes y estreno de espectáculos, Marifé no paró de grabar, llevando al microsurco desde 1961 a 1969 un total de 46 grabaciones con 192 canciones, casi todas ellas con la firma Columbia.
Una de las canciones que grabó Marifé en aquellos años fue "La Rosa de Capuchinos" (1961), que Quintero, León y Quiroga compusieron expresamente para Conchita Piquer, pero que, muchos años después, sonaba de una manera más genial y auténtica en la voz de la trianera:
¡Qué bonita!, ni pintá por los pinceles de Murillo./ ¡Qué carita!, envidiá por el coral de los sarzillos./ La niña como un jilguero/ por calles y plazas pregonando flores./ Los hombres al retortero/ bebían sus vientos con ansias de amores./ Y una noche de la Cruz de Mayo/ entró en un corral, y en los ojos de un mozo de rumbo/ leyó este cantar:// Rosita de Capuchinos,/ vara de nardo y clavel,/ dame el ramito más fino/ del jardín de tu querer./ ¿De qué rosal has robao/ la sangre de tus mejillas/ si eres lo más delicao de los parques de Sevilla?/ Te tengo sembrás de flores/ las piedras de tu camino/ porque quiero que me adore/ la Rosa de Capuchinos.// Ni un minuto el querer de aquel mocito le ha durao/ y de luto se vistió su corazón abandonao./ Siguió su voz de jilguero/ pregonando flores por las plazoletas./ Cambió el mantón dominguero/ por uno morao como sus violetas./ Y otra noche de la Cruz de Mayo,/ llenita de azahar,/ se encontró frente a frente a unos ojos/ de un hombre cabal.// Rosita de Capuchinos,/ vara de nardo y clavel,/ ¿Quién te ha sembrao de espinas/ el rosal de tu querer?/ ¿Quién le pintó esas ojeras/ a tu carita de rosa?/ ¿Quién te mandó que sufrieras/ igual que una dolorosa?/ Rosita, vuelve a tus flores/ y olvida tu desatino,/ que yo no quiero que llore/ mi Rosa de Capuchinos.
De aquel mismo año, uno de los más fructíferos en la vida de la artista, es una de las canciones más representativas de toda la obra de Marifé. Si tomamos como buques insignias a "Torre de Arena" y "La Loba", para nada se quedan atrás las que hoy estamos recordando en este blog. Y es que cualquier copla buena que le escribiesen -y con estos poetas y compositores siempre eran geniales-, Marifé la elevaba de categoría con la voz valiente que poseía y con sus recursos de saber darle vida a la copla, tanto en el escenario como en las grabaciones, que es lo verdaderamente difícil. Una de estas coplas, de Rafael de León, Molina Moles y Quiroga, fue "La gente" (1961), con una interpretación absolutamente inimitable:
No hubo nunca una razón/ pa murmurar de María./ Vivía con ilusión/ porque un hombre la quería./ Pero la gente se la ha inventao:/ -Sale de noche, tiene otro amor./ Tanto la gente lo comentaron,/ que hasta ella misma se lo creyó.// La gente, ¿quién es la gente?,/ maldita la condición/ del que no habla frente a frente/ y murmura sin razón./ En la silla del tormento/ no hay dolor como este mío,/ pero lo que yo más siento/ es que tú te lo has creío./ Por mí ya podéis hablar,/ porque me es indiferente,/ para bien o para mal/ yo no me dejo llevar/ por lo que digan la gente.// Ya podéis hablar de mí/ porque a ningún hombre quiero./ Ahora sí podéis decir/ que me sobra el mundo entero./ Todos presumen de estar a mi lao./ -Tiene dinero, qué guapa está./ Maldita gente que lo ha notao/ y ahora me quiere resucitar.// (Refrán).
El año 1962 Marifé graba una canción de Murillo y Segovia que pronto se haría muy popular por ser una canción muy alegre, pero a la que ella le echa una casta increible en los tonos en los que la canta. Se trata de "Señora Vecina" (1962), que al año siguiente incluiría en su espectáculo "La maestra giraldilla", que estuvo un año en el Teatro Calderón y otro en La Latina, ese era el gran poder de convocatoria de la artista por aquellos años en los que no había rival que le igualase. Se la escuché varias veces en los escenarios y la verdad es que es muy difícil cantar por esos registros. Sólo ella llegaba adonde tenía que llegar modulando a la perfección:
Vecina, señora vecina/ su niño de usted me mira al pasar./ Vecina, señora vecina,/ su niño de usted me empieza a gustar./ El pelo como la tinta,/ los ojos de cordobán,/ pero dicen que es un pinta/ que sabe más que Briján./ Lo que le hace falta es una mujer/ que lave y que guise y sepa coser.// Por qué, por qué no le dice usted/ que me siga y me pretenda,/ que su niño es una prenda/ si lo saben entender./ Vecina, récele usted/ a San Antonio bendito/ a ver si hace un milagrito/ y se arranca de una vez./ Encienda una vela que la pago yo,/ señora Manuela de mi corazón.// Vecina, señora vecina,/ su niño de usted me ha querío besar./ Vecina, señora vecina,/ en el corredor, ojú, con la oscuría./ Qué niño más sinvergüenza,/ besarme a mí, qué valor,/ a lo mejor usted piensa/ que más ganas tenía yo./ Esa cabecita la debe sentá,/ que no vuelva a casa por la madrugá.// (Refrán) // Por qué, por qué...
Y en ese "por qué" último, Marifé llevaba el grito al firmamento sin miedo a quedarse en el intento. ¡Qué inmensa artista en la escena y qué sencilla en la calle! Una vez se quejaba, con razón pero sin acritud, en un programa radiofónico que casualmente estaba yo escuchando, de que casi todas las artistas de la copla, a las que ella venera, se le han otorgado el Lazo de Isabael la Católica, la medalla de esto, la medalla de lo otro... -y los ejemplos los tenemos al lado: Conchita Piquer, Juanita, Reina, Lola Flores, Rocío Jurado-, pero que de ella se habían olvidado en este aspecto, por lo que dijo textualmente, que no quiere homenajes que vengan de los órganos del gobierno, que el mejor homenaje que tenía diariamente era la rosa que cada día, sin faltar ni uno desde que se conocieron, le traía José Calvo, un recitador de su Compañía con el que inició una convivencia en 1972 y terminó casándose el 7 de octubre de 1982. La verdad es que jamás se le ha reconocido a Marifé de Triana su cantidad de años de trabajo, sus numerosos espectáculos y ser la artista que más discos ha vendido a lo largo de la historia de la copla.
Para terminar por hoy, vamos a poner la letra de otra de las mejores interpretaciones de Marifé de Triana, "Chuchillito de agonía" (1964), con letra de Ochaíta y Xandro Valerio y música del maestro Solano. Ni que decir tiene que la intensidad dramática de esta copla está hecha a su imagen y semejanza. Una maravilla de canción y una ejecución de Marifé totalmente escalofriante:
Te dí me rosa primera,/ y tú, qué me diste a mí,/ la flor que está en mis ojeras/ de hacerme tanto sufrir./ De mi parte los cuidaos/ de quien estaba tan ciega,/ de la tuya el vino aguao/ que le sobró a tu bodega.// Cuchillo, cuchillito de agonía./ Por Cristo, no me avasalles cuando este llanto derramo./ Acuérdate de aquel día en que te encontré en la calle/ igual que un perro sin amo./ Cómo puede ser que olvides lo que te dí a manos llenas,/ moriré si me lo pides como una rosa de pena./ Cuchillo, cuchillitos pa mi muerte,/ no pidas, cariño mío, que deje yo de quererte.// Dices a los cuatro vientos/ que a mí no me debes ná,/ las luces del firmamento/ se apagan con tu maldad./ con tu ensarta de mentiras,/ ni a dar la cara te atreves./ Si hasta el aire que respiras/ a esta mujer se lo debes.// (Refrán).
¡Qué pena que, por el diseño de este trabajo que me propuse, cientos de canciones de Marifé se queden fuera de nuestros recuerdos! Sería necesario un tomo inmenso para recopilar todo el cancionero de esta gran artista y para incluir en él todas las grabaciones que, afortunadamente, se conservan. No era nuestro propósito.
(En la fotografía, Marifé de Triana)
Y en ese "por qué" último, Marifé llevaba el grito al firmamento sin miedo a quedarse en el intento. ¡Qué inmensa artista en la escena y qué sencilla en la calle! Una vez se quejaba, con razón pero sin acritud, en un programa radiofónico que casualmente estaba yo escuchando, de que casi todas las artistas de la copla, a las que ella venera, se le han otorgado el Lazo de Isabael la Católica, la medalla de esto, la medalla de lo otro... -y los ejemplos los tenemos al lado: Conchita Piquer, Juanita, Reina, Lola Flores, Rocío Jurado-, pero que de ella se habían olvidado en este aspecto, por lo que dijo textualmente, que no quiere homenajes que vengan de los órganos del gobierno, que el mejor homenaje que tenía diariamente era la rosa que cada día, sin faltar ni uno desde que se conocieron, le traía José Calvo, un recitador de su Compañía con el que inició una convivencia en 1972 y terminó casándose el 7 de octubre de 1982. La verdad es que jamás se le ha reconocido a Marifé de Triana su cantidad de años de trabajo, sus numerosos espectáculos y ser la artista que más discos ha vendido a lo largo de la historia de la copla.
Para terminar por hoy, vamos a poner la letra de otra de las mejores interpretaciones de Marifé de Triana, "Chuchillito de agonía" (1964), con letra de Ochaíta y Xandro Valerio y música del maestro Solano. Ni que decir tiene que la intensidad dramática de esta copla está hecha a su imagen y semejanza. Una maravilla de canción y una ejecución de Marifé totalmente escalofriante:
Te dí me rosa primera,/ y tú, qué me diste a mí,/ la flor que está en mis ojeras/ de hacerme tanto sufrir./ De mi parte los cuidaos/ de quien estaba tan ciega,/ de la tuya el vino aguao/ que le sobró a tu bodega.// Cuchillo, cuchillito de agonía./ Por Cristo, no me avasalles cuando este llanto derramo./ Acuérdate de aquel día en que te encontré en la calle/ igual que un perro sin amo./ Cómo puede ser que olvides lo que te dí a manos llenas,/ moriré si me lo pides como una rosa de pena./ Cuchillo, cuchillitos pa mi muerte,/ no pidas, cariño mío, que deje yo de quererte.// Dices a los cuatro vientos/ que a mí no me debes ná,/ las luces del firmamento/ se apagan con tu maldad./ con tu ensarta de mentiras,/ ni a dar la cara te atreves./ Si hasta el aire que respiras/ a esta mujer se lo debes.// (Refrán).
¡Qué pena que, por el diseño de este trabajo que me propuse, cientos de canciones de Marifé se queden fuera de nuestros recuerdos! Sería necesario un tomo inmenso para recopilar todo el cancionero de esta gran artista y para incluir en él todas las grabaciones que, afortunadamente, se conservan. No era nuestro propósito.
(En la fotografía, Marifé de Triana)
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