Conocí a Antonio Montoya Flores "Farruco" el año 1974, cuando parecía un viejo con las inmensas barbas que se había dejado tras la muerte, en accidente de automóvil a los 18 años, de su único hijo varón, Juan Antonio Montoya Manzano. Fue a raíz de un grandioso homenaje que Sevilla le tributó para animarlo, celebrado en el desaparecido Polideportivo de Chapina, donde se dieron cita, prácticamente, todos los artistas del momento. Fue una noche inolvidable, llena de sensaciones difíciles de expresar, una noche inmensa de arte pero también de emociones porque la tristeza de aquella tragedia lo invadía todo. No cabía un alma ni en las gradas ni en la pista y "Farruco" apenas si balbuceó unas torpes palabras. Ya no volvería a la escena, animado por muchos amigos, hasta 1978, cuando reapareció en el Tablao La Trocha, acompañado de sus hijas "Las Farrucas".
Por medio de mi paisano trianero, Paco Taranto, al que le unía una gran amistad, y de un transportista que teníamos en mi trabajo, José León, que eran uña y carne, fue cuando empecé a intimar con él, a tomar algunas copas juntos, y a conocer poco a poco su vida, tan llena de glorias como de lutos. Hicimos buenas migas de momento, que no era fácil con él, y ya nos veíamos con asiduidad en el bar Tino, cercano a la plaza de La Campana, o en el América, en la Plaza del Duque, donde yo tenía mi trabajo. No era raro el día que nos veíamos en este último bar con Antonio Mairena, que solía frecuentarlo.
Un día lo invité a que nos contara su vida a través de mi programa "Ser del Sur", y durante una hora estuvo contándonos sus vivencias: sus inicios canasteros; sus giras con Manolo Caracol y Lola Flores; sus noches en el desaparecido tablao "El Guajiro", desaparecido para la apertura de la antigua José María Sánchez Arjona (hoy, avenida Esperanza de Triana) hasta República Argentina; sus actuaciones en los madrileños tablaos de El Corral de la Morería y El Duende; su unión con Matilde Coral y su marido, Rafael El Negro, formando el grupo "Los Bolecos"; sus viajes por el mundo en distintas compañías; sus premios; su inmenso éxito en el Palace de Londres; y su gran amor, su inmensa gratitud hacia Pilar López, de la que decía que había sido su maestra en todo, lo mismo que Pilar me confesaba a mí de él...
Recuerdo que aquella tarde de Radio Popular, nada más entrar en la "nevera", que así le llamábamos al locutorio, se lió un "porro" de esos de órdago, gordo, como a él le gustaba. Durante una hora pueden imaginarse cómo estaba el estudio. A mí me dolía la cabeza y me lloraban los lagrimales. El director de la emisora, mi querido Manuel Fernández Peña, que tenía el despacho una planta más abajo, era muy enamorado del flamenco, como buen jerezano que era, y todos los días escuchaba el programa. Al enterarse de que estaba entrevistando a "Farruco", al que conocía, subió para saludarlo, cuando al final abrió la puerta y olía como olía, cerró otra vez y se volvió a trabajar. Al terminar el programa, mientras le dije a Antonio que me esperase para tomar unas copas, le expliqué todo al director, que lo único que atinaba a decir era: -¿Pero no estás mareado, Emilio, no estás mareado?
Pilar López -que también pasará por estas páginas-, con la que me unió una gran y sincera amistad de años, desde 1988 hasta su fallecimiento en marzo de 2008, hablaba de "Farruco" con absoluta veneración. Me decía que era un bailaor racial, único, y muy disciplinado a pesar de su más que demostrada gitanería. Me contó cómo ella lo tuvo escondido en el sótano de su casa durante un mes para ampararlo de un ajuste de cuentas de amores, y cómo ella misma le llevaba la comida y su vino correspondiente. También me contaba que cuando ella estaba en el camerino arreglándose para su actuación y sabía que "Farruco" ya estaba en el escenario, salía mientras la asistenta intentaba abrocharle el sujetador para verlo bailar entre bambalinas.
"Farruco" me hablaba de ella gloria bendita, de su generosidad, de su amor al arte y de su simpatía, y también de su rigurosidad a la hora de entrar en su ballet. -Lo primero que hacía - me contaba Antonio- era darnos a los nuevos dos cepillos, uno para los zapatos y otro para los trajes, nos miraba fijamente y con eso nos lo decía todo. Y antes de salir al escenario ella misma se encargaba de pasar revista.
Un gran día para mí -y, por supuesto, para él- fue cuando la Distinción "Compás del Cante", auspiciada por el grupo Cruzcampo, y de la que tengo el honor de ser secretario del Jurado desde hace 36 años, cayó en sus manos. La cena de entrega en el hotel Alfonso XIII fue inolvidable. Se dieron cita para acompañarlo una legión de amigos, entre los que se encontraban, aparte de numerosos toreros, de Manolo Sanlúcar, El Lebrijano, y un largo etcétera, su querida Pilar. El presidente del grupo cervecero, Robert Hermans, que fue quien le entregó el galardón, se quedó entusiasmado de la estampa gitanísima de Antonio, de su sencillez y del arte que derrochó al final de los postres bailando con su nieto "Farruquito", que era entonces un crío, con sus hijas, y hasta con la propia Pilar. Desde aquel día, el señor Hermans convocaba muchas veces a la fábrica a "Farruco" para agasajarle en el salón de invitados, y otras era él mismo quien se desplazaba a la academia para ver cómo enseñaba y para tomar unas copas con él en cualquier bar cercano. En la cena, "Farruco" no probó bocado alguno, sólo alguna copa de whisky, por lo que dándose cuenta don Eduardo Osborne le dijo: -Antonio, ¿no le gusta a usted la comida, quiere que le pida otra cosa, le gusta algo en especial?...; contestándole él con la mayor naturalidad y simpatía: -Mire usted, don Eduardo, yo es que ná más que como en mi casa la comida que me hace mi mujer. La risa de todos, incluida la de Antonio, fue inmensa.
Fueron siempre estupendos los ratos que con él pude compartir. Para todo lo que había andado por esos mundos, tenía una memoria calcográfica y no se dejaba atrás a ningún artista, ninguna anécdota o algo que pudiera ser reseñable. La fotografía que ilustra este comentario fue con motivo de la Semana Cultural que le dedicó en abril de 1988 la Tertulia Flamenca "El Pozo de las Penas", de Los Palacios, en la que tuve el honor de ser uno más de los participantes. Estamos como si fuésemos dos compadres de toda la vida, sin prisas, charlando de cualquier cosa que, sin duda alguna, giraría en torno al flamenco. Antonio era un hombre muy agradecido y así siempre me lo demostró, diciéndome una y otra vez que, sin dinero de por medio, lo llamase para cualquier compromiso que yo tuviese. Esto, en un bailaor de su talla, es muy de agradecer.
No hablo de su arte inconmensurable, racial y único, macho y puro, que derramaba en cada una de sus actuaciones, como la que hizo con su familia el 6 de junio de 1992 con motivo del Día de Honor del Grupo Cruzcampo en la Exposición Universal de Sevilla. Hablo del amigo, de esa persona que un buen día se cruzó por mi vida, o yo por la de él, quedándonos unidos para siempre.
Por medio de mi paisano trianero, Paco Taranto, al que le unía una gran amistad, y de un transportista que teníamos en mi trabajo, José León, que eran uña y carne, fue cuando empecé a intimar con él, a tomar algunas copas juntos, y a conocer poco a poco su vida, tan llena de glorias como de lutos. Hicimos buenas migas de momento, que no era fácil con él, y ya nos veíamos con asiduidad en el bar Tino, cercano a la plaza de La Campana, o en el América, en la Plaza del Duque, donde yo tenía mi trabajo. No era raro el día que nos veíamos en este último bar con Antonio Mairena, que solía frecuentarlo.
Un día lo invité a que nos contara su vida a través de mi programa "Ser del Sur", y durante una hora estuvo contándonos sus vivencias: sus inicios canasteros; sus giras con Manolo Caracol y Lola Flores; sus noches en el desaparecido tablao "El Guajiro", desaparecido para la apertura de la antigua José María Sánchez Arjona (hoy, avenida Esperanza de Triana) hasta República Argentina; sus actuaciones en los madrileños tablaos de El Corral de la Morería y El Duende; su unión con Matilde Coral y su marido, Rafael El Negro, formando el grupo "Los Bolecos"; sus viajes por el mundo en distintas compañías; sus premios; su inmenso éxito en el Palace de Londres; y su gran amor, su inmensa gratitud hacia Pilar López, de la que decía que había sido su maestra en todo, lo mismo que Pilar me confesaba a mí de él...
Recuerdo que aquella tarde de Radio Popular, nada más entrar en la "nevera", que así le llamábamos al locutorio, se lió un "porro" de esos de órdago, gordo, como a él le gustaba. Durante una hora pueden imaginarse cómo estaba el estudio. A mí me dolía la cabeza y me lloraban los lagrimales. El director de la emisora, mi querido Manuel Fernández Peña, que tenía el despacho una planta más abajo, era muy enamorado del flamenco, como buen jerezano que era, y todos los días escuchaba el programa. Al enterarse de que estaba entrevistando a "Farruco", al que conocía, subió para saludarlo, cuando al final abrió la puerta y olía como olía, cerró otra vez y se volvió a trabajar. Al terminar el programa, mientras le dije a Antonio que me esperase para tomar unas copas, le expliqué todo al director, que lo único que atinaba a decir era: -¿Pero no estás mareado, Emilio, no estás mareado?
Pilar López -que también pasará por estas páginas-, con la que me unió una gran y sincera amistad de años, desde 1988 hasta su fallecimiento en marzo de 2008, hablaba de "Farruco" con absoluta veneración. Me decía que era un bailaor racial, único, y muy disciplinado a pesar de su más que demostrada gitanería. Me contó cómo ella lo tuvo escondido en el sótano de su casa durante un mes para ampararlo de un ajuste de cuentas de amores, y cómo ella misma le llevaba la comida y su vino correspondiente. También me contaba que cuando ella estaba en el camerino arreglándose para su actuación y sabía que "Farruco" ya estaba en el escenario, salía mientras la asistenta intentaba abrocharle el sujetador para verlo bailar entre bambalinas.
"Farruco" me hablaba de ella gloria bendita, de su generosidad, de su amor al arte y de su simpatía, y también de su rigurosidad a la hora de entrar en su ballet. -Lo primero que hacía - me contaba Antonio- era darnos a los nuevos dos cepillos, uno para los zapatos y otro para los trajes, nos miraba fijamente y con eso nos lo decía todo. Y antes de salir al escenario ella misma se encargaba de pasar revista.
Un gran día para mí -y, por supuesto, para él- fue cuando la Distinción "Compás del Cante", auspiciada por el grupo Cruzcampo, y de la que tengo el honor de ser secretario del Jurado desde hace 36 años, cayó en sus manos. La cena de entrega en el hotel Alfonso XIII fue inolvidable. Se dieron cita para acompañarlo una legión de amigos, entre los que se encontraban, aparte de numerosos toreros, de Manolo Sanlúcar, El Lebrijano, y un largo etcétera, su querida Pilar. El presidente del grupo cervecero, Robert Hermans, que fue quien le entregó el galardón, se quedó entusiasmado de la estampa gitanísima de Antonio, de su sencillez y del arte que derrochó al final de los postres bailando con su nieto "Farruquito", que era entonces un crío, con sus hijas, y hasta con la propia Pilar. Desde aquel día, el señor Hermans convocaba muchas veces a la fábrica a "Farruco" para agasajarle en el salón de invitados, y otras era él mismo quien se desplazaba a la academia para ver cómo enseñaba y para tomar unas copas con él en cualquier bar cercano. En la cena, "Farruco" no probó bocado alguno, sólo alguna copa de whisky, por lo que dándose cuenta don Eduardo Osborne le dijo: -Antonio, ¿no le gusta a usted la comida, quiere que le pida otra cosa, le gusta algo en especial?...; contestándole él con la mayor naturalidad y simpatía: -Mire usted, don Eduardo, yo es que ná más que como en mi casa la comida que me hace mi mujer. La risa de todos, incluida la de Antonio, fue inmensa.
Fueron siempre estupendos los ratos que con él pude compartir. Para todo lo que había andado por esos mundos, tenía una memoria calcográfica y no se dejaba atrás a ningún artista, ninguna anécdota o algo que pudiera ser reseñable. La fotografía que ilustra este comentario fue con motivo de la Semana Cultural que le dedicó en abril de 1988 la Tertulia Flamenca "El Pozo de las Penas", de Los Palacios, en la que tuve el honor de ser uno más de los participantes. Estamos como si fuésemos dos compadres de toda la vida, sin prisas, charlando de cualquier cosa que, sin duda alguna, giraría en torno al flamenco. Antonio era un hombre muy agradecido y así siempre me lo demostró, diciéndome una y otra vez que, sin dinero de por medio, lo llamase para cualquier compromiso que yo tuviese. Esto, en un bailaor de su talla, es muy de agradecer.
No hablo de su arte inconmensurable, racial y único, macho y puro, que derramaba en cada una de sus actuaciones, como la que hizo con su familia el 6 de junio de 1992 con motivo del Día de Honor del Grupo Cruzcampo en la Exposición Universal de Sevilla. Hablo del amigo, de esa persona que un buen día se cruzó por mi vida, o yo por la de él, quedándonos unidos para siempre.
Este artículo se parece mucho a algunos que he tenido el placer de leer en La Gazapera, ¿no le parece?
ResponderEliminarHe leido todas las entradas del estupendo blog de mi querido compadre Manolo Bohórquez y, todavía, no hay ningun relativa a "Farruco". Ahora bien, si lo que quiere usted decir es que la página pueda parecerse por aquello de ser un poco de "memorias" a la que mi compadre titula "Mi relación con..." está usted en lo cierto. Las mías, como habrá podido contemplar, no habla de la obra de los artistas, sino de la huella que ellos, artistas o no artistas, dejaron en mi vida. Para infomarse con pelos y señales del Flamenco debe usted leer a diario La Gazapera, lo que yo hago. Las mías son páginas sencillas que en nada tratan de rivalizar con las maravillosas que escribe mi compadre.
ResponderEliminarClaro, que para eso no hace falta descubrir América, señor Cristóbal Colón.
Imagino que si dominas esto de los blogs, conocerás youtube y sus maravillas...
ResponderEliminarAquí te dejo dos videos de Farruco y Chocolate juntos que igual ya conoces... El primero es de un programa de 1970 para una television alemana. El segundo también parece para el extranjero, pero no se la fecha:
http://www.youtube.com/watch?v=GR4IAOGmxXA
http://www.youtube.com/watch?v=KvgAB1zWBlY
Un saludo
...hay "colones" que no saben ya qué descubrir...
ResponderEliminarGracias a José Manuel por el evío de estos enlaces.
ResponderEliminarEn cuanto a mi amigo Ángel, gracias también por sus breves palabras. Algunas personas tienen la manía de buscar punta a todo.
Yo descubrí La Gazapera porque en este blog aparece recomendada. Ambos blogs me parecen fantásticos y no entiendo la polémica.
ResponderEliminarLos maravillosos sonetos que aparecen en estas páginas digitales son de 14 versos.
Yo que soy vigía profesional no encuentro el parecido que indica mi almirante. Aprovecho la oportunidad que me dan en este blog para reclamar los 10.000 maravedíes que me prometieron y que al parecer cayeron en manos de D. Cristobal Colón. Ya ven amigos que en todas las épocas se cuecen habas.
ResponderEliminarGracias Rodrigo, sin tí el almirante no hubiese descubierto ni El Charco la Pava.
ResponderEliminarprecioso todo lo que he leido respecto al gran maestro farruco
ResponderEliminarpor cierto tengo un grupo en facebook que se titula llevar al maestro farruco a gran pantalla...me encantaria que esta idea se hiciera realidad
ResponderEliminar¿Me puedes indicar cómo lo busco?
ResponderEliminarEstimado colega Emilio:
ResponderEliminarSiempre se cuenta que Farruco dejó de bailar hasta 1978 tras la muerte de su hijo hasta, pero no es cierto. De hecho, dudo que haya bailado más en su vida. Al menos durante 6 meses en 1976 en Palma de Mallorca, hacía dos actuaciones diarias, siete días a la semana, con su querida de entonces, la bailaora La Tormento, a quien seguramente conociste, habiendo sido amigo de Farruco. Yo era cantaora entonces de la compañía de Jorge Luis “el Chino”, y estuvimos trabajando seis meses en una sala de fiestas grande llamada Es Fogueró. Paseando por la calle un día, vi un cartel que anunciaba “Farruco – cada noche”. Como estaba segura que era un impostor, acudí por la noche después del trabajo dispuesta a protestar el fraude, pero para mi asombro pude comprobar que efectivamente, era el auténtico Farruco, y el local casi vacío. Y así, cada noche después de terminar de trabajar, tomaba una copa en ese pequeño tablao donde pude gozar del baile de Farruco como en sesión privada.
Saludos,
Estela Zatania
www.deflamenco.com
No es cierto que Farruco no bailase más tras la muerte de su hijo. Él tuvo en parón cuando se le hizo el célebre homenaje en el desaparecido Polideportivo de Chapina, situado donde ahora está la nueva estación de autobuses. Pero después entre todos se animó y bailó muchísimo. Yo mismo estuve con él, con Pilar López, Matilde y Rafael, Pepa Montes y Ricardo, El Güito y Serranito en Barcelona, donde actuó en el Tablao "El Cordobés", y siguió bailando en muchos sitios hasta cerca de su muerte, manteniendo además su academia.
ResponderEliminar¡Era genial!
querido emilio jomenez diaz,habria alguna posibilidad para todos los aficionados a que usted pueda poner,la entrevista que le hizo en la radio,de la que con tato arte usted habla.
ResponderEliminarLa podria poner en youtube,o en su blog,con algun enlace etc,muchas gracias.
Un saludo muy flamenco y a compás.
Israel
Me pondré a buscarla en mi archivo y cuando la encuentre buscaré la manera de ponerla en el blog. Recuerdo que fue una entrevista maravillosa por todo lo que nos contó de su vida y obra.
ResponderEliminarHola, muy bonito y extenso tu blog, solo una puntualización,
ResponderEliminarFarruquito no murió en accidente de coche, si no de moto. Saludos
Se di se ke él hijos del farruco murió con su kullao rrete en dirección de un pueblo de se villa en brene kealli.tiene.familia.actualmente.es berda.kien lo sepa .kelo.diga.sedise.ke era.un.fenómeno.pero.noai.vídeos.de.el.bailando.ni.a fotos.
ResponderEliminarBuenos días, según el atestado del 091 y de la guardia civil, el accidente del FARRUQUITO con Rete, su guitarrista, fue a 500 metros antes de llegar al Charco Redondo, cuando volvian con la moto del rete matricula SE116708 este lugar lleno de naves para acoger los damnificados de la crecida del tamarquillo, era donde vivía el Rete, o sea Diego Jimenez Santiago el guitarrista, pero lo que me gustaría que alguien me ratificara es que venían de una actuación/fiesta en la próxima Valdezorras, alguien sabe de esto, saludos y gracias
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