El pasodoble "Suspiros de España" quizás sea el más antiguo de cuantos se conocen, al menos de los que están fechados como tal. La música fue del maestro Antonio Álvarez Alonso, y se estrenó en Cartagena, por la banda de la Marina, el día del Corpus de 1902, poniéndole letra el amigo del compositor José Antonio Álvarez. Estrellita Castro, con la compañía estelar de Miguel Ligero, y la dirección de Benito Perojo, la llevó al cine, correspondiendo los diálogos a Antonio Quintero. La película se rodó en Berlín y se estrenó en el cine Avenida de Madrid en octubre de 1939. Aparte de Estrellita Castro, la cantaron también Imperio Argentina y Pastora Imperio una década más tarde, volviéndola a actualizarla Rosita Ferrer. La versionaron también, entre otros, Plácido Domingo, Pasión Vega y Diego "El Cigala" para la película "Soldados de Salamina" (2002).
"Suspiros de España" fue la canción de cabecera de todos los exiliados de la Guerra Civil por la evocación de tristeza que tiene este pasodoble que se hizo inolvidable, y cuya versión instrumental es una obra maestra. Aunque hay dos versiones de la letra, muy parecidas, pondremos la que creemos ser la fidedigna por aquello de ser la más interpretada:
Quiso Dios, con su poder/ fundir cuatro rayitos de sol/ y hacer con ellos una mujer./ Y al cumplir su voluntad/ en un jardín de España nací/ como la flor en el rosal./ Tierra gloriosa de mi querer,/ tierra bendita de perfume y pasión./ España en toda flor a tus pies/ suspira un corazón./ ¡Ay de mí!,/ pena mortal,/ ¡por qué me alejo de ti!/ ¡por qué me arrancan de mi rosal!/ Quiero yo volver a ser/ la luz de aquel rayito de sol/ hecho mujer/ por voluntad de Dios./ Ay, madre mía,/ ay, quién pudiera/ ser luz del día/ y al rayar la amanecida/ sobre España renacer./ Mis pensamientos/ han revestido/ el firmamento/ de besos míos/ y sobre España/ como gotas de rocío/ los dejo caer./ En mi corazón/ España te miro/ y el eco llevará de mi canción/ a España en un suspiro.
Recomiendo a mis blogueros que escuchen la música si quieren disfrutar de un buen rato. Es de las composiciones más hermosas de pasodobles que se pueden escuchar. Tiene sentimiento, pasión, arrastra en sus compases, y se nota en él la melancolía de la ausencia. ¡Bendito el mundo de la música! Puede faltar una letra en nuestras vidas, pero jamás una música, un sonido que nos lleva hasta la propia nacencia. No entendíamos las letras de las nanas con las que nos dormían nuestras madres y abuelas. Pero sí percibíamos el latir de un sonido que nos arrullaba. Así, en las canciones, en las coplas, siempre ha podido más -excepto en las épocas sicalípticas y de varietés y de revistas- las músicas que las letras. Pocas, en comparación con la armonía musical, han sido las letras que han superado a esas músicas que nos han hecho vibrar, sentirla y, en algunos casos, derramar una lágrima. Las que han logrado esa unión son, precisamente por eso, las que aún siguen viviendo en nuestras memorias. "Suspiros de España" fue una de ellas. A partir de ahí, sólo cuando Quintero, León y Quiroga se afianzan, letras y músicas se complementan de tal forma que el resultado, en la mayoría de las ocasiones, no en todas, se convierte en una maravilla.
Una de las letras y músicas que más me gustan de nuestro cancionero, de León y Quiroga, es el pasodoble "Almudena", al que pone su hermosa voz Conchita Piquer, que lo graba en La Voz de su Amo en diciembre de 1941:
Yo iba vendiendo violetas/ una tarde de mayo por la Plaza de Oriente,/ y me encontré con sus ojos/ que me dieron la vida y me dieron la muerte./ -¿Me querrás un poquito?,/ él me dijo bajito/ con voz de primavera./ Te querré tanto, tanto/ que puede que con llanto/ yo pague el que te quiera./ Y aquella tarde clara/ no vendí más violetas en la Plaza de Oriente,/ ni escuché aquel romance/ que cantaban los niños enredor de la fuente.// Almudena, mi Almudena,/ no te vayas tú de aquí,/ que él es duque y tú una pobre/ violetera de Madrid./ A ese hombre lo hemos visto/ con el rey ir y venir,/ con su sable y su plumero/ y su capa carmesí./ Arroyo claro, fuente serena./ Si te vas con el duque,/ ¡pobre Almudena, pobre Almudena!// Ya no vendí más violetas/ y viví entre damascos como reina y señora,/ pero su amor fue cambiando/ y ahora soy yo quien pide, quien suplica y quien llora./ Y papá ¿nunca viene?,/ me pregunta quien tiene/ derecho a preguntarme./ Y le digo: mañana./ Y miro a la ventana/ para no delatarme./ Y ahora he vuelto de nuevo a pasar como entonces/ por la Plaza de Oriente,/ y he escuchado el romance que cantaban los niños/ enredor de la fuente.// ¿Dónde vas, pobre Almudena?/ ¿Dónde vas triste de ti?/ Voy en busca de mi amante/ que ayer tarde no lo vi./ Nosotros sí que lo vimos/ con su capa carmesí,/ dando el brazo a una duquesa/ más bonita que un jazmín./ Arroyo claro, fuente serena./ Olvídate del duque,/ ¡pobre Almudena, pobre Almudena!// (Recitado) El me dijo que vendría/ antes que llegase abril,/ con un anillo de oro/ para conmigo cumplir// No lo esperes, Almudena,/ porque nunca ha de venir,/ que él es duque y tú una pobre/ violetera de Madrid,/ Arroyo claro, fuente serena./ Olvídate del duque,/ ¡pobre Almudena, pobre Almudena!
Otra de las canciones hermosas, de tema histórico, fue "Eugenia de Montijo", con letra de Rafael de León y José Antonio Ochaíta, y música del maestro Quiroga, que también grabó Conchita Piquer un mes antes que la anterior, en noviembre de 1941, año en el que la valenciana vuelve con muchísima fuerza a los escenarios y prácticamente es la reina de la copla no sólo en los de Madrid y Barcelona, sino en los de Nueva York y Buenos Aires. El tema de esta copla se basa, como he dicho, en la que llegó a ser emperatriz de Francia. Para los que quieran leer su biografía novelada, les recomiendo el libro "Pasión Imperial", de Pilar Eyre, editado este año por La Esfera de los Libros:
Doña María Manuela/ tiene dos hijas,/ una se llama Eugenia/ y otra Francisca./ Los majos de Granada/ las solicitan/ porque las dos son guapas/ y granadinas./ Pero mi señora María Manuela,/ que en los casamientos tiene mucha escuela,/ les dice a los majos con mucho primor/ mientras abre y cierra su abanico malva:/ Paca ha de llamarse duquesa de Alba/ y Eugenia, señora de un emperador./ Y en la cuesta de Gomérez,/ que al río dormido baja,/ flor y nata de donceles/ a doña Manuela cantan:// Eugenia de Montijo,/ qué pena, qué pena,/ que te vayas de España/ para ser reina./ Por las lises de Francias/ Granada dejas/ y las aguas del Darro/ por las del Sena./ Eugenia de Montijo,/ qué pena, pena.// Se salió con la suya/ María Manuela:/ una es reina de Francia/ y otra es duquesa./ Pero Paca se muere/ bajo la niebla/ y Eugenia en el Versalles/ se siente presa./ Y está mi señora María Manuela/ hecha una pasita junto a la candela/ en aquel palacio del viejo Madrid,/ con su pobre vida rota en dos mitades:/ París que la llena de fatalidades/ y Granada viva de luz del Genil./ Y a la Cuesta de Gómerez,/ que al río dormido baja,/ torna sus miradas fieles/ mientras su vida se apaga.// (Refrán).
"Suspiros de España" fue la canción de cabecera de todos los exiliados de la Guerra Civil por la evocación de tristeza que tiene este pasodoble que se hizo inolvidable, y cuya versión instrumental es una obra maestra. Aunque hay dos versiones de la letra, muy parecidas, pondremos la que creemos ser la fidedigna por aquello de ser la más interpretada:
Quiso Dios, con su poder/ fundir cuatro rayitos de sol/ y hacer con ellos una mujer./ Y al cumplir su voluntad/ en un jardín de España nací/ como la flor en el rosal./ Tierra gloriosa de mi querer,/ tierra bendita de perfume y pasión./ España en toda flor a tus pies/ suspira un corazón./ ¡Ay de mí!,/ pena mortal,/ ¡por qué me alejo de ti!/ ¡por qué me arrancan de mi rosal!/ Quiero yo volver a ser/ la luz de aquel rayito de sol/ hecho mujer/ por voluntad de Dios./ Ay, madre mía,/ ay, quién pudiera/ ser luz del día/ y al rayar la amanecida/ sobre España renacer./ Mis pensamientos/ han revestido/ el firmamento/ de besos míos/ y sobre España/ como gotas de rocío/ los dejo caer./ En mi corazón/ España te miro/ y el eco llevará de mi canción/ a España en un suspiro.
Recomiendo a mis blogueros que escuchen la música si quieren disfrutar de un buen rato. Es de las composiciones más hermosas de pasodobles que se pueden escuchar. Tiene sentimiento, pasión, arrastra en sus compases, y se nota en él la melancolía de la ausencia. ¡Bendito el mundo de la música! Puede faltar una letra en nuestras vidas, pero jamás una música, un sonido que nos lleva hasta la propia nacencia. No entendíamos las letras de las nanas con las que nos dormían nuestras madres y abuelas. Pero sí percibíamos el latir de un sonido que nos arrullaba. Así, en las canciones, en las coplas, siempre ha podido más -excepto en las épocas sicalípticas y de varietés y de revistas- las músicas que las letras. Pocas, en comparación con la armonía musical, han sido las letras que han superado a esas músicas que nos han hecho vibrar, sentirla y, en algunos casos, derramar una lágrima. Las que han logrado esa unión son, precisamente por eso, las que aún siguen viviendo en nuestras memorias. "Suspiros de España" fue una de ellas. A partir de ahí, sólo cuando Quintero, León y Quiroga se afianzan, letras y músicas se complementan de tal forma que el resultado, en la mayoría de las ocasiones, no en todas, se convierte en una maravilla.
Una de las letras y músicas que más me gustan de nuestro cancionero, de León y Quiroga, es el pasodoble "Almudena", al que pone su hermosa voz Conchita Piquer, que lo graba en La Voz de su Amo en diciembre de 1941:
Yo iba vendiendo violetas/ una tarde de mayo por la Plaza de Oriente,/ y me encontré con sus ojos/ que me dieron la vida y me dieron la muerte./ -¿Me querrás un poquito?,/ él me dijo bajito/ con voz de primavera./ Te querré tanto, tanto/ que puede que con llanto/ yo pague el que te quiera./ Y aquella tarde clara/ no vendí más violetas en la Plaza de Oriente,/ ni escuché aquel romance/ que cantaban los niños enredor de la fuente.// Almudena, mi Almudena,/ no te vayas tú de aquí,/ que él es duque y tú una pobre/ violetera de Madrid./ A ese hombre lo hemos visto/ con el rey ir y venir,/ con su sable y su plumero/ y su capa carmesí./ Arroyo claro, fuente serena./ Si te vas con el duque,/ ¡pobre Almudena, pobre Almudena!// Ya no vendí más violetas/ y viví entre damascos como reina y señora,/ pero su amor fue cambiando/ y ahora soy yo quien pide, quien suplica y quien llora./ Y papá ¿nunca viene?,/ me pregunta quien tiene/ derecho a preguntarme./ Y le digo: mañana./ Y miro a la ventana/ para no delatarme./ Y ahora he vuelto de nuevo a pasar como entonces/ por la Plaza de Oriente,/ y he escuchado el romance que cantaban los niños/ enredor de la fuente.// ¿Dónde vas, pobre Almudena?/ ¿Dónde vas triste de ti?/ Voy en busca de mi amante/ que ayer tarde no lo vi./ Nosotros sí que lo vimos/ con su capa carmesí,/ dando el brazo a una duquesa/ más bonita que un jazmín./ Arroyo claro, fuente serena./ Olvídate del duque,/ ¡pobre Almudena, pobre Almudena!// (Recitado) El me dijo que vendría/ antes que llegase abril,/ con un anillo de oro/ para conmigo cumplir// No lo esperes, Almudena,/ porque nunca ha de venir,/ que él es duque y tú una pobre/ violetera de Madrid,/ Arroyo claro, fuente serena./ Olvídate del duque,/ ¡pobre Almudena, pobre Almudena!
Otra de las canciones hermosas, de tema histórico, fue "Eugenia de Montijo", con letra de Rafael de León y José Antonio Ochaíta, y música del maestro Quiroga, que también grabó Conchita Piquer un mes antes que la anterior, en noviembre de 1941, año en el que la valenciana vuelve con muchísima fuerza a los escenarios y prácticamente es la reina de la copla no sólo en los de Madrid y Barcelona, sino en los de Nueva York y Buenos Aires. El tema de esta copla se basa, como he dicho, en la que llegó a ser emperatriz de Francia. Para los que quieran leer su biografía novelada, les recomiendo el libro "Pasión Imperial", de Pilar Eyre, editado este año por La Esfera de los Libros:
Doña María Manuela/ tiene dos hijas,/ una se llama Eugenia/ y otra Francisca./ Los majos de Granada/ las solicitan/ porque las dos son guapas/ y granadinas./ Pero mi señora María Manuela,/ que en los casamientos tiene mucha escuela,/ les dice a los majos con mucho primor/ mientras abre y cierra su abanico malva:/ Paca ha de llamarse duquesa de Alba/ y Eugenia, señora de un emperador./ Y en la cuesta de Gomérez,/ que al río dormido baja,/ flor y nata de donceles/ a doña Manuela cantan:// Eugenia de Montijo,/ qué pena, qué pena,/ que te vayas de España/ para ser reina./ Por las lises de Francias/ Granada dejas/ y las aguas del Darro/ por las del Sena./ Eugenia de Montijo,/ qué pena, pena.// Se salió con la suya/ María Manuela:/ una es reina de Francia/ y otra es duquesa./ Pero Paca se muere/ bajo la niebla/ y Eugenia en el Versalles/ se siente presa./ Y está mi señora María Manuela/ hecha una pasita junto a la candela/ en aquel palacio del viejo Madrid,/ con su pobre vida rota en dos mitades:/ París que la llena de fatalidades/ y Granada viva de luz del Genil./ Y a la Cuesta de Gómerez,/ que al río dormido baja,/ torna sus miradas fieles/ mientras su vida se apaga.// (Refrán).
Toda una copla que deja en sólo varios renglones los doscientos mínimos de una novela. Hay exposición, nudo y desenlace, envueltos en una música singular que no ha pasado de moda.
Sobre "Almudena": La cuarteta esa que empieza diciendo "dónde vas, triste Almudena...", suena igual que aquélla de "dónde vas Alfonso XII, etcétera, que canta Paquita Rico en la famosa película, ¿no, Emilio...?
ResponderEliminarEs ciertamente curioso que en las letras se repiten muchas veces las mismas historias. En ésta no cabe duda que la estrofa definitoria es idéntica a la de ¿Dónde vas Alfonso XII?. Hay otras canciones que son calcos, con diversas estrofas de canciones anteriores, de otras. Comprobando como tú has hecho el cancionero nos daremos de bruces con canciones muy similares, aunque no pertenezcan a los mismos autores.
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