Hay muchos poetas en la concepción de la Semana Santa de Sevilla: el pregonero que la canta; los cofrades que la cultivan; los hermanos que clavan las puntillas y aprietan los tornillos de las parihuelas, canastillas y respiraderos, viseras y maniguetas, candelerías y varales, palios y polleros, hachones y crucetas, para que nada falle sobre los pasos que habrán de llevar, cimbreantes por las calles, a cada una de las advocaciones de sus Vírgenes y Cristos; los floristas que, con suma destreza, colocan sobre las morcillas de cáñamo, los claveles "encañaos", dispuestos para ser convertidos en rojos calvarios, o las flores enhiestas, estéticamente colocadas en los floreros de plata que cortejan a las Dolorosas; poetas la juventud cofrade, que empuja, anima y renueva..., y poetas son los costaleros, cargadores de la verdad y artífices supremos de la Semana Santa, porque llevan sobre sus espaldas amoratadas, tensos los brazos, sudorosas las frentes y encallados los labios, la carga de una Pasión completa y el dolor de un viacrucis anónimo cuando se erigen en fieles cirineros de Cristo, aguantando, como Él, el peso de la cruz sobre la intensa humildad de unas alpargatas de esparto, o izando hasta el cielo, de una manera inigualable, los "pasopalios" de sus Vírgenes, que ellos mueven con el arte sublime de Sevilla.
Duelen las trabajaderas cuando se sienten redoblados los golpes del martillo en cada posición de la "igualá" y se aceran los músculos para la levantada súbita. Traseros o delanteros, costeros o fiadores, pateros o corrientes, irán "tós por iguá" obedeciendo la voz de ese dios humano que es el capataz. Y habrá levantás a pulso y levantás dolorosas por el cimbreo cuando la voz ordene sobre el silencio "Al cielo con Ella". Y se picarán abajo por entre las trabajaderas "arriando por parejos", y se alegrarán los pies cuando por las calles especiales del recorrido, unas veces con alegría y, otras, jumeándole el taco a la cudrilla, el paso camine de otra forma diferente en cada amorosa chicotá.
No me habrá de dolor bajo tu pena
el llevarte la Cuz, ¡ay, Jesús mío!,
porque sólo de ver tu escalofrío
soy capaz de llevarte tu condena.
Que como Tú, Jesús, la frente llena
hoy tengo de sudor y desvarío,
que como Tú, Jesús, siento un quejío
que la espalda morada me barrena.
Porque he sido, Señor, tu costalero,
porque he aguantado firme mi costero
y he sido cirinero de tu suerte,
sólo quiero que Tú lleves mi vida
cuando llegue la hora de la herida
y me pese la sombra de la muerte.
(EMILIO JIMÉNEZ DÍAZ. "Pregón de la Semana Santa de Utrera. 1993)
martes, 2 de marzo de 2010
RINCÓN COFRADE TRIANERO: COSTALEROS
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