Nuestro amigo bloguero, José Luis Jiménez, me pedía que perfilase la figura de Manuel Pacheco Segura, poeta al que él no conocía y cuyos poemas le han encantado. Para hablar de él habría que comenzar destacando su inmenso amor a Triana, todo en él respiraba trianerismo puro, visión amorosa del caserío, de su gente, de sus costumbres. Y habría que decir, y mucho, de su humildad sentida, yo diría que casi vocacional, y de su extraordinario y fino sentido del humor. Manolo era amigo de mi padre y yo tuve la suerte de continuar esa amistad hasta su pronta muerte. Podíamos llevarnos horas al teléfono leyéndonos uno a otro nuestros poemas, que siempre giraban en torno al arrabal. Él, Ángel Vela, Manuel Lauriño y yo formábamos un excelente cuarteto de amigos que, entre poemas y poemas y grandes realizaciones, se desvivía por el barrio. Fue precisamente Ángel quien lo animase a que colaborase en la revista "Triana". Sus poemas eran siempre los mejores, los más clásicos, los de mayor hondura.
Estando yo enjaretando mi libro "Triana en labios de la copla", que apareció en julio de 1992, recibí una carta autógrafa suya en la que, sin darse cuenta, se retrataba a la perfección. Como no tiene desperdicio, y para conocerlo mejor, ahí van íntegros sus renglones:
"Triana, 2 de mayo de 1991. Querido amigo Emilio: por un error de interpretación no te he mandado antes los "ripios". Nuestro Ángel Vela me ha hecho saber que debo mandártelos pronto y... ahí van.
Triana -¡TRIANA!- está presente en todo lo que te envío. Faltan los que publiqué en la Revista porque he supuesto que están a tu alcance y, por tanto, puedes echarles una ojeada. Si así no fuera, dímelo y te hago llegar sus correspondientes fotocopias.
Me apresuro a decirte, Emilio, que la Poesía es algo importantísimo en mi vida, es meta -siempre inalcanzable-, circunda mis límites, enciende mis sueños, fortalece mis latidos, amarga mis labios, endulza mi corazón, juega conmigo sin tocarme, me trae risas y lágrimas con inevitable alternancia. Quiero decirte, pues, que sin ella no sé vivir...
Me doy también prisa en confesarte que todo mi amor hacia la Poesía, todo mi esfuerzo por adentrarme en su edénico recinto y todas mis astucias para convertirla en mi amante... no han logrado, en absoluto, mi primordial anhelo: ser poeta.
Sigo mancillando la blancura virginal de los papeles con la ilusión de encontrar la palabra justa, el verso adecuado, la rima certera. Hasta ahora la inspiración brilla cegadoramente por su inexistencia. No es que las fugitivas y puñeteras Musas se hayan enojado conmigo, no; es que me desconocen.
Si esto es así, viviendo en Triana, imagínate si residiera en Portugalete, en Chamberí o en Harlem... ¡catastrófico! Últimamente -osadía estúpida- ando por otras sendas de la lírica, pero hazme el favor de tranquilizar a los verdaderos poetas -que en Triana, en Sevilla, abundan como los jazmines en el estío o como las sonrisas ocultas en el plenilunio; haz el favor de anunciarles que mis "poemas" no se elevarán más allá de los talones.
Si fuera cuestión de hormonas, me las inyectaría. Se trata de corazón, de pensamiento, de sentimiento, de idiosincracia, de...
Me tendrían que fundir de nuevo. Y ¡ya no sería yo!
Un abrazo así de grande: Manolo".
Y me mandó todo un manantial de poemas inéditos, que son los que estamos dando a conocer en nuestro blog. A continuación de aquel hermoso envío le mandé un poema humorístico y cameloncio, macarrónico, porque él era un enamorado del humor sincero:
Estando yo enjaretando mi libro "Triana en labios de la copla", que apareció en julio de 1992, recibí una carta autógrafa suya en la que, sin darse cuenta, se retrataba a la perfección. Como no tiene desperdicio, y para conocerlo mejor, ahí van íntegros sus renglones:
"Triana, 2 de mayo de 1991. Querido amigo Emilio: por un error de interpretación no te he mandado antes los "ripios". Nuestro Ángel Vela me ha hecho saber que debo mandártelos pronto y... ahí van.
Triana -¡TRIANA!- está presente en todo lo que te envío. Faltan los que publiqué en la Revista porque he supuesto que están a tu alcance y, por tanto, puedes echarles una ojeada. Si así no fuera, dímelo y te hago llegar sus correspondientes fotocopias.
Me apresuro a decirte, Emilio, que la Poesía es algo importantísimo en mi vida, es meta -siempre inalcanzable-, circunda mis límites, enciende mis sueños, fortalece mis latidos, amarga mis labios, endulza mi corazón, juega conmigo sin tocarme, me trae risas y lágrimas con inevitable alternancia. Quiero decirte, pues, que sin ella no sé vivir...
Me doy también prisa en confesarte que todo mi amor hacia la Poesía, todo mi esfuerzo por adentrarme en su edénico recinto y todas mis astucias para convertirla en mi amante... no han logrado, en absoluto, mi primordial anhelo: ser poeta.
Sigo mancillando la blancura virginal de los papeles con la ilusión de encontrar la palabra justa, el verso adecuado, la rima certera. Hasta ahora la inspiración brilla cegadoramente por su inexistencia. No es que las fugitivas y puñeteras Musas se hayan enojado conmigo, no; es que me desconocen.
Si esto es así, viviendo en Triana, imagínate si residiera en Portugalete, en Chamberí o en Harlem... ¡catastrófico! Últimamente -osadía estúpida- ando por otras sendas de la lírica, pero hazme el favor de tranquilizar a los verdaderos poetas -que en Triana, en Sevilla, abundan como los jazmines en el estío o como las sonrisas ocultas en el plenilunio; haz el favor de anunciarles que mis "poemas" no se elevarán más allá de los talones.
Si fuera cuestión de hormonas, me las inyectaría. Se trata de corazón, de pensamiento, de sentimiento, de idiosincracia, de...
Me tendrían que fundir de nuevo. Y ¡ya no sería yo!
Un abrazo así de grande: Manolo".
Y me mandó todo un manantial de poemas inéditos, que son los que estamos dando a conocer en nuestro blog. A continuación de aquel hermoso envío le mandé un poema humorístico y cameloncio, macarrónico, porque él era un enamorado del humor sincero:
Nervioso y cimbreante, cual palmera.
De lineal bigote breve y cano.
Jamás le he visto sin algo en su mano:
De lineal bigote breve y cano.
Jamás le he visto sin algo en su mano:
periódicos, papeles o cartera.
Va de aquí para allá, mas no se altera.
Un apretón de amor su amor ufano,
y dos labios felices el arcano
jazmín de su bendita primavera.
Poeta de los pies a la cabeza,
con pudor infantil dice que empieza
cuando a todos nosostros nos alcanza.
Su humildad franciscana es inquietante,
porque es vate tan pulcro y elegante
que ya más que humildad parece chanza.
No se pueden construir poemas más completos que los que él hacía. Trabajaba de bedel en la Diputación de Sevilla, y desde su domicilio en la calle Maestro Guridi de Santa Cecilia se iba andando siempre a su trabajo. Como él me decía, para cruzar las calles del barrio, para atravesar el puente andando y para, desde el Paseo de Colón, sentarse en un asiento y llevarse más de media hora mirando, obeservando, enamorándose aún más de su Triana. A la vuelta, igual. Por la tarde, lo mismo; porque solía decir que las posiciones del sol cambiaban a las buenas hembras...
"Cuando, por fin, se acerca por todos los caminos/ la noche ya sin frenos, con ansiedad de luna.../ Tú y yo nos sonreimos porque es la hora del día/ en la que Dios desea pasear por Triana".
¡Que gran poeta! ¡Y qué gran sentido del humor con su sonrisa amplia!. Me recordaba hace unos días Ángel Vela que, cuando habitualmente paseaban despaciosos por las calles trianeras, al pasar por el lugar de nacencia de Ángel, Manolo le decía: -"Ángel, un día en esta casa habrá una placa que dira: Aquí nació un amigo de Manolo Pacheco". Pasaban por las distintas casas de tantos y tantos amigos y decía lo mismo. Cuando pasearon por su casa, el genial Manuel le dijo a Ángel: -"Lo ves, aquí pondrán una placa muy grande proclamando sin más estas dos palabras... Aquí nació".
Imborrable Manolo al que la vida asestó una puñalada terrible que nunca pudo remontar: la muerte en accidente de una hija. Inmarchitable Manolo, porque sus poemas habitan en nuestras almas y siguen frescos como su mirada amorosa ante el barrio. Amigo Manolo, eterno, imprescindible, al que siempre llevamos al lado, de maestro, para aprender de él cómo, con qué sentido principal es necesario amar a TRIANA.
Va de aquí para allá, mas no se altera.
Un apretón de amor su amor ufano,
y dos labios felices el arcano
jazmín de su bendita primavera.
Poeta de los pies a la cabeza,
con pudor infantil dice que empieza
cuando a todos nosostros nos alcanza.
Su humildad franciscana es inquietante,
porque es vate tan pulcro y elegante
que ya más que humildad parece chanza.
No se pueden construir poemas más completos que los que él hacía. Trabajaba de bedel en la Diputación de Sevilla, y desde su domicilio en la calle Maestro Guridi de Santa Cecilia se iba andando siempre a su trabajo. Como él me decía, para cruzar las calles del barrio, para atravesar el puente andando y para, desde el Paseo de Colón, sentarse en un asiento y llevarse más de media hora mirando, obeservando, enamorándose aún más de su Triana. A la vuelta, igual. Por la tarde, lo mismo; porque solía decir que las posiciones del sol cambiaban a las buenas hembras...
"Cuando, por fin, se acerca por todos los caminos/ la noche ya sin frenos, con ansiedad de luna.../ Tú y yo nos sonreimos porque es la hora del día/ en la que Dios desea pasear por Triana".
¡Que gran poeta! ¡Y qué gran sentido del humor con su sonrisa amplia!. Me recordaba hace unos días Ángel Vela que, cuando habitualmente paseaban despaciosos por las calles trianeras, al pasar por el lugar de nacencia de Ángel, Manolo le decía: -"Ángel, un día en esta casa habrá una placa que dira: Aquí nació un amigo de Manolo Pacheco". Pasaban por las distintas casas de tantos y tantos amigos y decía lo mismo. Cuando pasearon por su casa, el genial Manuel le dijo a Ángel: -"Lo ves, aquí pondrán una placa muy grande proclamando sin más estas dos palabras... Aquí nació".
Imborrable Manolo al que la vida asestó una puñalada terrible que nunca pudo remontar: la muerte en accidente de una hija. Inmarchitable Manolo, porque sus poemas habitan en nuestras almas y siguen frescos como su mirada amorosa ante el barrio. Amigo Manolo, eterno, imprescindible, al que siempre llevamos al lado, de maestro, para aprender de él cómo, con qué sentido principal es necesario amar a TRIANA.
Emilio gracias por estos apuntes. Lástima que no exista nada publicado de este poeta. La carta es un auténtico tesoro y tu poemario de Triana se debería divulgar por los institutos y colegios del barrio.
ResponderEliminarAprovecho también para darte las gracias por la bonita noche cordobesa donde no dejamos en ningún momento de hablar de nuestra TRIANA.
Que bonita tu idea del Ateneo; no dejes de luchar por ello Emilio y sobre todo cuenta con mi ayuda para lo que necesites.
"La Duda" que plantea en su poema Manuel Pachecho está resuelta: mientras que existan personas como tú nunca morirá nuestro barrio.
Yo siempre cumplo mi palabra. Gracias a él tengo muchos más poemas suyos que iremos viendo. Sí es verdad -un día me lo dijo Caty León- que sería importante que este poemario general de Triana se conociese en los colegios e institutos del barrio.
ResponderEliminarLa tarde y noche de ayer fue hermosa. ¡Se nos pasaron 7 horas volando con el nombre de Triana en los labios! Nuestra visita obligada al bar Correos, nuestro callejear, la visita a la calle de los Judíos y taberna de Rafaelito Guzmán, nuestro refrigerio en Juan Peña -donde hay media Triana metida- y nuestra despedida en La Fontana. Unas horas deliciosas.
Lo del Ateneo -tal como te comenté que se podía hacer- sería maravilloso. Dios quiera llevarme pronto de nuevo a Triana.
Emocionante tu homenaje a nuestro inolvidable amigo. Su hija era la novia de un atleta campeón de España, cuyo nombre siento no recordar. La noticia de su muerte, la del atleta, en accidente de moto, corrió como la pólvora... Nadie nos podía decir que la novia que le acompañaba y que murió con él era la hija de Manolo Pacheco. Fui a su casa el mismo día y lo hallé milagrosamente entero. No dimos un abrazo. Después del entierro de la pobre muchacha Manolo cayó en picado; su sensible corazón no resistió el peso de la tragedia. Ya hace dieciseis años que le falta a Triana. Manolo vino de Canarias donde vivió como vendedor de libros durante muchos años. Pocos hombres como él he conocido en esta larga vida. ¿Te acuerdas, Emilio, que nos acompañó a Utrera cuando diste allí el pregón de Semana Santa...? Su compañía era siempre una delicia. Su mujer, Carmelita continúa viviendo en Santa Cecilia.
ResponderEliminarRecuerdo aquella misa por su hija en los Padres Blancos, y su entereza en ser él mismo el lector del Evangelio. A partir de ahí, Manolo se nos fue muriendo poco a poco. Hombres como Manolo jamás deberían conocer la muerte, porque siempre han sido semilleros de vida, ilusión, libertad, arte y compromiso social.
ResponderEliminaryo lo conoci en la parada dwsel autobuuuss!!!!
ResponderEliminar¿Nunca habló con él?
ResponderEliminarMuy llenos de esencia estos poemas, maravillosos, debo reconocer que he llegado a Manuel Pacheco, de rebote, preparando noticias sobre el vigésimo aniversaro de la muerte de Miguel Angel Gomez Campuzano, pero la historia aledaña, el saber del impacto que supuso para nuestro poeta la muerte de su hija y su sensibilidad y naturalidad han hecho que la parte mas oculta del homenaje , haya sido para mi la mas importante.
ResponderEliminarFue un gran poeta. El mejor de cuantos cantaron a su tierra de nacencia, y uno de los mejores hombres a los que he conocido.
ResponderEliminar¿Compuso Manolo hasta el final de sus dias? ¿o despues del accidente paró? , es que recopilando información he visto que segun hemerotecas apenas distan 5 meses de las muertes de hija y padre. un saludo Emilio.
ResponderEliminarLa verdad es que no lo sé- Tras la muerte de su hija, ya cuando yo lo llamaba a su casa muchas veces no se ponía. Carmelita, su mujer, me decía que no se encontraba bien. Algún poema escribiría sobre la tragedia, aunque la familia los tendrá guardados con sumo celo.
ResponderEliminarEmilio, siguiendo en mi documentación , he podido saber que el padre de MIguel Angel Gomez Campuzano, atleta fallecido junto a la hija de Manuel ha escrito, ya dos libros de poemas, siendo muy valorado( aunque de momento no he podido hacerme con él ) el titulado
ResponderEliminar"Solo el tiempo nos separa" simplemente te hago este apunte para mostrarte la conexion llamemos poetica de los padres de ambos y por si tu hubieses llegado a él, nos comentases que opinión te ha merecido.
Saludos.
Pues no, querido amigo, no he tenido la suerte de leer la obra de este hombre, del que no sabía siquiera que era poeta. ¿Sabe la editorial para buscar el libro?
ResponderEliminarPerdona Emilio , pero he estado fuera de Sevilla quince dias, voy a intentar buscarte mas datos de este libro que te mencione
ResponderEliminarTe lo agradeceré eternamente.
ResponderEliminarMuchas gracias, con mi abrazo.