
Con la edad que tienen estos toreros es muy fácil, pero con siete añitos ya me dirán quién tiene lo que hay que tener para ponerse delante con esa serenidad y tanto arte. Fue en la Feria de 1956, y seguro que mi padre me tenía levantado por detrás para que pudiera asomar mi cabeza por la horizontal del tablero y la imagen quedase apresada para siempre. ¡Cosas de la Feria!
Eran hermosas estas imágenes del retratero feriante con su telón de fondo, su trípode chapucero de madera y su cajón con su cámara de tela negra. Imagen instantánea, revelado instantáneo, pago más que instantáneo. Nada de modernidades, ni de ordenadores, ni de "photoshop". De la nada a la gloria, como yo aquí: torero para la eternidad en sólo cinco minutos.
Esta foto magistral es de pega, claro está. ¿Pero con cuántos toros me he tenido que enfrentar en mi vida, y los que me quedan, y cuántas veces he salido corneado y gravemente herido por los marrajos que atentan contra tu dignidad, tu hacienda y tus sentimientos? ¿Cuántos pitones de la injusticia metidos por el vientre? Lástima que esas corridas no puedan ser testimoniadas ni medibles por máquina alguna. Esas heridas sólo habitan, y para siempre, en nuestros corazones.
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