Continuamos hoy con la genial Conchita Piquer, ya que su repertorio quizás sea el más extenso de toda la historia de la copla. Además de haber sido una excelente cancionista, le acompañaba su hermosura y su tipo escultural, y de ambos atributos hizo gala tanto en algunos posados fotogénicos para sus programas y las revistas especializadas, como en otros de claro tinte erótico tan en boga por aquellos años. ¡Era mucha Concha esta valenciana!
Dentro de estos años 40, que fueron los de su mayor producción, es muy difícil elegir los temas mejores de su repertorio, ya que Conchita Piquer cuidaba todas y cada una de sus canciones. No todas -el pueblo es soberano en el recuerdo- llegaron a la inmortalidad de la memoria, y por eso iremos escogiendo las que aún todavía hay alguien que las tararea. En esta ocasión, la letra nos habla del imposible e hipotético amor del pintor Julio Romero de Torres con la modelo de su célebre "La chiquita piconera", María Teresa López. Esta canción de Rafael de León y el cordobés Nicolás Callejón, con música del maestro Quiroga, la graba Conchita Piquer en 1942, en "La Voz de su Amo", y dice así:
El pintor la respetaba/ lo mismo que algo sagrao/ y su pasión le ocultaba/ porque era un hombre casao./ Ella lo camelaba con alma y vía/ hechizá por la magia de su paleta/ y al igual que una llama se consumía/ en aquella locura negra y secreta.// Y cuando de noche Córdoba dormía.../ y era como un llanto la fuente del Potro,/ una voz decía:/ ¡Ay, chiquita piconera,/ mi piconera chiquita!/ Esta carita de cera/ a mí el sentío me quita./ Te voy pintando, pintando/ al laíto del brasero/ y a la vez me voy quemando/ de lo mucho que te quiero./ ¡Válgame San Rafael,/ tener el agua tan cerca/ y no poderla beber!// Ella rompió aquel cariño/ y le dio un cambio a su vía,/ y el pintor, igual que un niño,/ lloró al mirarla perdía./ Y cambió hasta la línea de su pintura,/ y por calles y plazas lo vio la gente/ deshojando la rosa de su amargura/ como si en este mundo fuera un ausente.// Y cuando de noche Córdoba dormía.../ y era como un llanto la fuente del Potro,/ el pintor gemía:/ ¡Ay, chiquita piconera,/ mi piconera chiquita!/ Toda mi vida la diera/ por contemplar tu carita./ Mira tú si yo te quiero/ que sigo y sigo esperando/ al laíto del brasero/ para seguirte pintando./ ¡Válgame la Soleá,/ haber querío olvidarte/ y no poderte olvidar.
Evidentemente que es una fábula, una imagen poética de un posible amor en la mente de sus autores, pero alimentada, sencillamente, por la vida jaranera, flamenca y enamoradiza del gran pintor cordobés. El milagro de la copla es reducirnos a la yema de su biografía en unos cuantos renglones. Julio y sus mujeres morenas, como ya hemos visto en otras canciones, se ganó a pulso entrar en la obra de los grandes compositores. De todas formas, debemos conocer que Rafael de León creaba muchas de sus coplas basándose en la visualización de la realidad cotidiana. Pero, para conocer a la perfección al pintor y al hombre, dentro de los terrenos de la literatura, podría recomendar a mis blogueros varias obras sobre su arte y su persona. Prefiero recomendar esta: "Julio Romero de Torres: su vida, su obra y su mundo", de su biógrafo y especialista en su pintura Francisco Zueras Torrens, editado por el Ayuntamiento de Córdoba en 1974. Una obra maestra.
La próxima muestra que vamos a poner de Conchita Piquer es una canción cómica, tan del gusto de Rafael de León, con música del eterno Quiroga: "La Niña de la Estación" (1942), que si hoy se analiza puede que nos conmueva y nosotros mismos trastoquemos el sentido de la letra. Una mujer, posiblemente loca -eso es lo que le quita el humor negro a la letra- y solterona, sólo tiene como distraimiento diario ver pasar los trenes por la estación de su pueblo con los versos de Bécquer y Campoamor en su memoria: ¿La Rinconada, Brenes, Cantillana, Lora del Río, Peñaflor, Palma, Posadas...? ¿La Venta de la Salud, Dos Hermanas, Utrera...? ¿Villa del Río, Montoro, Marmolejo, Linares-Baeza...? ¿Quién sabe? Sólo se sabe, como en el soneto que pusimos el día 18 de Paulino González, inspirado en este tema, que, al igual que esta Niña de la Estación, todos esperamos siempre no se sabe qué tren de ida o de regreso. Para mí, aunque sus autores la denominaron "canción cómica" es una auténtica joya dramática. El papel, por supuesto, lo bordaba Conchita Piquer en los escenarios:
Los suspiros son aire y van al aire,/ las lágrimas son agua y van al mar./ Dime, mujer, cuando un tío se pira,/ ¿sabes tú dónde va?/ Bajaba todos los días/ de su casa a la estación/ con un libro entre sus manos/ de Bécquer a Campoamor./ Era delgada y morena,/ era de cintura fina,/ era más cursi que un guante/ la señorita Adelina./ Y como ver pasar trenes/ era toda su pasión,/ en el pueblo la llamaban/ la Niña de la Estación.// ¡Adiós, señor, buen viaje!/ ¡Adiós, que lo pase bien!/ ¡Recuerdos a la familia!/ ¡Al llegar escríbame!/ ¡Mándeme usted la sombrilla!/ ¡No olvide "La Ilustración"!/ ¡Y no olvide que me llaman/ la Niña de la Estación.// Volverán las oscuras golondrinas/ en mi balcón sus nidos a colgar,/ pero aquel ambulante de correos,/ aquel no volverá.../ Descarriló el tren expreso/ una mañana de abril/ y aquel descarrilamiento/ hizo a Adelina feliz./ Ella vendóle la frente/ y lo cuidó como a un niño,/ y él, que era guapo y valiente,/ juróle eterno cariño./ Y luego, cuando a la noche/ volvió a partir el tren,/ con voz de carne membrillo/ así le dijo al doncel...// ¡Adios, amor, buen viaje!/ Adiós, que lo pases bien!/ ¡Recuerdos a tu familia!/ ¡Al llegar escríbeme!/ ¡No te olvides del retrato,/ mándame "La Ilustración"!/ ¡Y no olvides que te espera/ la Niña de la Estación!// Mi carta que es feliz, pues va a buscaros,/ cuenta os dará de la memoria mía./ Aquella mujer soy, que de esperaros,/ se quedó en la estación helada y fría./ Pasaron meses y meses/ y aquel galán no volvió/ y Adelina se ha casado/ con el jefe de estación./ Pero con tan mala suerte/ que a los dos días del hecho/ murió su pobre marido/ de dos anginas de pecho./ Y la pobre, medio loca,/ creyéndose en la estación,/ cuando ya se lo llevaban/ así al fiambre cantó:// ¡Adiós, amor, buen viaje!/ ¡Adiós, que lo pases bien!/ ¡Recuerdos a la familia!/ ¡Al llegar, escríbeme!/ ¡No te olvides del retrato!/ ¡Mándame "La Ilustración"!/ ¡Y no tardes, amor mío,/ que hace frío en la estación!
Está claro que los autores lo tratan como un tema cómico. No creo que nadie sea capaz, ni viene al caso, por ser "guapo y valiente" jurar amor eterno a una mujer. Lo mismo que es una comicidad manifiesta el saber cómo habla la "carne de mebrillo". Habrá que preguntar si habla o no a la gente de Puente Genil, especialista en temas membrilleros.
Por estos años, tal vez la canción más famosa de Conchita Piquer y la más versionada es "Romance de la otra", con letra de Quintero y León, y música de Quiroga, grabada en 1944 con una segunda versión diez años más tarde, y que incluyó en el repertorio de su espectáculo "Retablo español". Según Manuel Francisco Reina, en su interesante y casi flamante libro "Un siglo de copla" (Ediciones B. Barcelona, 2009), este romance, al que los autores nombraron musicalmente como "Farruca", reseña rigurosamente la propia biografía de Conchita Piquer cuando se enamoró del torero Antonio Márquez, que estaba casado con la cubana de origen vasco Ignacia de Arechavala, mientras convivía con ella:
¿Por qué se viste de negro,/ ¡ay, de negro!/ si no se le ha muerto nadie?/ ¿Por qué está siempre encerrada,/ ¡ay, por qué!/ como la que está en la cárcel?/ ¿Por qué no tiene familia,/ ni perrito que le ladre,/ ni flores que la diviertan,/ ni risa que le acompañe?/ Del por qué de este por qué/ la gente quiere enterarse,/ cuatro suspiros responden/ y no los entiende nadie,/ y no los entiende nadie.// Yo soy la otra, la otra/ y a nada tengo derecho/ porque no llevo un anillo/ con una fecha por dentro./ No tengo ley que me ampare,/ ni puerta donde llamar,/ y me alimento a escondías/ con tus besos y tu pan./ Con tal que vivas tranquilo,/ qué importa que yo me muera,/ te quiero siendo la otra/ como la que más te quiera.// ¿Por qué no fueron tus labios,/ ¡ay, tus labios!/ que fueron las malas lenguas?/ Las que una noche vinieron,/ ¡ay, por qué!/ a leerme la sentencia./ El nombre que te ofrecía/ ya no es tuyo, compañera,/ de azahares y velo blanco/ se viste la que lo lleva./ Como fue tu voluntad,/ mi boca no te dio queja,/ cumple con lo que has firmao/ que yo no valgo la pena,/ que yo no valgo la pena.// (Refrán).
Sí que es totalmente biografía histórica, como la que pusimos hace unos días de "Eugenia de Montijo", la canción-marcha "Romance de la Reina Mercedes" que Conchita Piquer cantaba con una sublime majestad y señorío. A la hermosa letra de Quintero y León se une la gran música de Quiroga, trío que aunados por el propio Antonio Márquez casi exclusivamente en estos años dedicaban toda su producción a ella, así como montaban sus famosos espectáculos, entre ellos "Tonadilla", donde incluyeron esta canción. La grabación se hizo en 1948 en "La Voz de su Amo" y el espectáculo se estrenó en el Poliorama de Barcelona el año 1949 -año en el que nací- y pocas semanas después en el Teatro Lope de Vega de Sevilla. Esta canción se hizo famosísima en la versión cinematográfica "¿Dónde vas Alfonso XII?" que realizó la guapísima y jovencísima trianera Paquita Rico el año 1958. Ha sido, igualmente, una canción muy versionada por diferentes artistas de la copla, pero me quedo, particularmente, con la versión por bulerías de Bernarda de Utrera, que la grabó en 1968 acompañada a la guitarra por Melchor de Marchena. Si no tienen esta versión de Bernarda, háganse con ella en cualquier tienda de discos antiguos, pero es imprescindible poseerla y escucharla mil veces. Seis minutos de gloria en el paraíso de la bulería:
Una dalia cuidaba Sevilla/ en el parque de los Mompansié,/ ataviada de blanca mantilla/ parecía una rosa de té./ De Madrid con chistera y patillas/ vino un real mozo muy cortesano/ y a Mercedes besó en las mejillas/ pues son los niños primos hermanos./ Un idilio de amor empezó a sonreír...,/ mientras cantan en tono menor/ por la orillita del Guadalquivir:// María de las Mercedes,/ no te vayas de Sevilla,/ que en nardo trocarse puede/ el clavel de tus mejillas./ Que quieras o que no quieras,/ y aunque tú no dices nada,/ se nota por tus ojeras/ que estás muy enamorada./ Rosita de Andalucía,/ amor te prendió en sus redes/ y puede ser que algún día/ amor te cuesta la vía,/ María de las Mercedes.// Una tarde de la primavera/ Merceditas cambíó de color/ y Alfonsito que estaba a su vera,/ fue y le dijo: "¿Qué tienes, mi amor?"/ Y lo mismo que una lamparita/ se fue apagando la soberana,/ y las rosas que había en su carita/ se le volvieron de porcelana./ Y Mercedes murió empezando a vivir,/ y a la plaza de Oriente, ¡ay, dolor!/ para llorarla fue todo Madrid.// María de las Mercedes,/ mi rosa más sevillana,/ ¿por qué te vas de mis redes/ de la noche a la mañana?/ De amores son mi heridas/ y de amor mi desengaño/ al verte dejar la vida/ a los dieciocho años./ Adiós, princesita hermosa,/ que ya besarme no puedes./ Adiós, carita de rosa,/ adiós mi querida esposa,/ María de las Mercedes.// (Estribillo final) En hombros por los madriles/ cuatro duques la llevaron/ y se contaron por miles/ los claveles que le echaron./ Te vas camino del cielo/ sin un hijo que te herede./ España viste de duelo/ y el rey no tiene consuelo,/ ¡ay, María de las Mercedes!.
En esta canción, marcha, tonadilla o simplemente copla, sí hay una base biográfica sobre el amor y el matrimonio de Alfonso XII con María de las Mercedes de Orleans, hija de los duques de Montpensier, que murió a los 18 años de edad, cinco meses después de contraer matrimonio. Sevilla la quería mucho porque, al parecer, tantos sus padres como ella fueron muy caritativos con el pueblo sevillano.
Y mañana, si Dios quiere, más.
(En la fotografía, Conchita Piquer)
Dentro de estos años 40, que fueron los de su mayor producción, es muy difícil elegir los temas mejores de su repertorio, ya que Conchita Piquer cuidaba todas y cada una de sus canciones. No todas -el pueblo es soberano en el recuerdo- llegaron a la inmortalidad de la memoria, y por eso iremos escogiendo las que aún todavía hay alguien que las tararea. En esta ocasión, la letra nos habla del imposible e hipotético amor del pintor Julio Romero de Torres con la modelo de su célebre "La chiquita piconera", María Teresa López. Esta canción de Rafael de León y el cordobés Nicolás Callejón, con música del maestro Quiroga, la graba Conchita Piquer en 1942, en "La Voz de su Amo", y dice así:
El pintor la respetaba/ lo mismo que algo sagrao/ y su pasión le ocultaba/ porque era un hombre casao./ Ella lo camelaba con alma y vía/ hechizá por la magia de su paleta/ y al igual que una llama se consumía/ en aquella locura negra y secreta.// Y cuando de noche Córdoba dormía.../ y era como un llanto la fuente del Potro,/ una voz decía:/ ¡Ay, chiquita piconera,/ mi piconera chiquita!/ Esta carita de cera/ a mí el sentío me quita./ Te voy pintando, pintando/ al laíto del brasero/ y a la vez me voy quemando/ de lo mucho que te quiero./ ¡Válgame San Rafael,/ tener el agua tan cerca/ y no poderla beber!// Ella rompió aquel cariño/ y le dio un cambio a su vía,/ y el pintor, igual que un niño,/ lloró al mirarla perdía./ Y cambió hasta la línea de su pintura,/ y por calles y plazas lo vio la gente/ deshojando la rosa de su amargura/ como si en este mundo fuera un ausente.// Y cuando de noche Córdoba dormía.../ y era como un llanto la fuente del Potro,/ el pintor gemía:/ ¡Ay, chiquita piconera,/ mi piconera chiquita!/ Toda mi vida la diera/ por contemplar tu carita./ Mira tú si yo te quiero/ que sigo y sigo esperando/ al laíto del brasero/ para seguirte pintando./ ¡Válgame la Soleá,/ haber querío olvidarte/ y no poderte olvidar.
Evidentemente que es una fábula, una imagen poética de un posible amor en la mente de sus autores, pero alimentada, sencillamente, por la vida jaranera, flamenca y enamoradiza del gran pintor cordobés. El milagro de la copla es reducirnos a la yema de su biografía en unos cuantos renglones. Julio y sus mujeres morenas, como ya hemos visto en otras canciones, se ganó a pulso entrar en la obra de los grandes compositores. De todas formas, debemos conocer que Rafael de León creaba muchas de sus coplas basándose en la visualización de la realidad cotidiana. Pero, para conocer a la perfección al pintor y al hombre, dentro de los terrenos de la literatura, podría recomendar a mis blogueros varias obras sobre su arte y su persona. Prefiero recomendar esta: "Julio Romero de Torres: su vida, su obra y su mundo", de su biógrafo y especialista en su pintura Francisco Zueras Torrens, editado por el Ayuntamiento de Córdoba en 1974. Una obra maestra.
La próxima muestra que vamos a poner de Conchita Piquer es una canción cómica, tan del gusto de Rafael de León, con música del eterno Quiroga: "La Niña de la Estación" (1942), que si hoy se analiza puede que nos conmueva y nosotros mismos trastoquemos el sentido de la letra. Una mujer, posiblemente loca -eso es lo que le quita el humor negro a la letra- y solterona, sólo tiene como distraimiento diario ver pasar los trenes por la estación de su pueblo con los versos de Bécquer y Campoamor en su memoria: ¿La Rinconada, Brenes, Cantillana, Lora del Río, Peñaflor, Palma, Posadas...? ¿La Venta de la Salud, Dos Hermanas, Utrera...? ¿Villa del Río, Montoro, Marmolejo, Linares-Baeza...? ¿Quién sabe? Sólo se sabe, como en el soneto que pusimos el día 18 de Paulino González, inspirado en este tema, que, al igual que esta Niña de la Estación, todos esperamos siempre no se sabe qué tren de ida o de regreso. Para mí, aunque sus autores la denominaron "canción cómica" es una auténtica joya dramática. El papel, por supuesto, lo bordaba Conchita Piquer en los escenarios:
Los suspiros son aire y van al aire,/ las lágrimas son agua y van al mar./ Dime, mujer, cuando un tío se pira,/ ¿sabes tú dónde va?/ Bajaba todos los días/ de su casa a la estación/ con un libro entre sus manos/ de Bécquer a Campoamor./ Era delgada y morena,/ era de cintura fina,/ era más cursi que un guante/ la señorita Adelina./ Y como ver pasar trenes/ era toda su pasión,/ en el pueblo la llamaban/ la Niña de la Estación.// ¡Adiós, señor, buen viaje!/ ¡Adiós, que lo pase bien!/ ¡Recuerdos a la familia!/ ¡Al llegar escríbame!/ ¡Mándeme usted la sombrilla!/ ¡No olvide "La Ilustración"!/ ¡Y no olvide que me llaman/ la Niña de la Estación.// Volverán las oscuras golondrinas/ en mi balcón sus nidos a colgar,/ pero aquel ambulante de correos,/ aquel no volverá.../ Descarriló el tren expreso/ una mañana de abril/ y aquel descarrilamiento/ hizo a Adelina feliz./ Ella vendóle la frente/ y lo cuidó como a un niño,/ y él, que era guapo y valiente,/ juróle eterno cariño./ Y luego, cuando a la noche/ volvió a partir el tren,/ con voz de carne membrillo/ así le dijo al doncel...// ¡Adios, amor, buen viaje!/ Adiós, que lo pases bien!/ ¡Recuerdos a tu familia!/ ¡Al llegar escríbeme!/ ¡No te olvides del retrato,/ mándame "La Ilustración"!/ ¡Y no olvides que te espera/ la Niña de la Estación!// Mi carta que es feliz, pues va a buscaros,/ cuenta os dará de la memoria mía./ Aquella mujer soy, que de esperaros,/ se quedó en la estación helada y fría./ Pasaron meses y meses/ y aquel galán no volvió/ y Adelina se ha casado/ con el jefe de estación./ Pero con tan mala suerte/ que a los dos días del hecho/ murió su pobre marido/ de dos anginas de pecho./ Y la pobre, medio loca,/ creyéndose en la estación,/ cuando ya se lo llevaban/ así al fiambre cantó:// ¡Adiós, amor, buen viaje!/ ¡Adiós, que lo pases bien!/ ¡Recuerdos a la familia!/ ¡Al llegar, escríbeme!/ ¡No te olvides del retrato!/ ¡Mándame "La Ilustración"!/ ¡Y no tardes, amor mío,/ que hace frío en la estación!
Está claro que los autores lo tratan como un tema cómico. No creo que nadie sea capaz, ni viene al caso, por ser "guapo y valiente" jurar amor eterno a una mujer. Lo mismo que es una comicidad manifiesta el saber cómo habla la "carne de mebrillo". Habrá que preguntar si habla o no a la gente de Puente Genil, especialista en temas membrilleros.
Por estos años, tal vez la canción más famosa de Conchita Piquer y la más versionada es "Romance de la otra", con letra de Quintero y León, y música de Quiroga, grabada en 1944 con una segunda versión diez años más tarde, y que incluyó en el repertorio de su espectáculo "Retablo español". Según Manuel Francisco Reina, en su interesante y casi flamante libro "Un siglo de copla" (Ediciones B. Barcelona, 2009), este romance, al que los autores nombraron musicalmente como "Farruca", reseña rigurosamente la propia biografía de Conchita Piquer cuando se enamoró del torero Antonio Márquez, que estaba casado con la cubana de origen vasco Ignacia de Arechavala, mientras convivía con ella:
¿Por qué se viste de negro,/ ¡ay, de negro!/ si no se le ha muerto nadie?/ ¿Por qué está siempre encerrada,/ ¡ay, por qué!/ como la que está en la cárcel?/ ¿Por qué no tiene familia,/ ni perrito que le ladre,/ ni flores que la diviertan,/ ni risa que le acompañe?/ Del por qué de este por qué/ la gente quiere enterarse,/ cuatro suspiros responden/ y no los entiende nadie,/ y no los entiende nadie.// Yo soy la otra, la otra/ y a nada tengo derecho/ porque no llevo un anillo/ con una fecha por dentro./ No tengo ley que me ampare,/ ni puerta donde llamar,/ y me alimento a escondías/ con tus besos y tu pan./ Con tal que vivas tranquilo,/ qué importa que yo me muera,/ te quiero siendo la otra/ como la que más te quiera.// ¿Por qué no fueron tus labios,/ ¡ay, tus labios!/ que fueron las malas lenguas?/ Las que una noche vinieron,/ ¡ay, por qué!/ a leerme la sentencia./ El nombre que te ofrecía/ ya no es tuyo, compañera,/ de azahares y velo blanco/ se viste la que lo lleva./ Como fue tu voluntad,/ mi boca no te dio queja,/ cumple con lo que has firmao/ que yo no valgo la pena,/ que yo no valgo la pena.// (Refrán).
Sí que es totalmente biografía histórica, como la que pusimos hace unos días de "Eugenia de Montijo", la canción-marcha "Romance de la Reina Mercedes" que Conchita Piquer cantaba con una sublime majestad y señorío. A la hermosa letra de Quintero y León se une la gran música de Quiroga, trío que aunados por el propio Antonio Márquez casi exclusivamente en estos años dedicaban toda su producción a ella, así como montaban sus famosos espectáculos, entre ellos "Tonadilla", donde incluyeron esta canción. La grabación se hizo en 1948 en "La Voz de su Amo" y el espectáculo se estrenó en el Poliorama de Barcelona el año 1949 -año en el que nací- y pocas semanas después en el Teatro Lope de Vega de Sevilla. Esta canción se hizo famosísima en la versión cinematográfica "¿Dónde vas Alfonso XII?" que realizó la guapísima y jovencísima trianera Paquita Rico el año 1958. Ha sido, igualmente, una canción muy versionada por diferentes artistas de la copla, pero me quedo, particularmente, con la versión por bulerías de Bernarda de Utrera, que la grabó en 1968 acompañada a la guitarra por Melchor de Marchena. Si no tienen esta versión de Bernarda, háganse con ella en cualquier tienda de discos antiguos, pero es imprescindible poseerla y escucharla mil veces. Seis minutos de gloria en el paraíso de la bulería:
Una dalia cuidaba Sevilla/ en el parque de los Mompansié,/ ataviada de blanca mantilla/ parecía una rosa de té./ De Madrid con chistera y patillas/ vino un real mozo muy cortesano/ y a Mercedes besó en las mejillas/ pues son los niños primos hermanos./ Un idilio de amor empezó a sonreír...,/ mientras cantan en tono menor/ por la orillita del Guadalquivir:// María de las Mercedes,/ no te vayas de Sevilla,/ que en nardo trocarse puede/ el clavel de tus mejillas./ Que quieras o que no quieras,/ y aunque tú no dices nada,/ se nota por tus ojeras/ que estás muy enamorada./ Rosita de Andalucía,/ amor te prendió en sus redes/ y puede ser que algún día/ amor te cuesta la vía,/ María de las Mercedes.// Una tarde de la primavera/ Merceditas cambíó de color/ y Alfonsito que estaba a su vera,/ fue y le dijo: "¿Qué tienes, mi amor?"/ Y lo mismo que una lamparita/ se fue apagando la soberana,/ y las rosas que había en su carita/ se le volvieron de porcelana./ Y Mercedes murió empezando a vivir,/ y a la plaza de Oriente, ¡ay, dolor!/ para llorarla fue todo Madrid.// María de las Mercedes,/ mi rosa más sevillana,/ ¿por qué te vas de mis redes/ de la noche a la mañana?/ De amores son mi heridas/ y de amor mi desengaño/ al verte dejar la vida/ a los dieciocho años./ Adiós, princesita hermosa,/ que ya besarme no puedes./ Adiós, carita de rosa,/ adiós mi querida esposa,/ María de las Mercedes.// (Estribillo final) En hombros por los madriles/ cuatro duques la llevaron/ y se contaron por miles/ los claveles que le echaron./ Te vas camino del cielo/ sin un hijo que te herede./ España viste de duelo/ y el rey no tiene consuelo,/ ¡ay, María de las Mercedes!.
En esta canción, marcha, tonadilla o simplemente copla, sí hay una base biográfica sobre el amor y el matrimonio de Alfonso XII con María de las Mercedes de Orleans, hija de los duques de Montpensier, que murió a los 18 años de edad, cinco meses después de contraer matrimonio. Sevilla la quería mucho porque, al parecer, tantos sus padres como ella fueron muy caritativos con el pueblo sevillano.
Y mañana, si Dios quiere, más.
(En la fotografía, Conchita Piquer)
Muchas gracias Don Emilio ...
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