Mientras afuera relumbran las fiestas, ellos siguen su rosario de convites en el rincón de la taberna.
Vaso tras vaso lo que hay en el ambiente de vapor de milagrería se va condensando sobre la reunión en un rocío de imaginaciones y ectoplasmas, como un maná de regalo para las tapas del vino.
No ven los amigos la Semana Santa. Pero la sienten.
Les basta saberse inscritos en ella, mejor que en el espacio, en el tiempo.
Por el cristal de las cañeras, como por aquellas bolas de vidrio de los mágicos, cruza en televisión la Semana Santa. La reunión está sobresaturada de ambiente y cualquier estremecimiento concreta la disolución en una arquitectura de perfiles. La tijera del reloj va recortando siluetas de pasos y cofradías.
La una de la noche:
-Ya sale la Macarena.
Las dos de la madrugada:
-¡Cómo estará ahora mismo la Plaza de San Lorenzo...!
Las seis y media de la tarde:
-El Cachorro está pasando por el Puente de Triana.
El aire se llena de proyectos de saeta y diapositivas de humo. El espacio tiene sólo el valor de una efeméride. La Semana Santa va cristalizando en el rincón de la taberna. Los minutos del reloj le trazan el estarcido y sobre el dodecágrama de las cañeras suena, para los oídos del alma, la sinfonía de afuera, tañida en luz, en gritos y en colores. El eco viene viajero en los ojos de los que entran y salen.
Los amigos del rincón ven así un día y otro la Semana Mayor, tan pura que sólo raya más adentro de la retina la pantalla gris del pensamiento.
Los amigos del rincón ven así un día y otro la Semana Mayor, tan pura que sólo raya más adentro de la retina la pantalla gris del pensamiento.
Ven la Semana Santa, como Beethoven sordo oía en los papeles de música el submundo de sus últimas sonatas.
Los amigos en el rincón van disolviendo en el vino su mística trascendental.
(ANTONIO NÚÑEZ DE HERRERA. "Semana Santa: Teoría y realidad". 2ª edición. 1981)
(ANTONIO NÚÑEZ DE HERRERA. "Semana Santa: Teoría y realidad". 2ª edición. 1981)
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